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 miércoles, 26 de octubre de 2005  
EDITORIAL
El valor de la literatura

La reciente finalización de la Feria del Libro rosarina y la presencia en el país del gran narrador portugués José Saramago, premio Nobel 1999, funcionaron estos días como ejes simultáneos de la revalorización de un concepto olvidado o subestimado: la importancia de la literatura en la formación de los jóvenes.

Entre las más de setenta mil personas que pasaron por el exitoso evento que tuvo por sede al Centro Cultural Bernardino Rivadavia debe destacarse, justamente, la presencia de los escolares, que llegaron de la mano de las instituciones donde cursan sus estudios. Y cuán valiosa resulta, sin dudas, la proximidad física de los chicos con el libro: que hayan podido curiosear entre ellos, hojearlos, reconocerlos como objetos vinculados con el placer y no con la obligación.

Tal como lo expresó sencilla pero contundentemente ayer el notable novelista lusitano que escribió, entre otras obras recordables, "El año de la muerte de Ricardo Reis" y "Ensayo sobre la ceguera": "La literatura tiene mucho para enseñar. Enseña lo que tiene que ver con la persona: sus sentimientos, sus sueños, sus reflexiones, la alegría y la tristeza", reflexionó Saramago, dueño de una nítida impronta humanista.

Lamentablemente, muchas veces pareciera que tan simple verdad se olvida. En las escuelas, el contacto directo de los alumnos con el texto suele verse postergado o mediatizado por las penosas fotocopias. Hace falta que los chicos tomen el libro con sus manos, única manera de descubrir su poder tan real como milagroso.

Estamos hablando aquí, por cierto, no del manual o del libro técnico sino de la ficción o la poesía. Estamos haciendo referencia a esos mundos autónomos que constituyen el corazón del hecho artístico y, obviamente, literario. A eso se refería Saramago: a cuánto más se puede aprender acerca de la vida leyendo a Homero, Rabelais, Cervantes, Shakespeare, Tolstoi, Proust, Kafka, Antonio Machado, Joyce, Neruda, Faulkner, Cortázar, Juan L. Ortiz o Saer que un manual o un texto especializado.

La gran literatura, aquella que está hecha de materia efímera que se convirtió en eternidad merced al talento de los creadores de la palabra, posee un valor pedagógico que trasciende la esfera de lo práctico y lo coyuntural: se trata, en verdad, de una auténtica formadora de almas.
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