Año CXXXVIII Nº 48909
La Ciudad
Política
Economía
Información Gral
La Región
El Mundo
Opinión
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Educación
La otra mirada


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 16/10
Mujer 16/10
Economía 16/10
Señales 16/10
Educación 15/10
Salud 12/10

contacto

servicios
Institucional

 sábado, 22 de octubre de 2005  
Editorial
Fútbol y violencia

La sucesión de delitos que se cometen tras cada partido sugiere reflexionar si no ha llegado la hora de suspender el fútbol en Rosario hasta tanto los poderes públicos puedan garantizar la vida y bienes de los ciudadanos.

Por segunda vez en poco tiempo la ciudad debió soportar que grupos de marginales ligados a Central y Newell's pongan en peligro la vida y bienes de los rosarinos. Esta vez la violencia estalló tras el partido que Tiro Federal y Central protagonizaron en el Coloso. Además de destruir parte de los baños y otras instalaciones rojinegras, la hinchada de Central -según algunos testimonios de los vecinos- se enfrentó a piedrazos en las inmediaciones del estadio con hinchas de Ñuls. Resultado: comercios, casas y otras propiedades sufrieron daños aunque por milagro no hubo heridos de gravedad.

Tiempo atrás ocurrió algo similar después del clásico por la Copa Sudamericana. Los comercios y viviendas de bulevar Avellaneda fueron testigos de la increíble agresión por parte de los simpatizantes de Ñuls.

Durante los primeros días de noviembre está programado, aunque aún sin fecha, otro encuentro clásico, esta vez por el campeonato local. Por los antecedentes inmediatos es casi obvio pronosticar que habrá incidentes afuera del estadio y nuevamente se pondrá en riesgo la vida de los ciudadanos.

Mientras delincuentes de uno y otro equipo planean cómo agredirse cada vez con más efectividad, las autoridades asisten impávidas a un festival de violencia peligrosamente imparable. Es increíble que ningún operativo de seguridad pueda impedir los desmanes y evitar que la fiesta del fútbol se convierta en un show irracional y violento.

Si los gobiernos municipal y provincial no pueden impedir -cada uno en el área de su competencia- la sucesión de delitos que se cometen durante y después de los partidos, la única solución es apelar a una drástica decisión: suspender el fútbol en Rosario. Parece una medida exagerada pero sería una forma de prevenir algún desenlace más trágico a los ya conocidos. Si durante los últimos incidentes alguna persona hubiera resultado herida o muerta hoy no se estaría hablando de otra cosa y la interrupción del fútbol estaría obviamente contemplada entre las medidas a tomar.

El fútbol, que moviliza a miles y miles de personas en todo el país, debe enmarcarse dentro de los límites de la racionalidad. En otras latitudes, como en Europa, los estadios de fútbol no cuentan con vallas perimetrales y el público disfruta del partido sin ingresar al campo de juego. La Argentina -Rosario en los primeros lugares- está en una etapa de "civilización futbolística" anterior a esa situación de mayor libertad y responsabilidad. Aquí sería impensable retirar las vallas cuando no se puede impedir que la gente ingrese a la cancha con bombas de estruendo o se agreda a piedrazos a la salida.

Con coraje cívico y responsabilidad gobernante, se debería analizar profundamente si es posible continuar con este grado de violencia o suspender los partidos hasta tanto la situación pueda controlarse. Los poderes públicos tienen la palabra.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados