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 domingo, 05 de junio de 2005  
Agitación. El peligroso enfrentamiento social entre ricos y pobres
Mesa mantiene un frágil equilibrio de poder en una Bolivia fragmentada
Los anuncios del presidente, cuya popularidad sigue cayendo en picada, no logran poner fin a las protestas

Jorge Lewinger

La Paz. - Carlos Mesa, el debilitado presidente boliviano, intenta sobrevivir entre el petrolero y terrateniente oriente del país, representado por los desgastados partidos tradicionales que aún dominan el Parlamento, y un rebelde y heterogéneo movimiento social, cuyo liderazgo más visible es el socialista Evo Morales.

Lo novedoso de la situación boliviana es la incapacidad del poder oriental para imponerse al nuevo conglomerado de fuerzas sociales surgido de la rebelión popular que derrocó al neoliberal ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003, por lo que intenta remozar su tradicional tendencia al separatismo.

Por su parte, el movimiento social, que creyó alcanzar el poder en 2003 por la vía insurreccional que planteaban algunos dirigentes obreros y campesinos, como Felipe Quispe y Javier Solares, este último hoy cuestionado por su no desmentido pasado como represor del ex dictador Hugo Banzer, sólo pudo dar un limitadísimo paso adelante con la nueva ley petrolera.

Pero esta difícil amalgama de campesinos, pueblos indígenas, mineros, desocupados y estatales, tampoco pudo quebrar democráticamente -el camino que propone Morales- a la coalición de partidos que gobernó con el «Goñi» (apodo de Lozada) y que hoy intenta retornar al poder, desplazando a Mesa, acaudillada por su sucesor constitucional, el senador Hormando Vaca Díez.

Lo peligroso de este enfrentamiento social, de "ricos contra pobres", como lo definió Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS), es que estalle -como ya sucedió en varias agresiones de grupos de choque del movimiento cívico cruceño contra campesinos- el siempre latente racismo boliviano de blancos contra quechuas, aymaras y guaraníes (el 62,2% de la población boliviana es de origen indígena, según el último censo oficial.


Frágil equilibrio
Entre ambas fuerzas, el presidente Mesa mantiene un frágil equilibrio, con una popularidad claramente en baja, como reconocieron fuentes oficiales, y sostenido fundamentalmente por los altos mandos de las fuerzas armadas y la policía.

Las cúpulas de ambas fuerzas, pese a su histórica rivalidad y tradición golpista, hasta ahora se mantienen firmes en su defensa de la democracia y la unidad territorial de Bolivia, aunque el pronunciamiento de dos altos oficiales y un breve motín policial, de los que dio cuenta la prensa, muestran el inocultable descontento que recorre las filas de los uniformados.

Mesa devino presidente luego de romper con Sánchez de Lozada -de quien fue vice- por la sangrienta represión contra los movimientos sociales que se rebelaron en la "guerra del gas" en octubre de 2003. El mandatario no puede permitirse un sólo muerto en el control de la creciente protesta popular de las tres últimas semanas, si quiere mantener el apoyo militar y policial y su alicaída popularidad, según dijeron varios analistas.

Esa es, tal vez, la principal bandera de legitimidad que esgrime Mesa para diferenciarse de su antecesor en el cargo. Por eso, la Cámara de Industriales y Comerciantes (Cainco) de Santa Cruz y la Confederación Agropecuaria del Oriente (CAO), que le exigió a Mesa que gobierne o renuncie, en realidad le reclama que ponga en caja a cualquier precio a los movimientos sociales que hoy desafían el poder del oriente petrolero, corazón del «establishment» boliviano.

Para intentar salir de la encerrona y recuperar la iniciativa política, el presidente Mesa llamó por decreto a elegir constituyentes y definir un referéndum autonómico en un sólo acto electoral a realizarse el próximo 16 de octubre. Más que un acto de validez jurídica, ya que el Congreso tiene todas las atribuciones para rechazarlo cuando se reúna el próximo martes, la convocatoria simultánea es un gesto político para evitar el desborde social haciendo suya una de las principales banderas de la protesta popular que hoy paraliza a Bolivia.

La reacción inmediata de Morales fue decir que ese gesto presidencial, "bien intencionado", es sin embargo tardío e ilegal, por lo que no garantiza que el referéndum se vote junto a la Asamblea Constituyente, es decir, que en vez de ser un paso hacia la secesión, sea una "justa aspiración en el marco de la discusión de una nueva Constitución que mantenga unida a Bolivia".

Más tajantemente el oriente rechazó de plano la convocatoria presidencial, más allá de razones legales, porque quiere que la autonomía no sea sólo política sino para el control de todos los recursos naturales de sus departamentos.

Algunas voces del MAS, como la dirigente campesino Román Loayza, pidieron por primera vez el adelantamiento de elecciones, un tema que hasta ahora había sido expresamente rechazado por el líder de ese partido.

Mientras tanto, el ex presidente Jorge Quiroga, que completó en 2000 el mandato de Banzer, enfermo de un cáncer terminal, un hombre de derecha y buenas relaciones con EEUU, mantiene su hermético silencio. Pero sus seguidores vienen planteando hace rato la necesidad de adelantar elecciones generales, de presidente y todo el Congreso, con la transitoria asunción de la primera magistratura par parte del titular de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez, un hombre afín a Quiroga.

Uno de ellos, el presidente de Acción Democrática Nacionalista (ADN), Mauro Bertero, aseguró que Quiroga es el único que puede triunfar en las urnas sobre Morales, estabilizar a Bolivia y garantizar la recuperación del poder para el «establishment» de este convulsionado país.
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