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 domingo, 05 de junio de 2005  
Interiores: el año del Quijote

Jorge Besso

Miguel Cervantes Saavedra vivió entre 1547 y 1616 y su novela "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" abre el siglo XVII con la primera edición en el año 1605, lo que motivó especialmente en España, numerosos actos, jornadas y una cantidad de artículos, algo especialmente raro tratándose de la cantidad, y en este momento a la mencionada cantidad se le está sumando el presente artículo y vaya uno a saber cuántos más y en qué rincones. Para muchos se trata de la novela fundadora de la novela, lo que quiere decir la que inaugura la novela moderna y de la que se viene hablando desde hace 400 años y de la que seguramente (salvo catástrofe del mundo) se hablará otros 400 más, y para colmo es posible que me quede corto.

No siempre se advierte que en un mundo al que todavía le faltaban 400 años para globalizarse Cervantes era contemporáneo de Shakespeare, y ambos logran una inmortalidad diferente. En el caso del gran escritor inglés se hace inmortal a través de una obra que viene atravesando los siglos y seguramente seguirá su viaje por la historia y, lo que es más importante haciendo la historia, porque nunca se terminará de leerla. En cambio el Quijote es la novela que inmortaliza a Cervantes, pero al mismo tiempo el ingenioso hidalgo leído durante siglos se transformó en un personaje con una edad intemporal.

Es curioso, pero también se podría decir que es una novela que no es de fácil lectura, al punto que algunos escritores ilustres no han tenido empacho en decir que no la han leído. Hace 400 años que don Quijote, el caballero andante, habita en la lengua que lo hizo inmortal y en la lengua que él también expandió más allá de las fronteras siempre tan invisibles como pretendidamente infranqueables de todo idioma.

Ciertas figuras de la célebre novela son utilizadas aun por quienes jamás la han leído y tal vez nunca la lean como puede ser el caso de la figura más conocida de todas, aquella que sentencia de alguien que persigue o que está en una suerte de lucha imposible, pues se dirá de ese alguien que está "luchando contra los molinos de viento", en tanto y en cuanto está peleando contra enemigos imaginarios al modo del valeroso caballero de la Mancha que transformaba a los molinos en caballeros armados capaces de hacer huir a cualquiera con un mínimo de sentido común. Pero no al caballero andante capaz de desafiar cualquier realidad, haciendo de esta novela y de este personaje, una novela y un personaje que no le cantan, precisamente, al sentido común, sino que más bien lo atraviesan de una punta a la otra ya que el bendito sentido común está compuesto por los cánones de toda época: de cómo se debe escribir, cantar, comer, amar, y en resumidas cuentas de cómo se debe vivir.

En estos días y en especial en el pasado mes abril, los artículos, actos y homenajes a Cervantes y al Quijote pulularon por todos los medios, en especial los españoles y los de habla hispana, lo que lleva a un escritor español como Juan Goytisolo a imaginar un estadio más grande que todos los estadios albergando académicos, historiadores, sociólogos, críticos, y muy especialmente a los especialistas cervantinos metidos todos en una agria disputa por determinar el contenido real del libro. Tarea más bien imposible, aun para un Quijote que se propusiera lo contrario del caballero andante y se lanzara a limpiar el libro de todo lo que tiene de improbable ya que, con toda probabilidad, siempre habría un personaje que se le escaparía en su rebelión a los cánones establecidos.

De la montaña de palabras de estos días, sobresale el elogio de la novela que hace el escritor mexicano Carlos Fuentes y que titula "Elogio de la incertidumbre". La afirmación central del análisis de Carlos Fuentes, y a la vez, su tesis respecto de la máxima novela de la lengua española es la siguiente:Cervantes, en el Quijote, pone en cada página, a prueba la realidad. Pero no niega. Afirma: hay una realidad del mundo en la medida en que hay una imaginación del mundo. Y esta es una afirmación válida para ayer, hoy y mañana.

El elogio del Quijote, de la imaginación y de la incertidumbre son uno y el mismo elogio: el canto y el elogio de lo humano, en tanto y en cuanto son la imaginación y la incertidumbre lo que nos diferencia del resto de la escala general de lo viviente, y no tanto la razón como cree cierta soberbia humana. Los animales, hemos dicho, siguen las razones de su especie. Salvo intromisión humana. ¿En cambio, cuáles son las razones de la especie humana? ¿Cuáles son las razones para el bien? ¿Cuáles para el mal? Haría falta una Asamblea Mundial para ponerse de acuerdo en qué se entiende por el bien y el mal, asamblea que muy probablemente confluiría en un desacuerdo (lo que hablaría de las distintas realidades sociales e históricas).

Fuentes, en la mejor tradición del Quijote, no sólo no cree en la oposición entre realidad e imaginación, sino que coloca a la imaginación como condición de la realidad. Es decir que sin la imaginación el mundo no se enciende y por lo tanto no se hace realidad. Sin duda que tenemos una realidad aproximadamente compartida que es la que permite los encuentros y aún los desencuentros cotidianos, pero más allá de eso, el mundo es un cúmulo de realidades que ninguna pretendida globalización puede uniformar al punto de que sea una. El año del Quijote es el año de la imaginación que sería como el as en la manga que se guarda la libertad frente a un poder que lo quiere todo, la bolsa y la vida de la gente pero que nunca nos podrá robar la imaginación.
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