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 domingo, 21 de marzo de 2004

[Nota de tapa] Pueblos en riesgo
Donde habita el olvido
Crispi es una localidad del departamento San Martin. Llego a tener 3 mil habitantes y hoy apenas alcanza a 200. Una historia que vale por muchas otras

Luis Emilio Blanco / La Capital

Al igual que centenares de urbes del interior del país, Crispi tuvo una época de esplendor y crecimiento en tiempos de inmigrantes, que veían a las grandes extensiones de tierras como sinónimo de progreso asegurado.

La historia de esta pequeña población del centro oeste santafesino, que antaño superó los tres mil habitantes y hoy apenas alcanza los doscientos, parece atada al olvido y al fracaso de un sinnúmero de sueños y proyectos que alimentaron la esperanza de resurgir, generación tras generación.

Más allá de historias y conjeturas, entre los vecinos se discute si las causas de haber quedado rezagados del progreso obedecieron a cuestiones económicas, geográficas o naturales. Quizás la suerte que corrió el pueblo tenga un poco de cada uno de esos factores, que a través de los años lo convirtieron en un sitio olvidado.

Para llegar a él, es necesario recorrer veinte kilómetros, por una ruta que alterna tramos de tierra y de ripio, desde el kilómetro 64 de la ruta provincial 13 hacia el oeste, cerca del límite con la provincia de Córdoba. En el acceso, un arco da la bienvenida y a unos quinientos metros hacia el sur se encuentra la plaza central. Sobre las calles que la circundan se ubica la mayor concentración de viviendas; en las laterales comienzan a alternar casas con terrenos baldíos.

El primer contacto con un vecino basta y sobra para apreciar la bondad y el espíritu hospitalario característico de los lugareños que, en su mayoría, se dedican a actividades agropecuarias.

Alrededor de la plaza se sitúan la comuna, el club social, la escuela primaria, el dispensario, la comisaría, el juzgado de paz y un almacén de ramos generales que provee a los pueblerinos y a quienes viven en la colonia -la más grande del departamento San Martín-. Cuentan que en épocas de esplendor allí se podía comprar desde una aguja hasta una cosechadora.

Hay un solo policía que vive en la comisaría, que ante una emergencia solicita ayuda a través de la radio a sus pares de Sastre. De esta ciudad también es el médico que visita una vez por semana el dispensario, que durante el resto de los días es atendido por una enfermera. La comuna, además de los servicios básicos, administra un sistema de distribución de agua potable, un comedor para los niños y la ambulancia.

El Club Social y Deportivo Crispi históricamente fue sede de los grandes acontecimientos. Allí todos los habitantes conservan la tradición de reunirse como una gran familia, para festejar la Navidad, las fiestas patronales y el día de la independencia.


LAS CAUSAS
Desde su fundación, Crispi sufrió la migración de jóvenes, quienes al finalizar la escuela primaria emigran hacia otras ciudades para continuar sus estudios. Los que volvieron se pueden contar con los dedos de una mano.

Pero la mayor causa de incomodidad que generó la migración de gran cantidad de familias fue el aislamiento. Desde que la economía era promisoria, los crispenses bregaron por conseguir que se pavimente la ruta 64, que los comunica con Sastre. También abrigaron la esperanza, en dos oportunidades, de que el ferrocarril bendijera con su paso el futuro del pueblo y revirtiera el marcado retroceso.

Además, sufrieron un accidente que los dejó sin la principal industria, un molino harinero y varias inundaciones que diezmaron a la población.

Según reseña una investigación realizada para el centenario, don Felipe Brusolasco llegó a la zona de Crispi en 1887. Seis años después, construyó un molino harinero que comenzó a tener una gran influencia económica sobre la región, dedicada a la cosecha triguera. El caudal de trabajo fue tan importante que se llegaron a ocupar cincuenta chatas para el transporte de cereal y a producir 150 bolsas de harina diarias.

La industria se convirtió en el eje y sostén de numerosas familias. Para dimensionar el desarrollo que generó la empresa, cuentan que se extendieron líneas telefónicas desde Sastre. En aquellos tiempos había alrededor de 3 mil habitantes, médicos y farmacia.

Pero el crecimiento se paró repentinamente. En 1899 una sobrecarga generó la explosión de la caldera, que acabó con la vida de muchas personas y con el futuro económico que ya no se concretaría.

Brusolasco se trasladó a General Deheza y la reconstrucción ya no tenía demasiado sentido. La inundación de ese año había dañado seriamente a las tierras y el ferrocarril, esencial para su desarrollo, los había dejado de lado.

El molino había llevado a Crispi a ocupar uno de los primeros lugares en importancia dentro de las localidades de la zona. Algunos pobladores aseguran que "Crispi tenía de todo. Si no hubiera explotado el molino hoy sería como Arroyito (Córdoba), era un pueblo muy progresista".

La empresa de ferrocarriles Central Argentino había construido la línea que une Rosario con Córdoba y Cañada de Gómez se había convertido en un importante centro comercial. Trazar un tendido ferroviario que comunicara este centro con la provincia de Córdoba, recorriendo las zonas del centro-oeste santafesino, despertó el entusiasmo de Emilio Ortiz, propietario de la estancia Las Yerbas (comprendida actualmente en el distrito Crispi).

El gobierno provincial otorgó en 1885 la concesión para el tendido del ramal La Yerba a la compañía Hume Hermanos. Según el proyecto, la vía partía desde Cañada de Gómez hacia el noroeste en línea recta hasta el paraje conocido como Isletas Las Yerbas. Según ese trazado la línea cruzaba en diagonal el distrito Crispi.

La cuestión se complicó cuando el Central Argentino reclamó el derecho de construir este ramal y objetó la concesión a Hume Hermanos. El conflicto se elevó a nivel nacional y llegó a la Cámara de Senadores, donde luego de un largo debate se votó a favor de Central Argentino, que propuso una nueva traza que pasaría unos kilómetros hacia el este del determinado por Hume.

En 1887 los planos definitivos fueron aprobados por el Ejecutivo nacional, en 1889 se inauguró el ramal hasta Las Rosas y un año más tarde el ferrocarril llegó a Sastre. Crispi había quedado afuera de la línea en los planos de Central Argentino. Años más tarde, la misma empresa presentó otro proyecto para construir un ramal entre Landeta y San Francisco, que comenzó a construirse en 1928. El tendido original pasaría por el pueblo de Crispi, sin embargo un conflicto entre propietarios de las estancias Las Yerbas y Las Petacas, culminó con la decisión de construir en territorio de ésta última. Otra vez la mala suerte había jugado en contra de los crispenses.

Dentro de las causas que impidieron el incremento poblacional y el progreso económico del pueblo se cuentan las inundaciones. El primer fenómeno de este tipo se registró en 1899 y produjo la pérdida de gran cantidad de cabezas de ganado y el anegamiento de una extensa zona cultivable. El molino harinero, luego de su explosión, se convirtió en el asilo de los pobladores de los terrenos más bajos.

En 1914 y en 1933 el nivel de las aguas dejó al pueblo casi desierto. Algunas personas recuerdan el éxodo hacia los campos del sur de la colonia en carros y chatas por caminos que se habían transformado en auténticos ríos.

Muchas familias improvisaron carpas de arpillera donde permanecieron durante días prescindiendo a veces de lo indispensable, resignándose a la espera de poder reconstruir sus viviendas. Otras, en cambio, se marcharon definitivamente hacia los centros urbanos que les ofrecían una mejor condición de vida.

Durante los años 1978 y 1981 el problema de las inundaciones volvió a afectar al poblado. Las comunicaciones viales con Sastre, principal centro abastecedor, se tornaron absolutamente imposibles. Totalmente aislados los habitantes de Crispi debieron realizar verdaderas odiseas para poder subsistir. En esa época se produjo otro éxodo hacia ciudades más importantes.

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