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miércoles,
07 de
noviembre de
2007 |
Resistió a fierrazos el robo a su fábrica y lo balearon
Norberto Baltera salvó la vida de milagro. Los tres balazos que ayer a la tarde le disparó uno de los ladrones que pretendieron asaltar su fábrica de la zona sur de la ciudad le atravesaron sus piernas sin provocarle lesiones internas graves.
El incidente fue inusual. Apenas el empresario arribó a su local, un maleante abrió fuego contra su persona. Sin embargo el hombre no se amedrentó y resistió el intento de atraco con un trozo de hierro que tenía a mano, arma que le alcanzó para moler a golpes al malhechor y desalentar a los intrusos, que se marcharon sin poder llevarse nada. Tras el suceso, la víctrima fue internada en un sanatorio privado fuera de peligro.
Todo se inició cerca de las 15 de ayer. A esa hora, Baltera, de 60 años, arribó a su fábrica de cargadores para baterías y elevadores de tensión ubicada en Centeno 608 bis, en el barrio La Tablada. Venía del sanatorio Delta, donde se había realizado un chequeo médico alentador.
Emboscada. Apenas se bajó del auto, tres jóvenes lo emboscaron y, sin mediar palabras, uno de ellos gatilló un revólver calibre 22. “Cuando iba a abrir el portón (de la fábrica) uno de los tipos me pegó un balazo en una de las piernas. Me llamó la atención porque no me había pedido plata”, recordó Baltera desde una cama del sanatorio al que volvió nuevamente como paciente.
A pesar de estar herido, el empresario pudo agarrar un trozo de hierro de unos tres metros que había sobre el portón. Entonces, sin dudar, comenzó una pelea desigual con “un muchacho de pelo enrulado. En ese momento no lo pensé. Empecé a darle con el fierro mientras el tipo me seguía tirando a las piernas”, comentó el empresario.
La paliza que Baltera le asestó al maleante fue tremenda. Los golpes dieron de lleno en la cabeza del muchacho que aún así continuó gatillando el arma. “Me disparó seis tiros y tres me dieron en las piernas”, explicó la víctima con naturalidad. En el interior de la fábrica, unos 15 operarios trabajaban ajenos a lo que estaba ocurriendo mientras los otros ladrones pugnaban por entrar a la fábrica.
Sin embargo, los gritos del empresario alertaron a los obreros que salieron a la calle y pusieron en fuga a los maleantes, quienes escaparon por calle Centeno sin poder llevarse nada.
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