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 viernes, 30 de diciembre de 2005  
Jorge Guinzburg hace un balance de un año fuerte en televisión
"El periodismo humorístico nunca puede ser oficialista ya que siempre es crítico"
El conductor, que acaba de concluir exitosamente su ciclo "Mañanas informales", editó un libro con sus columnas

Pedro Squillaci / La Capital

Jorge Guinzburg es todoterreno. Actor, productor, humorista, guionista y hasta publicista. Pero el paño suyo es el periodismo. Y desde allí, con su sarcasmo habitual, teje los hilos para las actividades que aborda siempre sazonadas de esa chispa que lleva su marca. "En mi trabajo no concibo hacer periodismo sin humor, siento que en mi estilo los dos siempre van unidos", afirmó a La Capital.

Con su flamante libro "Sesiones extraordinarias (desde el diván)", editado por el Grupo Norma, Guinzburg se dio el gusto de recopilar temáticamente sus columnas de Clarín de los últimos dos años, en donde reflexiona acerca de la realidad social desde una mirada íntima y descontracturada. Esta nota fue concedida tras el cierre de "Mañanas informales" en Canal 3 y el fin de "Vitamina G" por radio Mitre, desde el hotel Sheraton, de Villa Carlos Paz, donde llegó para el estreno de "Un país de revista", la obra que produce en la temporada veraniega. A full, al estilo Guinzburg.

-¿El análisis te ayudó a sobrellevar la realidad?

-En verdad, juego con el concepto de que no entiendo la realidad y por eso voy a terapia. Pero me refiero a la realidad política y el pretexto de la terapia es para hablar de la Argentina, pero también del desastre ecológico, de Bush, de la Cumbre de las Américas. Y pienso en la terapia porque soy un psicoanalizado y tengo una cultura psicoanalítica a partir de que vengo haciendo terapia hace muchos años.

-Ese fue tu disparador, antes que el libro, cuando empezaste a escribir la columna "Desde el diván" en Clarín.

-Me parecía divertido pensar en alguien que va a análisis no para resolver un problema personal, una angustia, un complejo o un trauma, sino para que el analista lo ayude a entender la realidad del país. Ese es el punto de partida de la columna.

-Los presidentes son aludidos en todo el libro, pero con Kirchner no parecés tan duro y hasta le atribuís la inocencia de un niño en un capítulo.

-No, yo te diría que es al revés. En la primera columna que me refiero a él, es a 100 días de la asunción y lo tildo como un niño, pero después soy más duro con él. Te diría que hasta me pongo más crítico que con otros.

-La idiosincrasia del argentino la abordás en "Subcampeones" y "Como la hormiga", entre otros tantos momentos del libro. ¿Sentís que ese tema es una usina interminable?

-Es sin duda una usina interminable. Hace tiempo que pienso que no concibo el periodismo sin humor. Pero no es que no puede haber periodismo sin humor, en mi estilo periodístico trato siempre de unirlos. Y obviamente que siempre hay tela para el humor, y para el periodismo humorístico más todavía.

-¿Realmente creés que "ser argentino es lo menos peor".

-En realidad, en otro momento del libro yo también digo que hay que ser un poco brasileños, porque tengo la sensación de que al brasileño le va tan bien o tan mal como nosotros, pero se quejan menos, y me parece que sería bueno que hagamos lo mismo, creo que la pasaríamos mejor.

-La nostalgia aparece en otro capítulo, pero ¿no es otra condición más del ser argentino?

-Absolutamente, somos tangueros al máximo, aunque un poco de alegría tenemos, pero, insisto, no es la alegría brasileña (risas).

-En "Mañanas informales" demostraste alegría con información y también que la tele matutina puede dar pelea.

-Sí, creo que sí. Es una idea que tenía desde hace tiempo. Yo decía si la televisión en todo el mundo arranca a la mañana, por qué en la Argentina no podía pasar lo mismo. Y por suerte no me equivoqué. Me parece que cambió la tele, es competitiva desde la mañana, con un puntaje muy alto por el horario y con una inversión publicitaria muy interesante. Entonces, lejos de canibalizar lo que podía ser la posibilidad de trabajar más horas, creó un mercado propio.

-Como si fuera poco recibieron tres premios Clarín. Uno como mejor programa periodístico y dos por mejor conducción masculina (Guinzburg) y femenina (Ernestina Pais), demostrando que funcionó el dueto que estuvo frente a cámaras.

-Pero esto fue más que un dueto con Ernestina, tuvimos un equipo detrás muy grosso. Digamos, no hablo del equipo, por hablar de lo que aparecemos en cámara, sino al equipo de producción. Un ejemplo es la cantidad de gente que vino a cantar a la mañana, cuando sabés lo difícil que es convencer a un artista que cante temprano. Pero los músicos no sólo vinieron, sino que además de cantar, se divirtieron, la pasaron bárbaro. Y eso es gesto de la producción.

-¿Qué sabor le encontrás a informar a la mañana?

-Mirá, en principio es durísimo, porque me tengo que levantar a las 5 y media de la mañana y cuesta un poco. Pero hago en TV lo que durante muchos años hice en radio, y es que la gente pueda estar informada y a pesar de todo mantener el buen humor. Se dio en "El ventilador" y "En ayunas", por la radio, y también en "Mañanas informales".

-¿Por qué no produjiste Cosquín Siempre Rock este año?

-Yo tengo la concesión de la Plaza Próspero Molina para el rock. Este año lo habíamos subalquilado, pero parece que hubo dificultades y no se hace. Al menos todavía.

-¿El rigor periodístico en TV es condición sine quanom, o en estos tiempos televisivos el uso del humor suavizó todo?

-Cuando hacés periodismo uno nunca es objetivo y hasta se puede ser oficialista. Pero cuando hacés periodismo con humor, el humor te impide ser oficialista, creo que no existe el humor oficialista. El humor político siempre es crítico.
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Guinzburg apostó este año a la TV matutina.

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