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 miércoles, 19 de enero de 2005  
candi
Charlas en elCafé del Bajo
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-Nos escribió Alberto San Dámaso, Candi y nos reprodujo una charla que tuvo en un café con un amigo respecto de la jubilación anticipada, ya aprobada en el Congreso de la Nación.

-Bueno, reproduzcamos esa charla entonces.

-Con mucho gusto:

-¿Vio mi estimado que el Poder Ejecutivo sancionó la ley 25.994 de jubilación anticipada, para los que tengan 60 años de edad y 30 años de aportes?

-Sí, pero déjeme que le detalle algunos puntos respecto de lo sancionado y lo que debería haber sido: 1) La ley es mezquina, como usted dice es para los que tengan 60 años y 30 de aportes, y por un término de dos años. ¿Qué pasa con el que aportó 30 años o más y tiene, por ejemplo, 54 años y como están las cosas sin posibilidad de reinsertarse laboralmente?

-Sabe que tiene razón. El y su empleador aportaron debidamente, se le debería reintegrar lo aportado. ¿De qué vivirá hasta los 65 años, que por otra parte es una edad muy avanzada para las expectativas de vida de nuestra región? Según las estadísticas, en 5 años está pasado a mejor vida.

-Sigo: 2) También dejaron afuera al que tiene 65 años de edad o más y le faltan aportes. Hay algo que se llama proporcionalidad, o sea pagarle de acuerdo a lo aportado. Hay otra posibilidad, cumplir con la Constitución Nacional donde está escrito "seguridad social, seguro social obligatorio, protección integral de la familia y la defensa del bien de familia" (esto último me recuerda algo: ¿Lo "acorralado" es bien de familia, es propiedad privada?)

-¿Y con eso que me quiere decir?

-Que el Estado, municipal, provincial y nacional se deben hacer cargo de esos casos, emplear a esa gente (porque el trabajo dignifica) y darles la posibilidad de que completen sus aportes.

-Pero eso es una carga financiera muy grande para el Estado.

-Mire, no me haga enojar, más grande es la carga que significan los 28 diputados nacionales (más sus asesores) de la Comisión de Previsión y Seguridad Social y otro tanto de la Comisión de Presupuesto, que estuvieron diez meses analizando el tema, para sacar lo que sacaron. Ahora déjeme que siga puntualizando: el tema es sencillo, hay que administrar correctamente los recursos; el Estado debe controlar debidamente a los grandes evasores, los certificados de obras públicas que se pagan y las obras que no se hacen o se hacen mal, los viajes innecesarios con grandes comitivas, presidente, gobernadores e intendentes que se mueven con la cohorte para inaugurar obras. ¡Si es posible habilitarlas por teléfono! En definitiva, hay que repartir mejor la torta.

-Tiene razón. ¿Sabe qué pasa? Necesitaríamos buenos dirigente (políticos, gremiales y empresariales) porque la mayoría deja bastante que desear. Se olvidan que los legitimantes somos nosotros, que le hemos entregado el poder. Necesitamos menos individualismo, más solidaridad, más honestidad y algún que otro filósofo.

-¿Qué le pareció la charla, mi querido Candi?

-Linda, y debo de reconocer que razón no le falta a Alberto. Es cierto, hay gente que trabajó, que hizo aportes, que por su edad ya no podrá tener otro empleo. ¡Cómo tenerlo, si después de los 45 años uno se transformara en un inútil!

-¡Qué tema ese para tratarlo y que participen los lectores, Candi! Yo le pondría por título: ¡Discriminados por su edad!

-Tiene razón, lo vamos a tratar en estos días. Pero sigo con el tema de Alberto. Y él, como digo, tiene razón. Pero ya es todo un milagro que las autoridades hayan dispuesto aprobar esta ley. Ley que, de paso lo digo y haciéndome eco de un pedido de mi amigo Armando, el Ansés debería diligenciar cuantos antes de manera que todos los beneficiarios puedan cobrar los haberes establecidos de manera rápida.

-Es imprescindible ello. Bueno, le agradecemos a Alberto su aporte, coincidimos con él y le pregunto, Candi, antes de la despedida: ¿Usted cree en la suerte? Es más, se lo pregunto a los lectores y les pido que junto con ello me digan si alguna vez tuvieron un hecho que consideraran fortuito y les cambiara la vida.

-¿Y eso a qué viene?

-No importa a que viene. Respóndame: ¿cree en la suerte?

-No, ya sabe que no y mañana le doy mis razones. Pero por allí algún lector dice que sí y cuenta una historia de cómo la fortuna le cambió la vida.

Candi II
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