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 domingo, 13 de junio de 2004

El montañismo y su auge rosarino

Rosario viene experimentando desde hace tiempo un auge del montañismo que se ve en un aumento sostenido de personas que intervienen en las distintas excursiones y expediciones. De la mano de emprendimientos locales cada vez más aceitados y de los cambios en el criterio del aprovechamiento del tiempo libre, los rosarinos ven en esa aventura un desafío y una experiencia irrepetible. No es casual entonces que la hazaña de los argentinos en el Himalaya haya despertado tanta expectativa en plena llanura. Claro está que después cada uno podrá hacer aquello para lo que está capacitado, y está claro que semejantes empresas quedan reservadas para unos pocos.

"Estas actividades surgieron como una alternativa diferente de conocer lugares, una forma no convencional con la que la gente se engancha cada vez más", asegura Jorge Vaglienti, de Acampartrek (www.acampartrek.com.ar), para explicar que "este fenómeno se está dando mucho en las grandes ciudades: la gente busca algo diferente que incluya alguna actividad deportiva, porque así se desenchufa totalmente, se olvida de todo porque realmente está aislada". Según sus cálculos, las actividades en montaña se incrementan entre un 20 y un 25 por ciento cada año.

Algo similar observan desde el Moutain Group. Jorge González, uno de los responsables, cuenta que mientras años anteriores juntaban grupos de 20 personas para ascender el cerro Champaquí, esta Semana Santa sumaron 60. "Los destinos más convocantes son el Champaquí y la Quebrada del Condorito, en Córdoba, y el parque provincial Aconcagua, en Mendoza", abunda.

Tanto Vaglienti como González aseguran que, salvo el caso del Champaquí, donde es una moda de las escuelas secundarias, la gente que consume este tipo de actividades es por lo general mayor de 30 años, y llega hasta los 50 o más. Que no sean actividades precoces puede tener más de una explicación. Primero, se vincula a una necesaria independencia económica; y segundo, suelen tener un costo más alto que el del turismo convencional por cuanto involucran equipamiento, indumentaria específica y a veces vehículos de traslado costosos. Pero González agrega un elemento más: "La alta montaña requiere de una madurez que a los 20 años es más difícil que se tenga", reflexiona.

Lo cierto es que la gente cada vez quiere llegar más alto. Y en esto Vaglienti es taxativo. "Nosotros tratamos de generar actividades para todos, pero por ejemplo, un trekking a plaza de Mulas (a 5.300 metros del cerro Aconcagua) es de alta intensidad. Y ocurre que los argentinos nos enganchamos en algo porque nos lo cuenta un amigo en un café, donde estamos calentitos, pero después la experiencia es bastante distinta. Un paseo por las sierras puede ser para todos, pero la cordillera ya es otra cosa, se necesita un equipamiento especial, un estado físico acorde y una adaptación previa. Es necesario que cada uno conozca sus limitaciones y ver qué es lo que más le conviene", dice, y advierte sobre la proliferación de viajes en los que no intervienen los guías de montaña: "Muchos profesores de educación física llevan contingentes por ejemplo al Champaquí, y ni siquiera los padres saben que no son guías profesionales".

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Algunos pretenden emular a los héroes del Dhaulagiri.

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