Año CXXXVIII Nº 48971
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Educación 23/12
Turismo 18/12
Mujer 18/12
Economía 18/12
Señales 18/12
Estilo 17/12

contacto
servicios
Institucional

 sábado, 24 de diciembre de 2005  
[Lecturas]
Un medido equilibrio
Poesía. "Flota, hangares y otros trabajos mecánicos", de Cecilia Romana. Ediciones del Copista, Córdoba, 2004, 116 páginas, $ 13.

Lisandro González

Cecilia Romana (San Isidro, 1975) presenta en su primer libro, "Flota, hangares y otros trabajos mecánicos", una singular poética donde predomina la mesura, la delicadeza en la construcción de los poemas -varios de ellos breves y de versos no muy extensos-, pero que sabiamente entrecruza la ironía y una aguda mirada sobre lo cotidiano, en un equilibrio que sostiene al poema entre la forma y el contenido, y que produce importantes resultados en términos de belleza auténtica.

Cada sección corresponde a uno de los términos que menciona el particular título, y que adquieren una significación especial, sobre todo a través de lo líquido, elemento que predomina en todo el libro.

Así, la flota puede figurar al modo en que nos movemos en el mundo, los hangares refieren a los lugares de donde partimos y hacia donde llegamos, y los trabajos mecánicos, finalmente, aluden a la creación poética: "todo calla a nuestro alrededor/ y nosotros nos esforzamos/ por encontrarle nombre a todo".

La cuestión de lo líquido por momentos tiende a un sentido de comprensión del mundo asimilable a la de los presocráticos, incluso abordándolos con humor. Así, "Primero, Tercero, Cuarto:/ son números ordinales y también pueden ser/ el nombre de un río./ De todas formas, acabarán por juntarse/ y nadie se baña en ellos más de una vez".

Pero esta tematización del agua supone la imagen en que se apoyan las demás ideas de esta obra: "veo las redes emerger vacías/ como el castigo que nos priva/ de un escape hacia las aguas". También aparecen referencias a la infancia, entre la añoranza y la inocencia. "En el patio entre dos baldosas/ hay un trébol... pienso en mí cuando era chica/ y no entendía/ lo que hablaban los mayores/ sobre el tiempo", se lee.

La mirada de esta poeta tiene como particularidad que por momentos puede acariciar lo cotidiano y observar los gestos que dan cuenta de lo poético: "en cuanto te dormiste, los animales de tu casa/ se acercaron y bebieron del desastre". En este camino, se topa también con la posibilidad de registrar lo que no puede ser visto, lo que exige una torsión, un movimiento, aún en la quietud.

La autora aborda con sutileza la primera persona, y desde allí la condición femenina, y esquiva así cualquier desmesura catárquica: "la sangre me acusa con el dedo/ pero no puedo doblar una camisa/ y ponerla en su lugar".
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados