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 domingo, 02 de mayo de 2004

Opinión: Al trabajo con una sonrisa

Quique de María

En un tiempo se podía hablar de oficios raros. Si a uno lo contrataban, por ejemplo, como cebador de mates eso hubiese sido considerado un oficio exótico en cualquier tiempo y lugar. Amaestrador de tortugas, azafata de colectivo urbano, entran dentro de esta primera categoría. Podríamos citar miles de ejemplos. Mi cuñado -sin ir más lejos- se ganaba la vida en las mesas de chinchón del club, lo habían contratado cuatro atorrantes para que mezcle y dé porque a ellos les daba pereza. A veces se hacía unas extras revolviéndoles el café.

Luego están los oficios que se vuelven raros con el tiempo, como el caso del vendedor de ballenitas o el cobrador de cuentas, ocupaciones que han ido cayendo en desgracia porque tanto la ballenita como pagar cuentas son cosas que se han dejado de usar. Sin embargo, hay quienes se han empecinado en perseverar en dichas actividades y en estos casos el adjetivo raro no le cabría al oficio, sino al que trata de ejercerlo habiéndose registrado casos de muerte por inanición. Es indudablemente un tipo raro aquel que, por ejemplo, pretendería ganarse la vida reparando vitrolas a domicilio. Pero en definitiva, bosquejé estas ideas porque la gente de la redacción me pidió que me explayara sobre los oficios raros, lo que termina siendo una suerte de anacronismo ya que hoy el adjetivo raro se ha extendido a toda la especie de oficios. Nada más raro que encontrar uno. Ver tanta gente lanzada a esa búsqueda en tiempos donde hacer la cola para intentar dar con un empleo no es un acto menor de fe que ir a pedírselo directamente al mismísimo San Cayetano.

Todo esto me lleva a la conclusión de que hasta la fe es algo que cambia, que evoluciona con el tiempo. De última, es más útil conseguir un empleo que mover una montaña, que para mover montañas, secar ríos o hacer desaparecer selvas enteras ya están los grandes señores del dinero que son los mismos que han logrado que todo, pero todo oficio, se haya vuelto algo sumamente extraño.


Quique De María es humorista.
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