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 sábado, 27 de septiembre de 2003

A Santiago, con la soja a punta de pistola

En Santiago del Estero, la soja llega a mano armada. Así lo denunciaron los productores del Movimiento Campesino Santiagueño (Mocase) que participaron del congreso de la Federación Agraria Argentina realizado en Rosario.

El Mocase, que agrupa a unas 2.400 familias campesinas nucleadas en ocho regionales de la provincia gobernada por el juarismo, es más que un movimiento de acción gremial. Es la representación de un conjunto de fuerzas sociales, incluidos productores y organizaciones vecinales del interior santiagueño, que desde principios de los 90 trabajan en capacitación tecnológica, desarrollo rural, infraestructura, educación y servicios.

En su mayoría, sus integrantes son pequeños campesinos que desde hace muchísimos años producen en los llamados "campos comuneros", grandes extensiones sin alambrados ni divisiones dedicadas en su mayoría a ganadería grande y pequeña dedicada fundamentalmente a la subsistencia. Se trata de tierras fiscales pero ocupadas y trabajadas durante más de veinte años (el término que exige la ley para otorgarle el dominio) por estos productores.

"Antes no nos molestaban porque los productores grandes de la Pampa Húmeda miraban hacia otras regiones para expandirse, ya que la nuestra es una región semiárida en la que los animales tienen que hacer hasta 7 kilómetros para poder comer", relató Ramón Ferreyra, uno de los 800 productores del departamento de Figueroa que hoy están en conflicto por la tierra.

Ferreyra explicó que esa calma relativa mutó en conflicto a partir de la posibilidad que otorga el nuevo paquete tecnológico de hacer soja en Santiago del Estero. A partir de esta tendencia, dijo, comenzaron a aparecer empresarios de otras provincias y del extranjero con títulos de propiedad reclamando esas tierras. "En el caso de Figueroa, la mayoría son empresarios de Córdoba y Santa Fe pero sabemos que también vino gente que decía representar a españoles y franceses", dijo.

Juan Cuellar, dirigente del Mocase, involucró al Estado provincial en presuntas maniobras para vender esos títulos a empresarios "muchos de los cuales no sabe ni quienes son". El tema es que "en Santiago todas las reparticiones públicas tienen un desorden que superpone planos y documentos, entonces cualquiera presenta documentos, se consiguen escribanías que hacen toda clase de travesuras, inventan todo tipo de papeles y llegan a las tierras que trabajamos diciendo que son los dueños".

Con los papeles llegan las topadoras y los alambrados. Y de la peor manera. Ferreyra describió el reciente caso de Aguas Coloradas, unos de los 23 puntos de conflicto que actualmente hay en el departamento Figueroa. "Se trata de una región en la que hay más de 20 familias radicadas y que está en disputa con un empresario que dice que compró 18 mil hectáreas y, a pesar de la existencia de una orden de no innovar por parte de un juez, avanzó con sus peones y sus topadoras", contó y relató que cuando se movilizaron los campesinos para defender esa propiedad "el tipo y otros cuatro que lo acompañaban nos corrieron a los tiros".

Ferreyra alertó que la situación está tomando un cariz cada vez más violento. "Nosotros peticionamos, hacemos cortes de ruta, asambleas, pedimos audiencias al gobierno provincial pero nadie nos da respuesta y esta gente está dispuesta a hacer cualquier cosa, entonces nos ponen al borde de episodios extremos porque no nos queda otra que ponernos como escudo, arriesgando el pellejo".

El productor enfatizó que la amenaza no sólo es sobre su medio de subsistencia sino sobre toda la idiosincrasia campesina. "Nos tratan como si fuésemos ocupantes, como si hubiésemos llegado ahora ahí desde cualquier lugar, cuando es muy fácil ver que no es así, somos todos bilingües, hablamos quechua, cualquier simple cerco levantado en esa zona tiene más de cien años, son tierras que han pasado de generación en generación".

El otro aspecto del tema es el ecológico: "Nosotros producimos lo necesario para vivir, no vamos a reventar los montes pero a esta gente lo preocupa hacer desaparecer un monte para meterle soja".

Los integrantes del Mocase se incluyen entre los representantes de movimientos de Salta, Misiones, Tucumán y otras regiones del país que con sus tonadas mixturaron el paisaje "agringado" que domina tradicionalmente el congreso de los chacareros de la Federación Agraria. Forman parte, también, del nuevo movimiento agrario que quieren conducir los federados.

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