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 sábado, 27 de marzo de 2004

Rosario y el Congreso de la Lengua

Relacionado con el Congreso de la Lengua y en razón de "dimes y diretes" que tironean para sacar "tajada" de tan jugoso e incontrolable evento, creo es poco lo que debiera hacerse en Rosario para acoger a los visitantes; que supongo vendrán a tratar temas específicos de nuestro hermoso idioma y no a "husmear" si hay algún bache, alguna villa miseria u otra desprolijidad. Me recuerdan a la abolida "colimba": cuando había una inspección pintaban hasta las hojas de los árboles o cuando algún novio nuevo visita una niña y detecta que han pateado un "pucho" bajo la alfombra pues no alcanzaron a sacarlo antes de que llegara. Usando los recursos disponibles normales, más los beneficiarios de Planes, más algunos voluntarios, podríamos emprolijar la ciudad. Los cercos de obra y aceras deben ser arreglados de acuerdo a ordenanzas vigentes; algunos indigentes, que no son tantos y mendigan en las calles, debieran ser atendidos por los entes pertinentes, bienestar social, salud, etcétera. Hay obras de hace años, que pese a las reiteradas promesas de terminación, con creación de mano de obra, parecen sólo "versos". Ejemplo: Scalabrini, Estexa, los monobloques de Ayacucho y Mendoza, deben ser puestas en condiciones por sus propietarios. El lucro debe tener un límite razonable. Entre los "voluntarios" anotemos a los estudiantes y militantes de núcleos sociales convocándolos a no ensuciar fachadas con sus pintadas durante un tiempo y a limpiar las que "adornan" las facultades y las paredes de la ciudad. Hay muchos escritos carentes de sentido. El dinero ahorrado que supuestamente se invertiría en arreglos fatuos, podría destinarse a publicar libros, ensayos literarios o artículos periodísticos de escritores, periodistas, sociólogos, museólogos, antropólogos, etcétera, relacionados con el idioma, que intuyo en Rosario y su zona, hay en buen número y algunos de una calidad mayor o igual que los visitantes. Crearía o fomentaría los cafés literarios, remedo de viejos bares y cantinas donde nuestros abuelos desmenuzaban las políticas de sus pueblos de origen. Nuestros chicos guiados por especialistas dejarían la calle y serían partícipes de la renovación idiomática. Hay en Rosario sitios que con criterio sano y económico realista podrían restaurarse a tal fin, usándolos sin afán de lucro. Es una verdad de perogrullo pero real. En nuestra ciudad hay instituciones que enseñan italiano, portugués, inglés, alemán; pero ninguno que específicamente enseñe idioma español, como realmente debe hablarse. Además podríamos sugerir la inclusión de algunas palabras o modismos que nos caracterizan entre las gentes del mundo.

Hugo García Bisutti



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