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 sábado, 27 de marzo de 2004

Un encantamiento que supera al tiempo
Jethro Tull deslumbró en su última visita a la Argentina
El grupo festejó sus 35 años de carrera con un show impecable en el cual demostró su vigencia

Lo que puede contarse es poquito. Jethro Tull vino por primera vez a la Argentina en el 94 para tocar en Obras. Entonces festejaba 25 años de existencia. Eran los tiempos del uno a uno, especie de "ábrete césamo" para el rock, que permitía escuchar -más viejitos, pelados y con panza- a muchos de aquellos inalcanzables seres que muchos tenían colgados en los posters de la pieza.

A diferencia de entonces, la excusa para la actual visita, en el teatro Gran Rex, fue diferente: esta vez festejaban 35 años. En consecuencia, diez años más viejitos y pelados, pero las panzas, en cambio, parece que han sido víctimas de tratamientos diversos, dietas y otros vejámenes. Una lección que debería ser aprendida por más de uno.

Para sorpresa de todos, a las 22 en punto apareció sobre el escenario alguien con ese instrumento tan particular llamado stick. Su nombre: Guillermo Cides, un instrumentista argentino impresionante.

El resto de lo que puede contarse es que, además de Ian Anderson en flauta y Martin Barre en guitarra, el grupo está integrado por Andrew Giddins en teclados, Jonathan Noyce en bajo y Doane Perry en batería. Se puede agregar que las luces se apagaron a las 22:15 y que tocaron, con los bises, 20 temas, repasando 35 años de carrera.

Desde la primera vez que tocaron en la Argentina los fans del grupo se la pasaron diciendo "cómo no viste a Jethro Tull en Obras". Ahora, los que tuvieron la suerte de verlo por primera vez en el Gran Rex, comprenderán su entusiasmo.

Ahora viene lo que no puede contarse. La verdad, callada durante tantos años, es que los supergrupos de los 70, como Emerson, Lake & Palmer; Yes; Genesis y Pink Floyd, incluso Led Zeppelin y King Crimson, y hasta podríamos nombrar a Deep Purple, Gently Giant, Camel y Focus, todos, sin excepción, aprendieron de Jethro Tull. En dos compases de cualquier tema de Anderson se encuentran discos completos de aquellos grupos. Para ser más claro: si Bach viviera sería del Club de Fans de Jethro Tull, y Mozart seguramente sería el presidente.

Jethro Tull es Ian Anderson, autor eterno de toda la obra, genio y figura que como un duende selecciona con su varita mágica, una flauta, de tanto en tanto a algunos privilegiados para que lo acompañen. Excepto claro, Martin Barre, especie de otro yo musical, que tuvo la maravillosa desgracia de haberse juntado con él y permanecer 35 años a su lado, alternando la suavidad y la furia, el silencio, el corte abrupto que nos deja sin aliento y esos contrapuntos increíbles en que guitarra y flauta intercambian roles, tomando una el lugar de la otra.

Los restantes integrantes fueron tocados por la varita de Anderson y se convierten, por arte de su encantamiento, en músicos extraordinarios, de esos extraños y poco abundantes músicos conscientes de que la técnica y el virtuosismo son -sino es gimnasia- el vehículo del buen gusto. De lo contrario, aburren.

En Jethro Tull nada aburre y todo va sorprendiendo hasta el punto en que el público para de aplaudir y se deja llevar, mientras el hombre encanta a todos saltando de una punta a la otra del escenario y cuando no toca o no canta, dirige. Pero no dirige a sus compañeros. El dirige a la música, como si fuera una corriente de la cual es el único dueño, guiándola con sus manos, con sus piernas, dando la impresión de que el sonido sale de su cuerpo.

Es cierto que la voz no es la misma y tal vez por eso tocó muchísimo la flauta. Más que hace diez años. Pero también se podría decir que Ian Anderson inventó la flauta. Es una flauta especial: nadie más que él puede tocar así. El hombre fluye a través de la flauta y juega, haciendo participar a todos del encantamiento, como si pudiera levantarnos a todos y hacernos ondear por el espacio del teatro. Y a veces la deja, con todo respeto, en un pie a sus pies, y toma una guitarra acústica ridículamente chica como diciendo "también con esto hago música".

Con esa guitarrita comenzó a tocar "Thick As A Brick" y los fans, que ya estaban en las nubes, aplaudían, mientras otros se miraban y se rían embobados. También tocaron clásicos como "Aqualung", "Living In The Past", "Budapest" y "Locomotive Breath".

Lo más llamativo es que el teatro estaba lleno de padres con hijos adolescentes, unos y otros igualmente extasiados. Algo es seguro: cuando el grupo festeje sus 45 años, los ahora adolescentes van a estar ahí.

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El líder del grupo, Ian Anderson.

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