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miércoles,
07 de
noviembre de
2007 |
Compensan a docentes por trabajar en zonas de alto riesgo
Los maestros de 38 escuelas ubicadas en sectores peligrosos y marginales deben cobrar un plus. Los de la 1.257 de Las Flores no lo reciben pese a su dramática situación. Ahora son amenazados
Silvina Dezorzi / La Capital
Los docentes de 38 escuelas de Rosario cobran un adicional que suma de un 10 a un 30 por ciento a sus sueldos básicos por ejercer en establecimientos periféricos o de zonas llanamente desfavorables. Según admitió ayer el delegado local del Ministerio de Educación, Humberto Cancela, esa categoría contempla distancias, el hecho de tener una mayoría de alumnos pobres y, también, la inseguridad. Paradójicamente, en la lista no figura la Escuela 1.257 de Las Flores, que ayer sumó amenazas a su ya largo rosario de miedos.
Es tan compleja la realidad social en el barrio que cualquier descripción corre el riesgo pendular de estigmatizarla o naturalizarla.
Esa oscilación cruza también los acalorados debates que ayer, por ejemplo, mantuvieron los docentes de la escuela, que temen aislarse de su comunidad si denuncian los hechos de vandalismo, arrebatos y hasta amenazas de que son víctimas, y a la vez temen por sus “propios cuerpos”, como gráficamente afirmó ayer la directora, Blanca Aquino.
La situación de grave inseguridad que atraviesa la 1.257 se hizo pública la semana pasada, cuando su directora denunció que la escuela había sido una vez más baleada y que sus docentes están sometidos a frecuentes arrebatos, pese a lo cual no lograban contar con custodia policial.
Aparentemente esas denuncias, ratificadas por otros maestros, no cayeron muy bien en algunos sectores del barrio. Y el último fin de semana lo hicieron notar.
Entre sábado y domingo, por ejemplo, alguien arrancó tres ventanales, se llevó uno de ellos, rompió desagües y cortó los cables del teléfono. Pero lo que más los asustó es que algunos docentes recibieron amenazas del tipo: “Lo que les va a cerrar la boca es un chumbo”.
Lo terrible es que callarse significa silenciar una realidad que sin embargo habla sola.
Por ejemplo, una maestra de los primeros años de EGB —que como sus compañeros pidió reserva de la identidad— contó que, mientras da clase, chicos del otro turno o ex alumnos suelen trepar por los tapiales de la escuela, caminar por los techos y descolgarse en las aulas por la ventana. Generalmente, muy alterados.
“Seño, ese es mi hermano, pero está muy drogado”, la alertó un nene de la clase. Otros relatos hablan de que, mientras hacen educación física en el campito del fondo de la escuela, más de una vez maestro y alumnos tienen que emprender la retirada por incursiones violentas.
Las porteras también están aterrorizadas. Dicen que les aporrean o apedrean la puerta y, al abrirla, hasta se han topado con jóvenes apuntándoles. “En cada familia debe haber un arma”, estiman en la escuela. Si no, hay piedras y tumberas (armas caseras).
Custodia. Desde ayer, tras las denuncias que la directora radicó en la subcomisaría 19ª, una patrulla de la Guardia de Infantería custodia la puerta del establecimiento.
Dicen en el barrio que para apostarse allí las 24 horas —al menos, eso se prometió— abandonaron la guardia de otra escuela de la zona porque “no hay agentes suficientes”.
Los efectivos policiales son conscientes del contexto en el que deben actuar. Dicen que ven a chicos de siete años aspirando pegamento en plena calle y que corre mucha droga en el barrio, que si detienen a un arrebatador “en un minuto” quedan “rodeados” y reciben piedrazos y botellazos. “Es casi una pelea cuerpo a cuerpo”, grafica uno de los agentes.
A la vez, aclara que en las Flores “hay mucha gente laburadora”, pero “los códigos” los obligan a callar y no denunciar “para no ser atacados”, tan jaqueados por el miedo como los maestros de la 1.257.
Un cuadro como para no entender por qué la escuela reclama cobrar “zona desfavorable”. No en la frontera, ni en la Puna. En pleno Rosario.
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Fotos
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Encerrados. Así juegan los alumnos de la Escuela Nº 1.257 de Las Flores.
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