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 sábado, 24 de diciembre de 2005  
Historia de los asaltantes al Consulado de Paraguay
Dos tipos que llevan el delito en la sangre
Heriberto Vega tiene un abultado prontuario. Es un enfermo cardíaco crónico y fue apresado al salir de la representación asaltada. Su socio, Pedro Guerrero, cayó el miércoles y lleva la mitad de su vida tras las rejas

Hernán Lascano / La Capital

Veinte días antes del robo a mano armada al Consulado de Paraguay de Rosario había sonado el teléfono en una dependencia de la cárcel de Riccheri y Zeballos. Llamaba un conocido, histórico habitante de ese presidio, preguntando por el estado de salud de un interno con afianzada aureola en el hampa y afectado por una prolongada disfunción cardíaca. La consulta telefónica fue satisfecha. El 1º de diciembre pasado uno y otro ingresaban a la sede diplomática de Mitre 780, maniataban con precintos plásticos a tres personas y se marchaban con 17 mil pesos.

El primero que cayó fue Heriberto Vega, delincuente de prontuario enciclopédico, de 53 años, huésped tradicional de penales y prisiones santafesinas. Lo habían operado dos meses antes en la Fundación Favaloro. Pero la dolencia cardíaca no era menor que su otra debilidad distintiva, la que siempre lo orientó al delito. Y eso explica que haya contado con fuerzas para empezar el golpe pero no para terminarlo: a los cinco minutos lo atraparon enfrente del consulado, inmóvil como una estaca, con el corazón desvariando y todos los billetes en la mano.

La suerte del segundo ladrón, el que hizo el llamado a la cárcel, se acabó el miércoles, cuando lo detuvieron mientras dormía en un Fonavi de barrio Acíndar, en la calle Mosconi al 3800. Se llama Pedro Isaac Guerrero, tiene 47 años y una inclinación casi maniática al robo a mano armada que lo hizo acreedor de cinco condenas, por las que pasó más de la mitad de su vida preso. Tan familiar es el universo tumbero para él que cuando terminaba una sentencia, cuentan en la cárcel rosarina, se aparecía continuamente. "Y, se extraña el lugar, los amigos. Son muchos años...", decía.


Un trámite
Con una vida prolífica en el hampa aunque restringida a los breves lapsos que estaba suelto, Tito Guerrero, que acumula 28 años de condenas diversas, tiene un anecdotario de colección. En 2001, merced a su comportamiento ejemplar le habían concedido salidas transitorias para ir solo de la cárcel al Hospital Agudo Avila a recibir consulta con un psicólogo. Disponía de 90 minutos para caminar las ocho cuadras de la prisión al Suipacha, tomar la sesión y volver a su celda.

Siempre era escrupuloso para ir y venir. Pero una de las veces, recuerdan en la cárcel, se desvió una cuadra. Pasó por la Sociedad Bíblica Evangélica, en Francia y 3 de Febrero, donde con dos compinches cometió un asalto a mano armada. Salió de allí y siguió tranquilo viaje al neuropsiquiátrico, recibió su terapia y franqueó con puntualidad irreprochable el portón del presidio.

En la cárcel de Rosario describen a Guerrero como un ser cortés y de conducta ejemplar. "Un tipo que pasó casi la mitad de la vida entre rejas, un reincidente crónico, que lleva el delito en la sangre. Pero también es un ladrón de los de antes, de los que usan la mínima violencia. Puede llegar a tirar, pero nunca va a tirar para iniciar un robo".

En Jefatura les parece algo cándida esa descripción. Un oficial jefe recordó que a mediados de los 80 Guerrero fue acusado de participar de un robo a una casa de artículos de audio en Sarmiento y Cochabamba, donde con una pistola 11.25 hirió de un tiro en la cara a un oficial del Comando de apellido Mamagna, al que le tuvieron que poner una plaqueta de platino por la fractura de un hueso facial.

El prontuario indica que en el 93 recibió 15 años por robo calificado y privación de la libertad, en el 96 se le computó una nueva condena y el cálculo dejó su deuda en 10 años y 7 meses. Siguió con una sentencia por robo calificado y privación de la libertad en 2002, por aquella vez que se desvió del Suipacha.

Algo era tan constante como sus condenas: el inobjetable comportamiento intramuros, que le abría las puertas de la cárcel donde era respetado entre los internos y delegados de pabellón. Por eso estaba disponible el 1º de diciembre. Su esposa, paraguaya, con la que tiene varios hijos, hizo un trámite para renovar documentación días antes del golpe. Luego llegó Guerrero con su arma de puño, precintos plásticos y serenidad de carácter para maniatar a la cónsul, su hijo y un empleado y llevarse 6.800 pesos y 3.300 dólares de la caja fuerte.

Su socio de ese atraco, Heriberto Vega, ya era famoso por muchos golpes, entre ellos el que dio el 28 de noviembre de 1998 contra un blindado por la ruta 33, en Venado Tuerto, donde resultó muerto a tiros el suboficial Luis Basiglio. Muy limitado por su afección cardíaca, Vega estaba por esos días con un transitorio arresto domiciliario por su operación en la Fundación Favaloro, donde se habían resistido a atender a un preso. Vega no estaba recuperado pero su paladar lo impulsó al Consulado ni bien tuvo la oferta.

Sin aliento para intentar nada, Vega quedó congelado con la plata, fue detenido y volvió a la cárcel de Riccheri y Zeballos, donde su aspecto consumido ofrece una imagen inofensiva. La publicidad del golpe hizo que alguien en el penal recordara aquel timbrazo telefónico. "Hace unos días llamaron preguntando por Vega ¿Se acuerdan quién era?", dijo el memorioso.

El dato llegó a Jefatura. A las víctimas del robo les mostraron varias fotos con la de Guerrero intercalada para ver si alguno era el que había visitado el Consulado. Cuando apareció la cara de Guerrero todos los dedos lo marcaron.

Aquel día el socio de Vera, al escapar del Consulado, se había subido a un taxi, donde se le escapó un tiro cuando el chofer dijo que no lo llevaría. Bajó, trató de abordar una Fiat Fiorino estacionada en Mitre y Rioja que no pudo abrir y alcanzó a escabullirse entre el mar de gente de un día hábil a las 4 de la tarde.

El miércoles pasado, a las 2 de la mañana, dormía en el Fonavi de Mosconi y Olavarría cuando llegó la patrulla de Investigaciones a despertarlo. "No tenía nada que hacer, no hubo resistencia y nos acompañó", contó un oficial. Esta vez lo que dijeron los policías coincidió con lo señalado en la cárcel. "¿Ha visto? Tito es un tipo razonable".
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Heriberto Vega, uno de los asaltantes del consulado, fue apresado al salir del lugar.


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