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 sábado, 17 de noviembre de 2007  
Hacia un cambio cultural

Muchos programas y proyectos y varios cambios estructurales del sistema educativo fueron planeados para hacer posible una escuela en la que jóvenes provenientes de todos los sectores sociales pudieran aprender. Sin embargo, pocos se han ocupado de los obstáculos principales, vinculados con la organización general del sistema de enseñanza media. Entre ellos, el ausentismo y la rotación de docentes; una estructura del puesto de trabajo de los profesores que dificulta la concentración horaria y la escasez de personal docente no abocado de manera directa al dictado de clases.

Esto se relaciona con el patrón organizacional típico de la escuela media, que está en la base de buena parte de las críticas al nivel. La escuela media se estructuró en torno de tres disposiciones básicas: la clasificación de los currículos, el principio de reclutamiento de los profesores por especialidad y la organización del trabajo docente por hora de clase. Sin duda, este patrón organizacional incide en lo que sucede día a día en las aulas.

Por eso, si bien las transformaciones en educación son complejas, aparentemente lo son más en este nivel signado por mandatos fundacionales con los que se impone dialogar para resignificar. La gestión institucional es una vía central para afrontar los desafíos pedagógicos de la inclusión. Pero para lograr que la educación media sea efectivamente universal y básica, es necesario un replanteo del sentido, la estructura, los contenidos, el número de materias y docentes, y los modos de interacción entre alumnos y profesores. Esto supone un profundo cambio estructural y cultural. Transformar la escuela media, entonces, no consiste en expandir el viejo modelo, sino en volver a fundarla a partir de nuevos saberes. Enseñar y aprender no son sólo una obligación individual, también son parte de un proyecto público, de un proyecto social.


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