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 domingo, 17 de octubre de 2004

La uña y una expulsión que no fue

Una anécdota muy sabrosa es la que le ocurrió con la uña del pie derecho. "Cuando estaba en el servicio militar, un pisotón de un caballo me quebró el dedo gordo del pie derecho y cuando me crecía la uña nueva se me salía y quedaba con carne viva. Entonces, me guardé la uña vieja (en un papelito de diario) para atármela y así podía jugar. En los torneos la ataba con un hilo, y en Argentino con una cinta adhesiva. Y en un partido ante Arsenal de Lavallol, una sucursal de Boca en la C, salté a cabecear con un rival que cuando cayó me pisó el dedo. Como putié y amagué pegarle una trompada, porque sentí un dolor impresionante, el referí me echó. Me apoyé en una pared de madera del vestuario que daba a la cancha y me saqué el botín. Al ratito salió la pelota, vino el referí y me dijo ¿se le pasaron los nervios? Bueno, entre de nuevo. Y como no existían las tarjetas nadie sabía ni se quejó. Nunca sentí que haya sucedido algo igual, jamás en la vida".

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