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 sábado, 06 de septiembre de 2003

Luto a punta de pistola

Najaf, Irak. - Una semana después del atentado con coche bomba en la gran mezquita de Najaf, el lugar más venerado por los shiítas iraquíes, la ciudad se debate entre el dolor y el miedo a nuevos ataques, lo que obliga a centenares de patrullas armadas a recibir a cualquier visitante a punta de pistola. Detrás de cada esquina, policías y milicias armadas por autoridades religiosas registran minuciosamente vehículos y ciudadanos.

Los férreos controles se mezclan con el dolor y las lágrimas de miles de habitantes que se dirigen ondeando banderas negras y golpeándose con fuerza el pecho hacia la tumba del ayatolá Mohammed Baqer Al Hakim, máxima autoridad del Consejo supremo para la revolución islámica en Irak (CSRII).

La ciudad santa de Najaf, en la que descansan los restos del imán Alí, yerno de Mahoma y primer califa de los shiítas, y donde son enterrados cientos de miles de practicantes de esta tendencia del Islam, vuelve a estar de luto tras el atentado con coche bomba en la mezquita de la ciudad que costó la vida al ayatolá y a más 80 personas hace una semana.

La tumba de Al Hakim, situada en medio de una explanada y protegida con barrotes de hierro está cubierta de flores y dinares iraquíes con la imagen de Saddam Hussein destinados a financiar la mezquita que se construirá en este punto. Los hombres se descalzan para acercarse al lugar y rezar de rodillas. Las mujeres, todas veladas y vestidas de negro permanecen algo más lejos.

Cuando se les pregunta qué cambió para ellos con la muerte de Hakim, ni siquiera los más viejos aguantan las lágrimas. "La partida de Al Hakim no nos impedirá seguir adelante en el camino que él nos marcó. Sus asesinos no sólo hirieron gravemente al shiísmo sino a todo el Islam", recalcan.

Es mediodía y el almuédano llama a los fieles a rezar a la mezquita del imán Alí este viernes, día sagrado para el Islam, pero entrar en el corazón de la ciudad cuesta horas.

En ningún momento se percibe la más mínima presencia de tropas estadounidenses en las calles del centro urbano, consideradas un "sector restringido" en el que los soldados extranjeros no pueden patrullar para no provocar enfrentamientos con la población local.

Sin embargo, en el centro de la ciudad sobran hombres armados que se ocupan de garantizar el orden con la aparente connivencia del ejército norteamericano. Algunos forman parte de la policía iraquí, que se ve incapaz de controlar la situación, pero la gran mayoría pertenecen a la brigada Báder, entrenada militarmente en Irán y compuesta por miles de miembros a las órdenes del CSRII.

También hay varias decenas que están a sueldo de otras autoridades shiítas o son simples ciudadanos movidos por el miedo. El intenso calor, que supera los 50 grados al sol, crispa los nervios de unos y otros. "Hemos detenido a varias personas que llevaban bombas", asegura con tono solemne un joven miembro de la brigada Báder empuñando su kalashnikov mientras sus compañeros, algunos simples adolescentes, registran un automóvil en busca de explosivos. (AFP)

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