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 viernes, 30 de diciembre de 2005  
Teatro / crítica
Una cita con personajes conocidos que logran conservar el atractivo

Rodolfo Bella / La Capital

Juan Pablo Geretto estrenó su unipersonal "Como quien oye llover". El actor apuesta a transformarse en un objeto escénico más junto a los maniquíes de sastrería que forman parte de la escenografía. Contenido por un corset, el artista presta su cuerpo a una serie de arquetipos femeninos que no por conocidos dejan de ser atractivos en el contexto de la nueva obra.

Los personajes, eje del show, son la amante perpetua y su perro pekinés, compañero también arquetípico de mujeres solteras maduras, una viuda "brillante", según la define el actor, y la madre descontrolada de una adolescente precoz, que constituye el personaje más intenso y mejor dotado de matices y contradicciones.

Esta última creación de Geretto es también la que mejor resume la idea que ronda el unipersonal y que podría sintetizarse como un intento de abordaje de las contradicciones femeninas, sociales o autoimpuestas, entre el deber y el deseo, el amor y la desidia, el sometimiento y la autonomía. Así lo resume el actor en un monólogo intenso y dramático sobre la condición de las mujeres que inspiran su trabajo y que es casi una declaración de principios.

Sin embargo, el unipersonal no se transforma en un panfleto feminista, sino en un reconocimiento en el que el humor -cruel, disparatado, negro o absurdo- tienen el protagonismo. Geretto apela a códigos comunes compartidos con el público preferentemente femenino, que llenó la platea baja y el primer nivel de palcos. Esa cualidad es un foco de atracción e identificación con las criaturas de Geretto, quien con guiños más o menos evidentes, según cada uno de los personajes, logra revestir de humor hasta las situaciones menos graciosas como los tramos en que se exponen los prejuicios de clase.

La idea de mujer encorsetada es central en la obra. Desde el inicio del unipersonal, la intención de transmitir esa definición queda expuesta por las prolijas imágenes de animación digital a cargo de Julieta Bocardo y constituyen una especie de síntesis del objetivo de desandar el camino que llevó a que ese artículo del vestuario femenino y su consecuente efecto sea definitivamente ignorado como sinónimo de mujer.

Con una escenografía simplificada al extremo y constituida por tres planos blancos, un diseño de luces que intenta crear un clima entre íntimo y de ensueño, la pieza logra superar el desafío de mostrar una feminidad que intenta reírse de los lugares comunes apelando a una feroz autocrítica.
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Geretto vuelve a interpretar personajes arquetípicos de mujeres.

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