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 miércoles, 26 de octubre de 2005  
El apoyo santafesino resulta clave para la vacuna nacional Candid I
El Instituto Maiztegui de Pergamino hace ensayos clínicos contra el virus Junín con voluntarios del sur provincial

Rodolfo Montes / La Capital

Nativa, argentina y única en el mundo; sigue provocando dolores de cabeza y muertes; es una especialidad de la Pampa Húmeda de la que no cabe estar orgulloso: se llama fiebre hemorrágica argentina o mal de los rastrojos y no se da por vencida. Por su causa ya son 14 los casos fatales en lo que va de 2005.

La enfermedad afectó a 25 mil personas -400 muertos en tres décadas, según registros- y tiene epicentro en el sur de Santa Fe, norte de Buenos Aires, sudeste de Córdoba y nordeste de La Pampa, pero podría erradicarse con la vacuna Candid I de fabricación nacional.

El ensayo clínico para tal objetivo comenzó con la inscripción de voluntarios. La convocatoria inicial fue exitosa ya que se adhirieron 1.700 personas, pero cuando se enviaron las citaciones para empezar los chequeos previos mucha gente desertó.

En los pasillos del Instituto Maiztegui se dice que hasta ahora en los ensayos "nos salva la gente del sur del Santa Fe", porque la movilización realizada por comunas santafesinas fue muy importante. Por ejemplo, el intendente de Pavón Arriba contrató colectivos para acercar hasta Pergamino a unas 150 personas. "Muchos de ellos son hijos, sobrinos o nietos de los que en la década del 80 participaron del primer ensayo", destacó a La Capital la doctora Delia Enría, directora del Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas.

Raúl Alberto Miljevic no dudó en llevar a dos de sus hijas desde Alcorta hasta Pergamino. "La enfermedad es una preocupación familiar. Mi esposa y yo nos vacunamos y ahora queremos que nuestras tres hijas también lo hagan a medida que vayan alcanzando la edad necesaria para poder recibir la dosis". Por eso Ana Laura, de 16, y Lucía, de 19, ya son parte de las tantas santafesinas que apoyan la producción de la Candid I en el país.

Juan Carlos Jacobs viajó desde Arroyo Seco junto a otros nueve empleados de la firma Puerto Arroyo Seco, una planta acondicionadora de granos. "Fue una iniciativa de la empresa que nosotros aceptamos", manifestó Juan Carlos quien conoce a varias personas que sufrieron el mal.


Pocos voluntarios en Pergamino
La enfermedad está presente en la provincia de Santa Fe, y Rosario, Bombal, Pavón Arriba, Alvarez y Villa Mugueta son algunas comunidades testigo de los últimos casos. Paradójicamente, la baja de voluntarios que complicó los plazos del estudio se registró en Pergamino, escenario de la lucha científica contra la enfermedad.

"Esta zona se ha olvidado de la fiebre hemorrágica, cree que no existe. No se da cuenta de que si bien logramos un gran control todos los años hay enfermos e incluso muertos", advirtió Enría. La ingeniera agrónoma Carla Delucchi recordó que "había oído hablar de la enfermedad pero no sabía que podía llegar a ser mortal".

El desconocimiento fuera del área endémica es casi total, pero cuando se revela cómo actúa el virus no quedan dudas para apoyar al ensayo clínico. "Por formación científica, además, conozco la importancia que tiene participar", agregó Carla.

Este estudio se desarrolla con un subsidio de 415 mil pesos de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, que se está ejecutando con las demoras propias del Estado. Por eso resulta crucial el apoyo económico que brindan las comunas santafesinas y entidades como Agricultores Federados para movilizar voluntarios.

Unas 250 mil personas en riesgo la recibieron entre 1990 y 2003, año en que las campañas de vacunación se suspendieron por falta de dosis fabricadas en Estados Unidos por un convenio con la Argentina, que entonces no contaba con infraestructura para la elaboración propia.

Ahora, para volver a ofrecer la prevención se necesita aprobar la Candid I producida por primera vez en el país. En eso están en el Maiztegui, principal referente de la enfermedad donde necesitan demostrar su efectividad tras un largo proceso con demoras por falta de presupuesto y de decisión política.

El paso a dar resulta imperioso y en el país del norte ya dijeron que no las volverán a producir porque no despierta ningún interés comercial ya que sólo afecta a una zona muy reducida. "Por lo tanto estamos frente a un problema de salud pública que debe resolver el Estado argentino", apuntó a la doctora Enría.
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los voluntarios son los que sostienen los estudios clínicos.

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