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 sábado, 17 de septiembre de 2005  
Los lápices de la memoria
Ayer se conmemoró un nuevo aniversario de la "Noche de los lápices", ocurrida en La Plata en el •76

Hace algunas décadas, el poeta y literato argentino Leopoldo Marechal escribió en una de sus obras, que "el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido -y agrega a continuación- hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria".

Ayer la memoria escolar argentina recordó un nuevo aniversario de los sucesos ocurridos 29 años atrás, cuando un grupo de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata fueron secuestrados de sus casas por grupos de tareas. Eran los primeros meses del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, dictadura que desde el 24 de marzo de 1976 inauguraba uno de los procesos más crueles y dolorosos de la historia del país.

"Se restaurará el orden en la educación", afirmó a poco de asumir la titularidad de la cartera educativa Ricardo Bruera, y manifestó que para cumplir con ello "si por desviaciones eventuales llegase a ser necesario -por el bien común- serán separados los alumnos, los docentes e incluso los establecimientos". La Operación Claridad, eufemismo usado para dar nombre al proceso de "depuración ideológica" en la educación argentina estaba en marcha.

"Los llevamos para interrogarlos. Más tarde se los devolvemos señora", le dijo uno de los encapuchados a Nora Ungaro, mientras se llevaban de su casa a su hijo Horacio y a Daniel, compañero de la escuela, en las primeras horas del 16 de septiembre de aquel año (en la misma fecha que se cumplía un nuevo aniversario del golpe de 1955). En las oficinas de inteligencia de la policía bonaerense se bautizó el procedimiento, con creatividad y cinismo, como "La noche de los lápices".

Esa misma madrugada también secuestrarían a otros adolescentes que, al igual que ellos, habían participado un año antes en las protestas por la obtención del boleto estudiantil secundario. Horacio Ungaro y Daniel Racero, junto a Francisco López Muntaner, Claudio De Acha, María Claudia Falcone y María Clara Ciocchini, todos jóvenes de entre 16 y 18 años militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), eran los nombres de los protagonistas involuntarios de aquellos sucesos.

El 21 de septiembre, día del estudiante, Pablo Díaz, amigo de los anteriores, también sería secuestrado. Y su testimonio, por haber sido el único sobreviviente de aquellas trágicas jornadas, sería fundamental para poder reconstruir el itinerario de horror por el que estos jóvenes transitaron en los infiernos de los centros clandestinos de detención.

También Emilce Moler y Patricia Miranda, militantes secundarias, fueron detenidas por aquellos días y reaparecidas tiempo después, aunque su testimonio no estuvo presente, por propia decisión, en el recordado juicio a las juntas militares. Los otros seis aún forman parte de los 257 adolescentes desaparecidos durante la última dictadura militar.

"No es posible que nos tengan tanto tiempo por lo del boleto secundario", dicen que manifestó uno de los chicos de "la noche de los lápices" en el encierro. Y era cierto. Porque para ellos, la pelea por el boleto secundario significaba una herramienta más en la cual expresaban su compromiso social.

María Claudia Falcone decía que "aunque el boleto no lo consigamos para nosotros quedará para futuros estudiantes". Por ello, no fue solamente la pelea por el boleto lo que motivó su desaparición. Eran sus vidas, comprometidas con fuertes ideales, las que "molestaban", de allí que su detención debía servir como un "escarmiento ejemplar" para otros.

Pero la memoria, como dijera Marechal, que recogen los pueblos como botellas arrojadas al mar, evoca cada vez con más fuerza la experiencia de vida de estos jóvenes. Por eso, en muchas escuelas del país, cada 16 de septiembre se conmemora "La Noche de los lápices", con la intención tal vez de que los sueños truncados de aquellos estudiantes sean las utopías de los jóvenes de hoy.

Matías Loja
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