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 domingo, 17 de octubre de 2004

Ojo delator. Opiniones sobre la polémica denuncia del programa Puntodoc
Una forma de investigar que se transforma en una caja de Pandora
El escrache del médico Alberto Ferriols reabrió el debate en torno al uso de la cámara oculta en la televisión

La cámara oculta captura lo que no se muestra. Permite conocer verdades ocultas y desnudar mentiras públicas. Es un recurso del periodismo de investigación. Todas esas bondades no reducen un apreciable margen de riesgo, cuando ese ojo delator se introduce hasta lo más íntimo de la vida de las personas y la única ley que parece contar es aquella que dice que el espectáculo debe continuar. Ese debate volvió a actualizarse esta semana, después que el programa Puntodoc escrachó a un cirujano supuestamente acusado de mala praxis.

Para Pablo Sirvén, periodista especializado en análisis de la televisión, en la Argentina "hay uso y abuso de la cámara oculta" y las investigaciones periodísticas, "para evitar caer en terrenos resbaladizos", deberían hacerse en acuerdo con la Justicia.

Por su parte Sandra Valdettaro, docente de Epistemología de la Comunicación en la Universidad Nacional de Rosario, sostiene que la cámara oculta responde a la lógica de la televisión, tal como se da en un "discurso de contacto, con apelaciones emocionales, afectivas y pasionales que tienen que ver con la sintaxis del medio independientemente de los contenidos: la cámara oculta no es una aberración sino algo inherente al medio". La valoración de ese recurso cada vez más frecuente en las investigaciones periodísticas asocia términos contrapuestos: "la cámara oculta invade esferas del derecho privado pero ilumina zonas de poder que están tapadas".


Lo público y lo privado
Desde su uso masivo por parte de programas de investigación y de humor, la cámara oculta ha contrapuesto dos derechos indiscutidos: el derecho a resguardar la intimidad y la vida privada y el derecho a ser informado. Cuando la noticia revelada avanza sobre la privacidad de los protagonistas, la cuestión parece consistir en saber si la vida privada que se exhibe tiene alguna incidencia en los asuntos públicos. La disyuntiva se plantea con más fuerza en los programas de entretenimiento, donde la cámara oculta no responde a necesidades de información de interés público.

La cuestión, para Valdettaro, no es tanto la cámara oculta como la televisión. "Es el lenguaje de la televisión lo que enmarca una especie de adicción por el escándalo, muy cercano a la espectacularización. La cámara oculta aparece como instrumento para captar lo que no se ve. Y la televisión quiere mostrar lo que no se ve interrogando la lógica de lo oculto, del secreto, generando una pulsión de ver más profundo y cercanamente".

Pablo Sirvén vuelve sobre el punto de partida. "Lo que dice Puntodoc -apunta- es que el cirujano operaría a menores sin consentimiento de sus padres y que atendería en un lugar no habilitado. En ese sentido podría decirse que el mal menor de la cámara oculta estaría justificado por resolver un mal mayor, que sería el delito. Ahora, con lo que pasó después entramos en una zona bastante cuestionable, que tendría que ver con un acto privado, que uno podría reprochar, que podría ser incorrecto o patético pero que entra dentro de las prerrogativas que pueden tener los adultos".

Con respecto a la presunta transacción que mostró Puntodoc -condensada en el "sacáte todo", que exigía el cirujano a la paciente- Sirvén comenta que "desde que el mundo es mundo la economía se maneja por trueque, canje o con metálico. Este hombre, aparentemente, pedía favores sexuales. Pero no estamos hablando de una relación de poder ni de corrupción de menores sino de dos adultos que se están poniendo de acuerdo en cómo se paga un servicio".

Para Valdettaro, la televisión registra lo que está percibiendo la sociedad en un momento dado y trata de ir más allá de los límites establecidos. "Bajo esa lectura no habría que reprocharle cuestiones éticas a la cámara oculta, porque responde a la misma naturaleza de la televisión: es su ambiente el que tiende a la pornografía de la imagen. La televisión trata de escudriñar, adentrarse en la vida, en lo que define el componente corporal más que el componente intelectual, crítico".

En opinión de Valdettaro el periodismo en su conjunto está hegemonizado por una tendencia al sensacionalismo que se evidencia aún en los medios más serios. "La televisión interroga fuertemente a los otros medios, de tal modo que aun en la prensa más ortodoxa se hallan huellas de los intentos de la televisión por tejer lazos afectivos con su público".


El impacto de la prueba
"En la Argentina -opina Sirvén- hay un uso y abuso de la cámara oculta, ya sea para fines pretendidamente serios o de tipo humorístico, cómico tradicional -los bloopers- y en los reality shows, como el caso de Tamara. La cámara oculta debería usarse para hechos particulares, auditados siempre por la Justicia. Los programas de investigación deberían trabajar en tándem con la justicia, que la justicia esté cerca incluso para darle fuerza de valor a la prueba, si puede haberla a través de la cámara oculta.

Para el ex editor de la revista Noticias y autor del libro "Quién te ha visto y quién TV", "el abuso se puede medir cuando pasan estos episodios. ¿Qué resultado tenemos? ¿Se descubrió un delito, se probó un delito? ¿Esa persona tiene un proceso? ¿O todo quedó en el ruido, en el circo mediático? En otros programas, como «Telenoche investiga», lograron que se abrieran procesos importantes, como fue lo del padre Grassi. Ahí también hay impacto, un contenido fuerte, pero sustentado en un proceso judicial. Entonces la historia les sirve a todos, a la televisión espectáculo y a la sociedad, para escrachar a un tipo con las manos en la masa".

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Sin anestesia. Alberto Ferriols se plantó ante las cámaras y trató de defenderse.

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