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domingo,
07 de
octubre de
2007 |
La mayoría de los desocupados opta por la capacitación textil
Silvina Dezorzi / La Capital
Entre los beneficiarios del plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados que se pasaron al Seguro de Capacitación y Empleo abundan quienes apuestan a encontrar trabajo aprendiendo un oficio. En Rosario, una ciudad con larga historia en la producción textil, ese es el rubro que más emprendedores reúne (ver aparte) y también el que registra una importante búsqueda de mano de obra calificada para confeccionar indumentaria. Una relación de oferta y demanda que la Cámara de Mujeres Pymes vislumbró como campo fértil para cubrir con capacitación intensiva de costura industrial.
Se trata apenas de una experiencia, una más entre otras tantas que encaran entidades y organismos públicos para ofrecer alternativas de capacitación a personas que, pese al crecimiento del empleo, siguen sin encontrarlo.
No bien se ingresa a la casona de Jujuy al 1500 donde la Cámara de Mujeres Pymes de la Provincia de Santa Fe organiza los cursos junto al Ministerio de Trabajo de la Nación y el municipio—uno de costura industrial y otro de desarrollo de características emprendedoras— se respira un clima de actividad febril.
De lunes a viernes, allí pasan 5 horas de sus días unas 32 mujeres de todas las edades. La mayoría llega de lejos, tiene varios hijos y sigue engrosando las estadísticas del desempleo (el plan de capacitación representa 225 pesos mensuales), aunque venga de trabajar en el ámbito informal, por ejemplo de limpiar casas.
Aun así, se ponen los delantales amarillos que ellas mismas confecccionaron y se sientan ante las máquinas industriales donde les espera una larga labor.
“Ponen muchísimas ganas”, dice la presidenta de la Cámara, Cristina Pontillo, a la hora de explicar por qué, pese al cansancio que traen, las mujeres raramente faltan a clase.
La meta es formarse como costureras industriales para calzar en alguna de estas opciones: conseguir empleo en una firma textil, recibir trabajo tercerizado o encarar un taller con o sin empleados.
Otra directiva de la entidad, Mabel Angeletti, explica que la ilusión no es infundada: “Hoy en Rosario la industria indumentaria reclama mano de obra calificada. Porque al pyme no le da el cuero para tomar gente y capacitarla, necesita que ya sepa trabajar”.
Esa situación no se dio siempre. Hasta hace unos años, la ciudad estuvo posicionada como un polo de producción de indumentaria, algo que la década menemista se encargó de golpear. “La apertura indiscriminada de los 90 nos mató”, resume Angeletti.
Pero ahora la demanda de operarios calificados vuelve a sentirse. “Se necesita gente capacitada en muchos rubros, pero sobre todo en este”, dice la mujer pyme.
“La meta es armar una sectorial en Rosario que nuclee a los institutos de capacitación, la Nación, la Municipalidad, las grandes empresas y los talleres que trabajan en forma tercerizada, de modo que la gente que se capacita vuelva a tener un oficio y pueda participar laboralmente de esa cadena”, explica Pontillo.
Mientras las directivas pymes dialogan con La Capital, cada chica se afana en los gajes del oficio con el que, por ahora, confeccionan ropa infantil que luego se dona a los hospitales de niños de la ciudad.
Marta Candia (43), por ejemplo, ya digirió el quiebre de su pollería en 2001 y, sola y con tres hijos, intenta “mejorar la calidad de vida” de su familia.
En contraprestación del plan trabajó en centros comunitarios y aprendió los rudimentos de la costura, algo con lo que arrima unos pesos a su magra economía. Pero hoy apuesta a más: entrar a un taller para sumar experiencia y, con suerte, llegar a armar el suyo en casa, cerca de sus hijos.
Juliana Gómez (41), Margarita Vallé (43) y Natalia Borda (30), todas con chicos, apuestan a metas parecidas.
La primera, por ejemplo, a producir artículos textiles para el hogar en un taller familiar. Margarita, en cambio, preferiría un empleo formal para confeccionar ropa infantil, algo que ya está haciendo. Y Natalia, sola y con pibes chiquitos (para capacitarse debe dejar el de 3 con un vecino), confía en poder comprarse dos máquinas para tomar encargos tercerizados en su casa.
Tal vez no se trate del trillado “sueño”, sino de un paso más acá. Aun así, bastante más allá de lo que la realidad les permitió hasta ahora.
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