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 domingo, 28 de agosto de 2005  
El viaje del lector: cuesta arriba por las sierras

Corría el mes primero del cuarto año del tercer milenio, cuando un grupo de forasteros, nativos de la aldea Gran Rosario, emprendían un viaje a bordo de sus naves, seis máquinas de 21 cambios y altas suspensiones, conocidas de ordinario como bicicletas. El trayecto había sido trazado de antemano, se habían calculado todas las distancias a cubrir, tiempos a emplear, lugares de reabastecimiento y hasta la melodía a entonar para la llegada al podio. Una vez que las máquinas estuvieron listas los pilotos, apodados "Zapu, Petri, Negro, Poli, Cani y Rulo", encomendaron sus vidas a su preferido supremo y largaron desde el Puente Rojo de Santa Rosa de Calamuchita hacia Villa alpina, pequeña comarca distante a 50 kilómetros y bajo los dominios de Francisco el Grande, noble señor de todo lo allí empotrado.

Los primeros kilómetros fueron transitados como burlándose de las pendientes y los muchachos jugaron a tirar cambios en cada subida y bajada. De pronto, a la entrada de la germana General Belgrano, una gran trepada los puso en aprietos, despojándolos de toda fuerza y de esperanza alguna. Ellos, sin querer fenecer en el intento, abrieron sus viandas y sacaron toda clase de alimentos nutritivos, cereales, energizantes, azúcares refinados y hasta creen haber visto dos patas de pollo y medio salame picado grueso. El tema era poder seguir cuesta arriba. O cuesta abajo.

El camino se hacía cada vez más difícil. Los instrumentos de navegación de cada acorazado marcaban promedios casi inconcebibles. Por cada kilómetro se demoraba una eternidad y se prometían hartas velas si se lograba el cometido.

En un momento el sol se alineó a 90 grados con la tierra. Sus brillantes rayos cayeron con toda furia. Así, el rey de todos los astros condenó a esas seis almas a un calvario y pasión. Los muchachos debieron dejar de pedalear para caminar, y mas tarde, tirar la toalla e irse al mazo. No tenían agua y el calor se volvió insoportable.

De pronto, como una alucinación, pasó un moderno carruaje que los asistió con agua y frutas, lo que permitió que pudieran seguir. Y cuando todo parecía acabar, una pequeña morada a mitad de camino los acogió con víveres y bendiciones.

En el pueblo de Athos Pampa el grupo se dividió en tres. En medio de un bello paisaje de pinos y montañas, dos pilotos salieron a romper el oleaje de lo desconocido, otros dos navegaron siguiendo las boyas que sus predecesores colocaban y los dos últimos fueron cerrando el capitulo del éxodo.

Luego de varias peripecias, aventuras, experiencias y anécdotas, las dos primeras bicicletas aterrizaron en la tierra de sus sueños. Pintorescas cabañas de estilo alpino y un serpenteante arroyo de agua cristalina, habitat natural de truchas arco iris, los recibieron con alegría y honores. Más tarde, los otros aventureros repitieron la experiencia.

La algarabía y sonrisa se plasmó en cada rostro, y más de un abrazo empapeló la espalda de cada uno. Si, era la lograda etapa de ese planeado rally.

En la Villa Alpina los atletas vivieron cuatro días inolvidables El viaje quedó en el recuerdo como una loca aventura,un logro para la "Comunidad de los tubos" y una excusa para la próxima.

Ariel Pol / (Ganador de esta semana)
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"La comunidad de los tubos", protagonista del deportista recorrido por las sierras.

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