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domingo,
30 de
septiembre de
2007 |
La gruta del padre Pío
Un lugar especial, de recogimiento y de gran radiación espiritual es la gruta del Padre Pío. Un sector de campo de la estancia La Aurora —conocida también por misteriosas historias (ver aparte)—, lleno de paz donde miles de devotos van a pedir o agradecer a la figura del carismático monje capuchino. El campo se encuentra al sur del río Dayman, casi en los límites de Salto y Paisandú.
El Padre Pío de Pietrelcina nació el 25 de mayo de 1887 y murió el 23 de septiembre de 1968. Fue declarado santo por el Papa Juan Pablo II. La historia cuenta que el dueño de la estancia La Aurora, don Angel María Tonna, ya fallecido, tenía un hermano menor, llamado Humberto, que fue obispo y que conoció al Padre Pío en el Vaticano. El sacerdote uruguayo se hizo devoto del Padre Pío y contagió su admiración a su hermano estanciero, quien llegó a cartearse con el santo. Este le dijo que sus tierras serían visitadas por mucha gente y que él tenía una misión allí.
Fue así que el 23 de septiembre de 1987 fue inaugurada la gruta del Padre Pío al borde de un barranco de unos 15 metros de altura. A partir de ese momento hubo un peregrinar para devocionar al Padre Pío, fallecido en el Convento de San Giovanni Rotondo, después de 50 años de sacerdocio y de haber llevado los estigmas de Cristo en sus manos, pies y costado.
Uno de los primeros milagros que se conocieron a través del Padre Pío fue por allá en el 1918 en los alrededores del pueblito de Foggia, donde vivía un muchacho que había nacido deforme, con dos enormes jorobas, una en la espalda y otra en el pecho, que casi ocultaban su cabeza. Como sucede muchas veces, los jóvenes se burlaban de él por lo que el muchacho vociferaba terribles blasfemias contra lo más santo del cielo y de la tierra.
Un día llegaron a sus oídos las maravillas que habían comenzado a propalarse por aquellas comarcas de Italia sobre el Padre Pío y fue al convento de San Giovanni Rotondo, teniendo la suerte de acercarse al Padre Pío para su confesión. El joven admitió las blasfemias que siempre ría. “Bueno, hijo mío —le respondió el Padre Pío—, es necesario que abandones esa costumbre de blafesmar”. “yo se lo prometería si los muchachos no me molestaran, ni se rieran de mí”, dijo el joven. “Dios te quitará ese defecto de tu cuerpo para que nadie más se burle de tí”, le dijo el sacerdote.
Diciendo esas palabras colocó sus manos, una en la espalda y otra en el pecho del joven, le oprimió un poco y fue así que el jorobado pegó un grito, y vio como sus jorobas habían desaparecido, quedando completamente recto su cuerpo y colgando sus ropas.
El muchacho se miraba y se palpaba, sin poder dar crédito a lo que estaba pasando. Con lágrimas en los ojos, comenzó a gritar “milagro, milagro”, alborotando a las personas que estaban esperando para confesarse. El padre trataba de calmarlo diciendo, que eso no había sido nada, sólo una gracia de Dios. Pero lo acontecido corrió como reguero de pólvora y agigantó todavía más la figura y obra de Pío.
Testimonios de fe
Otro de los milagros atribuidos al Padre Pío, aunque en suelo uruguayo y mucho más cercano a nuestros días, es el que contó a este diario un vecino de Salto, quien pidió a este diario reserva de su nombre. “Durante más de cinco años buscamos un hijo sin conseguirlo. Hicimos varias fecundaciones in vitro y mi esposa perdió varios embarazos. Un día fuimos a pedir al Padre Pío y los dos hicimos la misma promesa, sin habernos comentado nada", comentó.
"A los tres días ella tuvo una gran hemorragia y los estudios dijeron que sólo se trataba del período menstrual. Al tiempo comenzó a engordar y cuando fue a consultar a su médico tenía un embarazo de cinco meses, por lo que fuimos los seres más felices del mundo. Cuando nació nuestra hija, los dos sabíamos que se llamaría Pía”, relató el salteño.
Pero eso no terminó allí. La nena nació con un pequeño lunar en una de sus mejillas, lo que a los 30 días se transformó en un angioma que rápidamente creció. “de un perfil era una muñeca y del otro lado daba pena”, contó el hombre. Agregó que "un día, cúando Pía tenía algo más de dos años comenzó a tirar besitos con una de sus manos. Le agradecí y me dijo que no eran para mí sino para el Padre Pío que se estaba retirando del lugar. A partir de ese momento comenzó a achicarse el angioma hasta en un par de años desaparecer completamente. El caso de Pía, que hoy tiene 12 años, está en el Vaticano”.
Decenas de relatos de este tipo suelen escucharse durante las visitas a la gruta del Padre Pío, uno de los lugares más visitados de Salto.
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Fotos
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La gruta cumplió 20 años el domingo pasado.
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