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sábado,
27 de
octubre de
2007 |
El eterno valor de las palabras
Acostado sobre una canoa, Ismael Serrano mira el cielo y siente que las utopías son posibles. La portada de este sólido trabajo de 13 canciones da un pantallazo inequívoco sobre el contenido de “Sueños de un hombre despierto”. Al disco le sobra peso específico en las letras y no toma el vuelo esperado en lo musical. Sin embargo, no defrauda. El compositor se anima a involucrarse con géneros musicales a los que les imprime la mayor sensibilidad expresiva. Serrano se mezcla con el flamenco en “Canción de amor y oficina”, se codea con la bossa en ese homenaje al cine que es “Sesión continua” y hasta se le anima al folclore argentino en “Zamba del emigrante”, donde sobresale la voz emotiva de Mercedes Sosa. Pero siempre la música aparece como la excusa ideal para vestir los textos, que, en esta ocasión, pecan de demasiado explícitos y poco sugerentes, aunque las temáticas abordadas son de un valor superlativo. Las citas al pie de cada letra ofrecen información de la mitología griega en “Casandra” y “Canción para un viejo amigo”, en metáforas que sostienen que “no está perdido aquello que no fue”. En “Si se callase el ruido”, quizá la canción más emblemática y lograda del disco, se destaca además un concepto sonoro intimista, donde se luce la voz de Serrano junto a la guitarra de Fredi Marugán. La misma dupla no alcanza idéntico resultado en “Para médicos y amantes”, donde el compositor español muestra su perfil más romántico.
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