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 viernes, 30 de abril de 2004

La utopía de unir curiosidad, placer y aprendizajes en el aula

¿La escuela enseña a estudiar? Voy a contestar a esta pregunta a riesgo de ser muy dura: no, la escuela no prepara para estudiar. Más aún, la escuela aleja a los niños y adolescentes del estudio propiamente dicho (entendiendo por estudio el trabajo dedicado a profundizar y aprender).

Desde que un niño nace hasta su ingreso en la edad escolar desarrolla naturalmente un conjunto de actividades en torno a la construcción del conocimiento: buscar, explorar, preguntar, indagar, cuestionar, dudar, probar, crear, descubrir, profundizar, intuir. La mayoría de ellas consideradas por el diccionario de la lengua sinónimos de la palabra investigar.

Contrariamente, el modelo escolar en el que todos nos formamos enseña a encontrar más que a buscar, a responder más que a preguntar, a copiar y repetir más que a generar y crear, enseña más verdades que dudas, desdeñando esta última y evitando el error.

Todos estos procesos son inhibidores del proceso de construcción del conocimiento, son también contrarios al entusiasmo y la pasión que sentimos los investigadores cuando el problema no está resuelto, y la permanente necesidad de ir más allá de lo que tenemos a nuestro alcance, estudiando, es decir profundizando en determinado campo del conocimiento.

De modo opuesto, aquellos procesos conducen al aburrimiento y el trabajo ocioso. No podría serlo de otro modo cuando hay que estudiar lo que dijeron otros, lo que hicieron otros, lo que aprendieron otros, cuando pareciera que todo está dicho y hecho. Nada más lejos de las necesidades de desarrollo del conocimiento actual, cuando seguimos encontrando planetas, cuando necesitamos buscar una vacuna o medicamento que termine con el flagelo del VIH o cuando urge pensar en un nuevo sistema internacional que excluya la posibilidad de la guerra que atenta con la continuidad de nuestra humanidad.


Dos sistemas
Pareciera que se tratara de dos sistemas bien diferentes. Uno de ellos, el escolar, podríamos denominarlo sistema cerrado, tiende a reducir, a concluir, a acabar. Y otro, el de la investigación, sistema abierto, tiende a ampliar, a plantear, a comenzar Esta diferencia no señala su antagonismo sino la necesidad de su complementariedad, porque cualquier proceso de aprendizaje requiere de ambos.

Dentro de este modelo, en cuanto a técnicas de estudio se trata, la escuela ha intentado transmitir diferentes estrategias en términos de "técnicas de estudio" tales como resumir, sintetizar, realizar cuadros sinópticos, aggiornándose con la construcción de mapas conceptuales.

Estas técnicas presentadas como estrategia para abordar el conocimiento en la escuela son un ejemplo del modelo que la escuela propone para estudiar. El mismo interrumpe el proceso mismo de aprender, aquel que el niño pequeño naturalmente había comenzado y que precisamente para ser "exitoso" en el sistema escolar ha tenido que olvidar. Esto tal vez permita comprender por qué muchos célebres pensadores no eran "buenos estudiantes".

Este modelo tiene sus consecuencias en la vida de los alumnos. Cuando hablamos de matrices o modalidades de aprendizaje nos referimos a una estructura para aprender o estudiar que se ha practicado por más de doce años en algunos casos. Por lo cual replantear este modelo en el ingreso a la universidad (cuando nos escandalizamos con cifras y porcentajes acerca de lo que nuestros jóvenes "no saben") puede ser demasiado tarde.

La universidad tiene, en este caso, el desafío de rectificar estas matrices de aprendizaje. Y aunque esto implique un sobreesfuerzo a estas alturas, pero será cuando la universidad escandalizándose de los estudiantes que recibe no realice una propuesta que revierta esta situación educativa y ratifique de este modo las matrices heredadas.

Es preciso que todos los formadores de los distintos niveles reconozcamos que a estos estudiantes que "no saben estudiar" nosotros les hemos enseñado y seguidamente que revisemos el modelo escolar con el cual enseñamos a estudiar.

Este emprendimiento tal vez posibilite la ansiada relación que buscamos entre docencia e investigación, y más aún que la palabra estudio pueda ser asociada por nuestros estudiantes con las palabras curiosidad, placer, diversión y entretenimiento. ¿Una utopía? De eso se trata la educación.

Investigadora del Conicet

(Instituto Irice)

Cientista de la educación

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