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 domingo, 03 de agosto de 2003

Rosario desconocida: Vigías de horizontes lejanos

José Mario Bonacci (*)

El ser humano siempre ha querido tocar el cielo con las manos. La Torre de Babel es la metáfora más lejana en el tiempo, a causa del ejemplar castigo recibido por su terca osadía. Tan terca fue que quienes intentaron levantarla, no imaginaron jamás que muchos siglos después la pobre hubiese resultado una risible miniatura al lado de los gigantescos ingenios constructivos que hoy existen en el planeta y que tampoco han logrado alcanzar el cielo.

La ciudad que habitamos ha sido marcada por el destino para crecer sobre un plano soberano. Apenas sólo 14 metros nos separan del nivel del mar, lo que es igual a nada e instala a nuestra pampa húmeda al menos en este sector, como verdadera reina de la horizontalidad. En su corta historia que ajustadamente suma poco más de dos siglos y medio, fue plantando mojones destinados a despegarse visualmente de su plano de apoyo sin mucho esfuerzo, ya que le cupo el raro privilegio de construir su realidad en un mágico paisaje comandado por el Paraná, con el orgullo para desarrollar su realidad construída tomando como lugar la síntesis visual máxima que la naturaleza pone al servicio del hombre que quiera caminarla: una horizontal sin titubeos, cuya misión es la unión de los cuerpos de dos mares absolutos, uno verde abajo y otro azul arriba, rasgo contundente si los hay.


Capilla Montenegro
Hablando de edificios y dejando aparte la silueta de algún osado mangrullo, la torrecita de la primera capilla de Montenegro, y las torres de la iglesia levantada por Guillón en 1830 fueron los dos primeros saltos hacia el cielo. Poco después de ese año, Matías Nicolorich levantó en Rosario la primera casa de dos plantas, sita en coincidencia con el actual Concejo de Ingenieros frente a plaza 25 de Mayo.

En el tiempo se van ubicando varios otros hitos en altura. No pueden olvidarse el Palacio de los Antiguos Tribunales en pleno siglo XIX, año 1890, con su torre de 43 metros de alto frente a plaza San Martín, "La Bola de Nieve" de 1906 en Córdoba y Laprida, y "La Agrícola" de 1907 en Córdoba y Corrientes que se disputan el cetro de cual fue el primero en contar con ascensor.

Con un salto de varios años nace en 1936 "La Comercial de Rosario" en bulevar Oroño y Córdoba con un cuerpo de 18 pisos y que hasta la aparición del Monumento a la Bandera fue el símbolo formal de la ciudad. A propósito y si de altura se trata, justamente este último se agrega al coro a partir de 1957, aunque no logra destacarse mucho en el perfil general con sus casi 62 metros de alto, apoyada su torre sobre la avenida Costanera y a unos 12 metros más abajo de la horizontal central de la ciudad a partir de calle Buenos Aires por la acción de la propiedad horizontal especulativa e irrespetuosa.

En la década del 60 se levanta en Oroño y Rioja la torre "Mentor" de 20 pisos que pareciera fijar en ese entonces el límite de 60 metros para edificios en altura. Sin embargo varios años después en Buenos Aires al 800, vecino al Palacio de Correos, se erige el edificio "Minordo" que superó lo construído hasta entonces, pero llegó en Córdoba al 900 "La Galería del Paseo" con 84 metros y finalmente hace sólo tres años en avenida del Huerto 137l-1389 el conjunto "Buenaventura Guarani" - "Divisadero" completa los 110 metros y parece afirmar "por el momento, el rey soy yo".

Esta escueta lista de algunos logros locales, no impide sin embargo la justicia de un homenaje a hitos que cercados por el crecimiento de la ciudad, arrinconados obsesivamente por la trama urbana, todavía resisten y se muestran diciendo que ellos pueden contar parte de la aventura a pesar de su edad.

La torre del FF.CC. hecha sombra y hace saber que el río estaba desde siempre, corriendo presuroso al encuentro de su destino final. Su cuerpo erecto de ladrillos rojos, es centinela cotidiano del pulso ciudadano y sabe del crujido de rieles, del estruendo de trenes y resoplidos de locomotoras moviéndose en caminos de trabajo... Hombres duros, responsables, iniciaron a su vera largos viajes devoradores de pampa y distancias que buscaban afanosamente el punto de reunión con el cielo sobre la contundencia del horizonte... Ha sabido dorarse con los primeros rayos del sol despuntando sobre las islas siendo testigo del nacimiento y muerte de días acunados en coros de crepúsculos contundentemente púrpuras.

Allí está aún con su veleta y su reloj, marcando el compás indetenible del tiempo... Dicen que nació por l878 y desde entonces señala en el lugar el encuentro de Wheelwright con Paraguay...


Torre en la escuela
En Salta 2045 hay una escuela que la contiene, pero nadie puede afirmar cómo inició su vida cuando el lugar era campo y ella se levantó hacia las nubes a partir de su planta octogonal. Allí está, orgullosa. Sus muros hablan y relatan cosas que llegan desde más allá de una centuria. ¿Integró algún casco rural? ¿Qué cosas se vieron desde su cima?

Sus comienzos son inciertos pero ella ha resistido el desborde de la ciudad hacia el oeste. Oyendo sus latidos se adivinan galopes tendidos de jinetes dominadores de campos infinitos, o se imaginan marchas de cansadas carretas. La vida urbana la ocultó. Los gigantes modernos la han cercado, deteniendo su horizonte. Ya no es hito dominador de inmensidades. Hoy cumple otra misión, como es la de vigilar a los niños de la escuela "Doctor Federico Leloir" que a su sombra se protegen...

Bulevar Oroño al l00, números pares, cobija un cuerpo ciclópeo y poderoso. En su origen, marcó el centro geométrico de una fábrica de licores. Un rico friso interpuesto entre la torre y la calle lo atestigua. Epocas de orgullo.. Tiempos de trabajo... Mojones de reconocimiento al mérito responsable... Se asoma a la calle con pudor, y domina el corazón de la manzana con apuntes que cuentan de su origen primero, o su anexión como mangrullo anunciador del ex "Cine Real", convertido hoy en una triste cochera. Durante años vibró al compás de la música y del placer efímero de pobres prostitutas de Pichincha que allí concurrían para olvidar por un rato las penurias de sus vidas sin destino...

Son cosas de la ciudad. Son ecos y misterios urbanos que vibran cíclicamente y se dejan oír por quien se sensibilice para descubrirlos entre rincones ocultos y los replieges de su cuerpo construido.



(*) Arquitecto

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La torre de calle Salta resiste el paso del tiempo

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