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 domingo, 28 de agosto de 2005  
La alfombra mágica

Con su compañero de televisión también intentaría despegar a "Tiempo nuevo" del Proceso de Reorganización Nacional, cuando ya estaba todo perdido. Según la versión de Neustadt, en septiembre de 1982 el coronel Juan Fappiano, interventor de Argentina Televisora Color (las siglas ATC en que la dictadura había convertido al Canal 7 al terminar la era del blanco y negro), le anunció que no se podía hablar de Malvinas, de los desaparecidos ni de Elena Holmberg. Durante el programa del jueves 23, el conductor le preguntó a Grondona si lo mejor era tapar, tapar, tapar o investigar, investigar, investigar.

"Yo creo -contestó, acaso profesoral- que lo mejor es ventilar. Que se abra. Vivir la república es vivir la cosa pública. Lo mejor es que todo salga a la luz."

Esa noche, el cadete Güiraldes, uno de los invitados, habló del caso de su cuñada Elena Holmberg, asesinada por la Marina. Al día siguiente lo trasladaron a General Roca para que cumpliera un arresto de veinticinco días. Poco tardó la Secretaría de Comunicaciones en informarle a Neustadt que no se renovaría el contrato de "Tiempo nuevo": En los diarios, una solicitada de celebridades lamentó el fin del programa: firmaron Alvaro Alsogaray, Raúl Alfonsín, Italo Luder, Pinky, Ricardo Zinn, Antonio Cafiero, Avelino Porto y Marcelo Longobardi, entre otros.

El último favor de la dictadura a Grondona puede interpretarse como un pequeño símbolo. Alicia López, entonces inspectora del Banco Central, se topó con el nombre de Elena Lynch de Grondona durante su primera misión: una auditoría en el Banco de Galicia. En las planillas encontró que la señora había pedido un préstamo de un millón de dólares y declarado en dos palabras los fines de ese dinero: alfombra persa.

Según la contadora, los Grondona habían decorado su casa con un método perfectamente legal: el seguro de cambio por el cual el deudor se aseguraba un cambio fijo y una prima baja. Lynch recibió el dinero en 1982, pagó la alfombra y canceló su compromiso. Con un detalle: devolvió cien mil dólares. Gracias al seguro de cambio -nada fácil de obtener según López, luego directora de la Unidad de Investigaciones Financieras y especialista en lavado de dinero- los novecientos mil dólares restantes los absorbió el Estado. Forman parte de la deuda externa que Cavallo estatizó a su paso por el Banco Central.

Con la victoria del candidato de la Unión Cívica Radical el 30 de octubre de 1983, Grondona mantuvo la tradición de celebrar a cada nuevo presidente. En este caso, se centró en "la ética democrática de Raúl Alfonsín". No le importó que en sus primeros cien días el gobierno radical se moviera en sentido contrario -en el plano económico, político y cultural- a los intereses que él representaba: su obsesión se centraba en reinventar su historia. Dedicó un largo artículo al tema. En "El gran acusado"; ilustrado con una foto de Videla, describió tres tipos de actitudes: "los denunciantes"; quienes lo atacaron siempre; "los insistentes"; quienes lo defendieron, y "los principiantes"; categoría en la que se ubicó a sí mismo.

"Los que esperábamos mucho de él en 1976 advertimos ahora sus enormes limitaciones en relación a los enormes objetivos constitucionales que deben guiarnos. Somos principiantes porque empezamos el duro aprendizaje de los principios". Agregó algunas preguntas interesantes: "¿Nos defraudó? ¿O somos nosotros quienes lo abandonamos ahora? ¿Fue nuestra buena fe el instrumento de su poder y de su error? ¿O fue nuestra buena fe lo que lo llevó a realizar el trabajo sucio a favor nuestro, recibiendo como paga la ingratitud actual?".

Después del nacimiento de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), el juicio a las juntas -inédito en América latina y comparado con el de Nuremberg- encendió su alarma. Aun sabiendo de sus limitaciones -no se castigaría a otros responsables de la represión ilegal ni a los beneficiados política y económicamente ni a sus publicistas y defensores públicos-, advirtió sobre los riesgos de imparcialidad: "No hay duda de que el régimen militar cometió gravísimos abusos contra la libertad. No al abatir en la lucha a los subversivos. Sí al encarcelar a cientos de dirigentes como la señora de Perón o al gobernador Menem nada más que porque habían perdido".

La condena pública podía alcanzarlo pero, al menos desde una perspectiva estrictamente jurídica, estaba a salvo. Tanto que debió presentarse en el Palacio de Tribunales por pedido de los abogados defensores de los comandantes. Lo necesitaban para que declarase a raíz de los dichos de su colega Robert Cox

Durante los primeros meses de la dictadura, el director de Buenos Aires Herald mantuvo una buena relación con Videla y apoyó la política económica: una situación muy similar a la de Grondona. Pero, cuando se produjo el asesinato de los monjes palotinos, Cox empezó a conocer algunos casos de la represión ilegal. Publicó lo que sabía en su periódico, en The Washington Post y en cada tribuna que se lo permitió, hasta que las amenazas que recibía lo obligaron a marcharse. Antes, en un encuentro en casa de amigos comunes, Grondona le había dicho, en referencia al estado de la economía en la era Martínez de Hoz:

-Bob, relajate. Disfrutá del boom argentino. Te hacés demasiados problemas....

Fragmento de "El Doctor".
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Estilo. Grondona logró imponer su perfil de profesor, aunque aggiornado a la TV.

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