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 domingo, 30 de septiembre de 2007  
Uruguay
Los misterios de la aurora

A pocos kilómetros de los complejos termales de Daymán se encuentra la estancia La Aurora, donde desde principios de los años 70 extrañas y enigmáticas manifestaciones lumínicas se vienen sucediendo: se ven luces y otros fenómenos de explicaciones desconocidas. Algunos piensan que se trata de visitantes de otros planetas; otros, más terrenales, buscan respuesta a fenómenos científicos como descargas eléctricas por la combinación de humedad y cables de alta tensión.

Lo cierto es que los alrededores del casco de la estancia son frecuentados constantemente por curiosos que de día o de noche tratan de tener su encuentro con seres extraños. Otros sólo van de día ya que no se animan a hacerlo cuando el sol se oculta. Existen tantos interrogantes sobre La Aurora que, aprovechando la visita a Daymán, sería oportuno recordar algunos de los hechos que habrían ocurrido desde hace algunas décadas en este establecimiento rural.

Uno de los acontecimientos que se recuerdan ocurrió en febrero de 1976, cuando uno de los peones de don Angel María Tonna, propietario de la finca, le avisó que había una luz muy potente en el cielo. Tonna se acercó junto a algunos de sus familiares hasta donde le habían indicado y vieron una fuerte luz, de unos tres metros de diámetro, que descendía en forma pendular. Luego ascendió introduciéndose en otra de mayores dimensiones en forma de triángulo isósceles. Mientras se alejaba se produjo un apagón en la ciudad de Salto, a 10 kilómetros de la estancia.

Según algunos testimonios, a partir de ese momento aparecieron con llamativa frecuencia luces muy fuertes que, según relatos de lugareños, producían quemaduras en los árboles, en animales y hasta en la gente. Una noche apareció una luz muy fuerte que iluminaba todos los establecimientos cercanos a La Aurora.

Un frondoso ombú apareció partido al medio con un profundo hueco en sus raíces de más de un metro de diámetro. Ese hueco se convirtió en una especie de trampa natural para muchos pequeños animales que aparecieron casi disecados.



Hombres del espacio

Al lugar llegaron altos oficiales de la Fuerza Aérea uruguaya y hasta en dos oportunidades visitaron La Aurora los astronautas Neil Armstrong y Michael Collins, los primeros seres humanos en pisar la Luna. Quizás no como investigadores de la Nasa sino como cronistas de una prestigiosa revista norteamericana para la que trabajaban. De aquellas visitas hay fotografías que prueban los encuentros.

En otra ocasión se encontraron en la estancia tres eucaliptos caídos que marcaban como una flecha un lugar especial. Unos meses más tarde se acercó al lugar un regimiento de soldados llegados desde Montevideo que acamparon al costado del río Daymán, lugar que supuestamente marcaban los tres eucaliptos caídos. La misión: capturar un “plato volador”. Lo que ocurrió la noche que acamparon no se sabe con certeza, y hoy en día integra parte de las leyendas de la estancia. Si hubo contacto extraterrestre o no, no se sabrá nunca, pero los uniformados se largaron raudamente de la estancia.

Desde aquellos días se siguieron produciendo raros fenómenos, lo que atrajo la atención de curiosos, de enfermos que decían curar sus males luego de acostarse sobre algunas marcas que aparecieron en el campo, y también de gente sin escrúpulos que solía llevar a la estancia a grupos de personas a cambio de algún dinerillo. Al enterarse de esta situación, Tonna decidió cerrar la tranquera de su establecimiento y son pocos los que en la actualidad tienen la oportunidad de entrar a La Aurora.

Muchos automovilistas que transitan por la ruta 3 dicen haber visto con frecuencia supuestos platillos voladores solitarios o en formaciones de hasta cinco o seis luces. Por las mañanas, y aun cuando en toda la noche no se escuchó un solo ruido, los peones encuentran misteriosas huellas en el pasto, a veces salpicado con rocas de origen volcánico, o ricas en cuarzo y otros cristales energéticos. Se divisaron también luces y bolas de fuego que recorren a una velocidad muy lenta el descampado y que de pronto ascienden con una propulsión imposible hacia el cielo, donde se pierden para siempre.



Un campo especial

Aprovechando la visita a los complejos termales, este cronista creyó oportuno visitar La Aurora. Gracias a la intervención de un amigo de la familia La Capital pudo llegar hasta Tulio Tonna, quien abrió las puertas de su establecimiento con la promesa de que no se utilizarían cámaras fotográficas ni grabadores. Tras una breve presentación, este diario recorrió la zona donde supuestamente habría actividad extraterrestre.

El campo en cuestión es una especie de potrero donde mansamente pastan algunas vacas y ovejas. El terreno, además de su exótica topografía, está salpicado de rocas por lo que sería imposible tratar de sembrar. A menos de cien metros del alambrado que lo separa del casco de la estancia, comienza a presentar un suave declive surcado por pequeños bañados que convergen es una laguna que se pierde en un monte cercano al río Daymán. Es como un cráter partido al medio. La parte curva da hacia el casco y la recta hacia el río.

Tras una caminata, llamó la atención un profundo agujero de unos 15 centímetros de diámetro junto a una piedra, sin restos de tierra a su alrededor (algo como un gran hoyo de golf). También se pudieron observar pequeños montículos de algun tipo de ceniza, una sustancia negra que se pulverizaba cuando se la presionaba y que no tenía olor a combustible. También había zonas donde el pasto no crece y según una fuente, habrían aparecido marcas en el terreno, entre ellas una en forma de cruz. En esa figura muchas personas se acostaron y aseguran haber curado sus enfermedades. Platos voladores, seres extraterrestres, hermanos mayores, o como se quieran llamar no se vieron en la visita, lo que sí se pudo observar es que visto desde el cielo este campo sería un buen lugar para aterrizar y ocultarse por algún tiempo.
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La tranquera de la estancia está casi siempre cerrada.

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