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 sábado, 06 de septiembre de 2003

Pequeño viaje para refrescar la memoria del rock argentino
Javier Martínez resucitó grandes clásicos en la Lavardén
El cantante demostró la vigencia de los temas de Manal, aunque su repertorio solista sufrió la diferencia

Carolina Taffoni / La Capital

No es tanto el papel pionero de Manal lo que lo hace un grupo fundamental en la historia del rock nacional, sino haber dejado un espacio vacío que después nadie pudo ocupar, por más bluseros exitosos y power tríos que intentaron retomar ese camino. Ese blues rock de inflexiones jazzeras y viajes psicodélicos tuvo pocos herederos. Javier Martínez fue el artífice, la voz y el principal compositor de ese grupo irreemplazable.

Después de demasiados años de ausencia, el ex Manal llegó a Rosario con esa chapa de prócer, lo cual terminó siendo un arma de doble filo. Por un lado le aseguraba de antemano una lista de temas con algunos golpes mortales, más allá de las nuevas lecturas y reversiones. Por otro su repertorio solista sufriría las inevitables comparaciones, perdería el partido con resignada dignidad, y los fans saldrían pensando que, bueno, al menos, son unos de los pocos privilegiados que disfrutaron de Manal en soledad en vez de estar cantando en el fogón los hits de otros grupos más recordados.

En primer lugar habría que decir que la banda de Martínez no decepcionó. Maxi Delli Carpini (guitarra), Javier Acuña (teclados) y Charly Miranda (bajo) tuvieron desde la solidez primaria que requieren los temas más nuevos de Martínez hasta la fluidez y el swing que piden los clásicos de Manal. Para arrancar el batero eligió "Informe de un día", en una versión potenciada a ritmo de boogie acelerado, que refrescó la canción pero le restó peso a la letra. Al toque sonó "No pibe", más respetuosa del original, y entonces la gente que no alcanzó a llenar la Lavardén empezó a conectar con el universo de Manal.

La dinámica del recital, que se basó en alternar uno a uno temas solistas con algunas gemas de Manal, le permitió a Martínez viajar en el tiempo sin grandes sobresaltos, aunque las diferencias igual se notaron. Un abismo separa a "Una casa con diez pinos" de temas como "Dame bola" o "Jamón del medio", sobre todo en la lírica.

Entre los clásicos de Manal, la versión de "Avellaneda Blues" se separó claramente del resto. La simpleza de esa descripción que el tiempo no oxidó se transformó en la sala Lavardén en un momento de extraña belleza. "Avenida Rivadavia", esa entrañable canción de amor trunco, en cambio, perdió emotividad en una versión un tanto acelerada, y "Jugo de tomate frío" pareció resolverse como un trámite.

La garganta de Javier Martínez entró en calor con el paso de los temas, y así "Quiero todo para hoy" o "Nos veremos mañana" brillaron en esa voz áspera que trae recuerdos de los lejanos 60 y 70. Faltaron viejas joyas como "Todo el día me pregunto", "Para ser un hombre más" y "Porque hoy nací", pero igual los mejores momentos del show sirvieron para rescatar una parte del rock argentino que intenta sobrevivir a los problemas de memoria.

C.T.

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El ex Manal sigue en forma para tocar la batería.

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