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 sábado, 24 de diciembre de 2005  
Reflexiones
Reflexiones para la Nochebuena

Carlos Duclós / La Capital

Benjamin Franklin, un estadista y científico norteamericano tenía a veces raptos de pesimismo a pesar de ser un creador. En cierta oportunidad, y al hablar de las religiones, se preguntó algo que merece una reflexión: “Si los hombres son tan perversos teniendo religión, ¿cómo serían sin ellas?”. Franklin exageraba un poco al hablar en general del género humano, pues la humanidad no puede decirse que haya sido perversa. Sin embargo, bien podría asegurarse que un sector de la humanidad, el que históricamente obtuvo y tuvo el poder político y económico, fue no sólo perverso sino hasta cruel e impiadoso. En esta víspera de Nochebuena, en esta Navidad, no podría asegurarse con mayor certeza que este grupo humano ¡tan notorio y laborioso en nuestros días! se desembarazó, se despojó del espíritu navideño. El poder político y económico, y especialmente el poder omnímodo, que tiene plena mayoría y fuerza suficiente, se suele envanecer y adopta medidas por sí y para sí ingresando en la perversidad y la injusticia.

  La falta de fuerzas que equilibren las consecuencias del saber que “todo se puede” es un hecho peligroso para la sociedad, una situación causante de muchos males. Hay poderes absolutos y absolutistas que han sumido a la sociedad en un desesperante presente y un temible futuro. Para no caer en la inequitativa distribución de las responsabilidades debe decirse que en Argentina, por ejemplo, algunos gobiernos, aliados con sectores financieros y económicos, se erigieron en absolutos, fueron absolutistas y sumieron en la más injusta de las dependencias al pueblo que les tocó conducir. Lamentablemente, a su turno, la alternativa política fue, por acción u omisión, peor: algunos debieron irse antes de tiempo entregando el país en medio del caos, otros se fugaron en helicópteros y otros habían huido antes en medio del estupor popular, concretando renuncias a sus altos cargos pocas veces vistas en el mundo. A estos últimos hoy se los ha premiado con el retorno a la función pública sólo por pensar igual que el poder de turno.


¿Sólo con esperanzas?
Volviendo a Franklin y su pesimismo, no puede menos que recordarse algo que decía y que es lo que “supervive” en una parte del corazón argentino y de otros pueblos: “El que vive de esperanzas muere de hambre”. ¿No es un poco lo que le ha sucedido a la sociedad argentina siempre? Una sociedad, o al menos una parte de ella, que ha esperado siempre al líder, al “mesías político” que viniera a rescatarla de tantos males y penurias. Y siempre, también, esta sociedad ha muerto de diversos hambres. ¡Desde luego que tenía que ser así! Necesariamente debía morir de hambre, literal y no literalmente, gran parte de este pueblo, por cuanto no han existido mesías, sino verdaderos anticristos de la política. Anticristos al servicio de anticristos aún mayores, con sede en las grandes ciudades del mundo y concentrados en organizaciones poderosas como, por ejemplo, el Club Bilderberg o el Council on Foreing Relations. Muchos de los ministros que pasaron por el mando argentino, peronistas y no peronistas, en los últimos años, estuvieron vinculados a estos centros de poder que gobiernan al planeta. Centros que no sólo dirigen la economía, sino hasta cuestiones culturales por cuanto conocen perfectamente que el desmoronamiento de la cultura es funcional a sus propósitos siniestros en lo económico. Claro que pensar que estos métodos de sojuzgamiento de las sociedades subdesarrolladas sólo son utilizados por el ala derecha del mundo es limitar la cuestión. Porque así como el neoliberalismo tuvo y tiene sus representantes, así también el socialismo internacional tiene los suyos y tiene también intereses. Y tales intereses son también económicos y para alcanzar sus propósitos no escatiman esfuerzos en actuar sobre la cultura en las sociedades que pueda y como se pueda, porque también sabe que torcer el acervo es reinar. Así los pueblos del mundo subdesarrollado parecería que se debaten entre lo que suponen lo menos malo y esperan; y casi siempre mueren en la espera, como decía Franklin.


¿Por qué sucede esto?
El porqué sucede esto es bastante fácil de responder. Hay pronóstico, lo difícil es tomar el remedio para lograr la cura. ¿Por qué el descalabro social en el mundo? Por la falta del espíritu navideño y espíritu mosaico en el corazón de los líderes de uno y otro signo. Podría decirse también que por la excesiva esperanza rayana con la resignación en los pueblos. No es casual que tanto el neoliberalismo como cierto socialismo procuren desarraigar el espíritu religioso del seno de la humanidad estigmatizándolo. Estos clubes privados de la derecha u algunas organizaciones de la izquierda, asentados en ciertas ciudades del mundo, saben que sus principios no son compatibles ni con los principios de Jesús, ni con los principios de Moisés ni con aquellos de cualquier religión monoteísta. No sólo que no son compatibles, sino que atentan contra sus propósitos. Tales poderes mundiales conocen mejor que muchos fieles y religiosos (lamentablemente), que la gran preocupación de Dios es “la cuestión social” y por esa cuestión social se produce primero la liberación del pueblo judío de la mano de Moisés y después la otra liberación de la mano de Jesús. Veamos algunas de las enseñanzas de estos líderes religiosos. De Moisés: dejar el remanente de las vendimias a los pobres; perdonar las deudas en el año de remisión; tratar con igualdad a los litigantes; caridad; prestar al pobre; devolver a su dueño la prenda con garantía cuando este la necesite; pagar al jornalero el mismo día; que el obrero pueda comer de aquello con lo que trabaja; ley de daños; etcétera. De Jesús, que también observaba todas las leyes mosaicas: bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; bienaventurados los pobres, los misericordiosos, los mansos; el que trabaja merece su salario; dad y se os dará; caridad; vende cuanto tienes y dáselo a los pobres; dificilmente un rico (entiéndase avaro, el que entorpece el normal flujo de los bienes) podrá entrar en el reino de los cielos, etcétera.

  Claro que en este mundo globalizado, en donde el individualismo ha ganado el corazón de muchos hombres y la competencia invita a destrozar al prójimo, estas palabras moverán a risa. Y mientras los anticristos, disfrutan del poder y sus seguidores con una sonrisa comen de las migajas que caen de la gran mesa, una gran masa de pobres (pobres en muchos sentidos) viven en la desgracia o caminan hacia ella (¿No es acaso eso el infierno?) Y todo, querido lector, porque nadie entiende bien el tremendo significado de la Nochebuena. Ese significado lo plasmó un Franklin optimista con estas palabras: “El mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosnas, sino que puedan vivir dignamente sin recibirla”. Pero para el poder de siempre y de nuestros días los pobres (pobres en el sentido lato) no son seres humanos, son sólo eso: pobres. De todos modos, y como no se puede contra la verdadera omnipotencia, la Navidad se habrá de producir ¿por segunda vez? ¿Por primera vez? Para los que tienen hambre y sed de justicia eso será lo de menos.
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