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 jueves, 04 de mayo de 2006  
EDITORIAL
Renovación de la fe católica

Saldo abiertamente positivo dejó la XXV Asamblea de la Acción Católica Argentina, celebrada la semana pasada en Rosario. Fervor

y diálogo abierto, vocación de servicio y preponderante juventud fueron las características de un encuentro que permite reafirmar

la confianza en los puentes entre la Iglesia y el pueblo.




Cuando se hace referencia a la fe católica y su actual situación en la Argentina, muchas veces el diagnóstico que sobreviene se vincula con arrugas de preocupación surcando la frente. El crecimiento de otros cultos y la pérdida de contacto profundo de los hombres de la Iglesia con la feligresía suelen ser temas ineludibles si se parte de la sinceridad en el momento de exponer los problemas. Pero lo acontecido durante los últimos días en Rosario, donde se realizó la XXV Asamblea Anual de la Acción Católica Argentina, permite mudar el rostro serio de la aflicción por la sonrisa del optimismo: es que la masividad y el fervor que signaron el encuentro denota positivas señales para la religión que profesa la mayoría de los argentinos.

La consigna que presidió el multitudinario evento celebrado en el sur de la ciudad, en el estadio de Central Córdoba, fue la misma que presidió durante largos años la ejemplar misión pastoral del que acaso sea el más importante Pontífice del siglo veinte: Karol Wojtyla, el recordado Juan Pablo II: "Pasión y servicio". Desde todos los rincones de la Nación -incluyendo los más remotos- arribaron los fieles, con una sana preponderancia de jóvenes entre sus filas.

Talleres reflexivos los reunieron y los ejes del debate, signado por una inusual apertura, fueron los temas cruciales que enfrentan aquellos que representan el futuro de la Argentina: incomunicación, alcoholismo, drogadicción, sida. Y en torno de este último flagelo fue que se hizo oír con singular fuerza la opinión del delegado de la Pastoral Social de Rosario, Juan José Estrade, quien tomó una información difundida por La Capital para asegurar que resulta "gravísimo" que más de la mitad de los jóvenes no utilice preservativo, el único método de probada eficacia para evitar el contagio del temible mal.

Es que más que nunca hace falta que los hombres de fe sean, justamente, hombres, y se aproximen a los problemas concretos que padece la gente. Cada vez que el padre Ignacio Periés demuestra su enorme poder de convocatoria, no constituye un enigma la razón de tanta popularidad: simplemente, su cercanía con el dolor humano.

Sin embargo, muchas veces pareciera que una gélida distancia se interpusiera entre quienes experimentan ese milagro llamado fe y aquellos que tienen la sagrada misión de transmitir el mensaje de Cristo. Acontecimientos como el que se produjo en esta ciudad, con señalado y bienvenido éxito, contribuyen a romper con esa imagen peligrosa. La sociedad, necesitada como en ninguna época anterior de la historia nacional de mensajes éticos que transmitan valores inmutables, está sedienta de ejemplos que le ayuden a reconstruir los tejidos vulnerados por la extensa crisis.

Sobre la base del diálogo abierto y la comprensión generosa, el catolicismo debe regresar a sus más profundas y legítimas raíces, que son las del pueblo mismo.
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