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 viernes, 18 de marzo de 2005  
Tras el derrumbe. Algunos clubes de la costa central cerraron sus muelles
Pescadores se resisten a dejar la barranca
Llevan más de 10 años viviendo bajo el parque Sunchales

"Acá tengo mi vida y si me sacan, me sacan también un poco de mi vida". Martín Ceballez tiene 60 años, habla sin prepotencia y con más resignación que bronca. La de Ceballez es una de las 12 familias de pescadores que viven al pie de la barranca del parque Sunchales, y que ayer recibieron con estupor la noticia de que el juez correccional Edgardo Bistoletti instó al municipio y al gobierno provincial a desalojar las viviendas ubicadas en diversos sectores bajos de la costa central y clausurar los muelles de esa misma zona.

Pero Ceballez no es el único que expuso ayer su resistencia frente a la posible mudanza. Fabián Celentano lleva 10 años viviendo sobre las pendientes del parque junto a su esposa y sus dos hijas. "Estamos remal, nos enteramos de golpe, por los medios", dijo, y preguntó: "¿Me quiere decir a dónde nos van a llevar?".

El juez Bistoletti busca "proteger la salud y la integridad física de las personas". Pero Ceballez y Celentano tienen sus argumentos para quedarse. "Somos pescadores, vivimos de la venta de peces y carnadas. Si nos vamos a otro lugar perdemos nuestro trabajo", aseguraron, para advertir que sus viviendas no están clavadas sobre pilotes en el río. "En tierra firme, ¿entiende?, que no se quiebra ni se desmorona", advirtió Ceballez golpeando el piso.

Ninguna de las familias de pescadores recibió ayer la visita de funcionarios o trabajadores sociales del municipio o la provincia. Tampoco del juzgado. "No sabemos qué vamos a hacer. Esta casa la armamos con mi familia, es el único lugar que tenemos", se lamentó Celentano, y recordó cómo todos sus amigos y parientes colaboraron para armar el dormitorio, la cocina y el baño. "Sacamos del río piedra a piedra para consolidar la barranca. Hasta mi mamá nos ayudó. Y en 10 años nunca tuvimos un problema. Ni un perro se cayó al río", señaló con bronca.

Al mismo tiempo, en los clubes de pescadores tampoco se había recibido ningún documento referido a la clausura. Sin embargo, algunos decidieron por cuenta propia no permitir el acceso de los socios a los muelles. "Es por las dudas. No vaya a ser que pase algo", se resignó José Borigelletti, intendente de la Peña Rosarina de Pescadores Deportivos.

La entidad, fundada en 1960, tiene unos 600 socios. Pero ayer al mediodía no había más que una pareja tomando sol en la terraza. "Más temprano vino alguna gente a pescar, pero como les dijimos que no podían ir al muelle, se fueron", dijo Borigelletti.

En cambio, el muelle de la Peña Náutica Bajada España estaba en actividad. Sobre él, unas seis personas probaban suerte. Entre ellos, Raquel Cáceres, una pastora evangélica que una vez por semana o cuando encuentra "algún agujero" en su agenda, se dedica a pescar. "Es un muelle sólido, si no fuera así no vendría, no subiría ni gratis", aseguró la mujer.

La Peña tiene unos 800 socios y por fin de semana suelen reunirse alrededor del muelle, los parrilleros y el comedor "entre 200 y 300 personas", según estimó el encargado del club, Oscar Gómez.

"El muelle está funcionando porque no hemos recibido ninguna notificación ni de la Justicia ni de la Municipalidad", indicó Gómez. Rápidamente recordó que la estructura fue construida a nuevo a principios de 2001, después de que un barco carguero chocara contra los pilotes. "Se hizo todo de cemento y la obra fue supervisada y autorizada por Vías Navegables. Por lo tanto no hay ningún peligro", explicó.

Como en la Peña Rosarina, en el Círculo de Cazadores Guillermo Tell se decidió anteanoche prohibir el acceso a los muelles. Por el espigón sólo caminaban ayer un par de obreros que hacían mantenimiento. "Temprano vinieron algunos socios pero ya no queda nadie -dijo un vitalicio de la entidad fundada en 1953-. Si hasta yo me estoy yendo", bromeó al cruzar el parque.
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