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 sábado, 13 de mayo de 2006  
La investigación nacional ante el espejo de Ramón Carrillo

En el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el Ministro de Educación nacional, Daniel Filmus, junto a su par de Salud, Ginés González García, presentaron el libro "Ramón Carrillo: textos elegidos" en el que se resumen las principales obras del primer ministro de Salud nacional, en una obra que fue elaborada por ambos ministerios.

"La profusa y extensa obra de Carrillo debe ser conocida por las nuevas generaciones", dijo el titular de la cartera de Salud en el acto. Es que, pese a que el Poder Ejecutivo Nacional dispuso que el 2006 sea considerado como el "Año de Homenaje al Doctor Ramón Carrillo", en conmemoración a los 100 años de su nacimiento (celebrado el 7 de marzo pasado), poco se difunde acerca de la vida y obra de este argentino que decidió volcar sus conocimientos al servicio de las mayorías.

"Sólo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo", dijo alguna vez un médico y docente universitario nacido hace 100 años en Santiago del Estero, quien a mediados de la década del •40 se convertiría en el primer Ministro de Salud que tuvo el país.

Egresado de la carrera de medicina en la Universidad de Buenos Aires con medalla de Oro al mejor alumno de su promoción, fue becado para perfeccionar sus estudios en neurología y la neurocirujía en universidades europeas. A su regreso al país, y tras pasar por instituciones educativas de Holanda, Alemania y Francia, Carrillo organizó el Laboratorio de Neuropatología en el Hospital Militar Central, al tiempo que fue designado profesor titular la cátedra de neurocirugía en la Facultad de Medicina de la UBA.

Así, y con menos de 40 años, era considerado uno de los especialistas más destacados de Argentina, siendo miembro de varias sociedades científicas del país y del exterior, y ganador del Premio Nacional de Ciencias en el año 1937, motivos de sobra para afirmar que contaba con un futuro académico a desarrollar en los mejores centros de investigación del mundo.

Pero con el gobierno constitucional del •46, Carrillo fue nombrado al frente de la Secretaría de Salud Pública, que más tarde de convertiría en el Ministerio de Salud Pública de la Nación, cargo en el que se desempeñó hasta el año 1954.

"Lo más importante que hay que destacar de Carrillo es la concepción de la salud pública, que fue revolucionaria en sus aspectos sanitarios, porque concibió la posibilidad de que un conjunto importante de la población reciba un tratamiento de salud de calidad", señala Alcira Argumedo, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e investigadora del Conicet, quien agrega que "si hace 60 años fue revolucionario, imaginate lo que eso significa hoy".

Es que si algo rescatan los especialistas en el campo de la salud de Carrillo es precisamente la transformación sanitaria llevada a cabo por el primer ministro de salud argentino, quien entre otras cosas, duplicó en menos de diez años el número de camas disponibles en el país, así como la erradicación del paludismo en las provincias del norte argentino.

Pero tras una enfermedad y diferencias políticas con el gobierno de entonces, marchó al exterior. Enfermo y difamado en el país por la dictadura instaurada en 1955, pasó sus últimos años como médico rural en un pueblito de Brasil (Belem do Pará), en donde falleció, pobre y olvidado, el 20 de diciembre de 1956.

A partir de allí, y por décadas, integró la lista de personalidades que el historiador Norberto Galasso llamó "Los malditos", en referencia a aquellas personas que, por su compromiso político y social, fueron silenciados por la historia oficial.

A 100 años de su nacimiento y a 50 de su deceso, muchas escuelas, institutos y hospitales llevan el nombre de Ramón Carrillo, aquel que dijera alguna vez, en una síntesis de su pensamiento, que "frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas".

Los diarios inundan sus tapas cíclicamente con informes en donde describen la triste realidad de miles de jóvenes que, tras cursar sus estudios universitarios en instituciones públicas argentinas, con la inversión que ello implica, emigran del país y se dirigen a las principales ciudades del mundo.

La Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (Cepal) difundió el año pasado un estudio en el que se muestra que la Argentina fue, durante los 90, el país que mayor migración de técnicos y científicos sufrió, al punto que de cada mil argentinos que marcharon a Estados Unidos, casi 200 eran personal especializado. Los que se suman, según este organismo, a los más de 7 mil científicos e investigadores del país que realizan sus actividades alrededor del mundo.

Un capital humano que el país necesita. Y tal vez el espejo de un tal Ramón Carrillo, eminente doctor e investigador que trabajó por el país, pueda servir para los miles de jóvenes que se van al exterior para no volver. Tal vez el desafío es muy grande, pero al menos puede tomarse como norte a la hora de hablar del presente y futuro de la salud y la investigación nacional.

Matías Loja
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