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 domingo, 30 de septiembre de 2007  
[Nota de tapa] - las voces de la tribu
Un encuentro con todas las palabras
El Festival Internacional de Poesía cumple 15 años de edición consecutiva. Y los festeja con escritores de distintos puntos del país y del mundo

El Festival de Poesía de Rosario cumple quince años. Y lo celebrará a partir del próximo miércoles con la participación de poetas de distintos puntos del país y del mundo, en una nueva apuesta, como dicen los organizadores, por “revivir el sentido inicial de la poesía”, el que se transmitía directamente de la voz de los juglares al público.

En 1993 se realizó en Rosario la primera edición del Festival Latinoamericano de Poesía. Las mismas características del encuentro, la ampliación constante de la convocatoria, impusieron la denominación de Festival Internacional de Poesía, adoptada desde 1998, y que este año concierne a la presencia de escritores de países tan diversos como Guatemala, China, Rumania y Ecuador, entre otros.

El encuentro permite apreciar coincidencias y peculiaridades en la poesía que se escribe en los distintos puntos del mundo. Las tradiciones convergen, se cruzan y vuelven a distinguirse. “Creo que necesariamente la poesía establece vasos comunicantes al margen o por encima o por debajo de las marcas nacionales. Si yo admiro y procuro el tono de Gonzalo Rojas, por ejemplo, él a su vez se afinca decidida y conscientemente en la línea de Ovidio; y, así, algo ovidiano se colará sin que yo lo advierta en mi propia poesía”, dice el mexicano Eduardo Casar González, invitado a la XV edición.

“Yo leo poetas en traducciones: Wislawa Szymborska, el letón Peteris Aigars, Paul Celan —agrega Casar González—. Y tomo de ellos lo que puedo aprehenderles; pero sé que se me escapa la capa fonética de la pieza poética, que es una veta que persigo; así es que prefiero leer poesía en mi propio idioma y disfrutar de sus corrientes sonoras. Actualmente, por ejemplo, estoy tratando de conocer la poesía nueva de España. No sé en qué tradición se podría ubicar mi obra, pero me siento cerca de Neruda, Miguel Hernández, Juarroz, Sabines: una mezcolanza”.

Graciela Cros, bonaerense radicada en Río Negro, se considera una escritora patagónica. “Pero esa condición marcada por el suelo que tengo bajo mis pies, no implica más que eso, vivo acá, acá escribo, acá están mis pares, que escriben textos que dialogan y sostienen a los míos —dice—. La Patagonia, hoy, es un producto del mercado global y en esa vidriera tiene ribetes de tierra quimérica. En ese contexto de notable complejidad, escribimos”.

Entre los poetas locales, Mercedes Gómez de la Cruz se asume como rosarina por una simple cuestión de reconocer un lugar de nacimiento y residencia. “En cuanto a las implicancias de esa definición considero que no soy una «escritora rosarina» en los términos que involucrarían una «rosarinidad», si es que existe esa categoría. ¿Qué es ser un escritor rosarino? A veces aparece la ciudad en mis producciones, pero no siempre. Y no me esmero en cultivar el rosarinismo ni como tema ni como valor en sí mismo. Me encanta esta ciudad y vivir aquí”.

Alicia Genovese, de Buenos Aires, también se desmarca: “No pertenezco a ningún grupo que defienda algún tipo de poética en detrimento de otra. Simplemente tengo un pensamiento crítico independiente y me gusta generar opiniones que a veces me cuestan caro”. Adscribe a una poesía lírica, con las aclaraciones del caso. “Una lírica bastante sucia, bastante mezclada, no es una lírica pura —puntualiza—. Pero me gusta esa palabra, y me gusta recuperar cierto arcaísmo para hablar de poesía. Me identifico menos con eso que va encabalgado a lo último, a lo más moderno, a lo que está corriendo detrás de la cresta de la ola”.



Estrategias de lectura

Las mesas de lectura de poesía son la actividad central del Festival. Los escritores tienen sus estrategias al respecto. “Trato de decir lo que expresa el poema sintiéndolo, poniendo el cuerpo. Una vez un actor me dijo que tenía que sentir en la boca el sabor de lo que decía. Por ahí va, me sirve mucho, además, encontrar la cadencia, el ritmo del texto y dejarme llevar por esa música”, señala Cros.

“No soy performática, nada que ver —apunta Genovese—. Pero sé que pasa algo cuando leo. A mí la lectura me gusta lo más sobria posible, y al mismo tiempo respetando el texto y leyéndolo desde adentro. Los mejores momentos son cuando siento que me gano el silencio. Por más que la gente esté en silencio al comienzo, uno escucha un silencio muy especial cuando nota que algo está pasando. Esa es la lectura que me gusta, no la que sobreimprime al texto algo que le es ajeno”.

Casar González parece adherir a esa línea. “La poesía está muy cerca de la voz, nace de la voz; así es que me importa mucho que una lectura en voz alta sí llegue, y profundamente, y bien, a los oídos que la escuchan —apunta—. He leído mucha poesía en aulas y también en radio. Procuro leer inteligiblemente, permitiendo que surja y se aprecie la musicalidad del verso. Suelo leer e ir comentando, haciendo pequeños puentes que preparen un mejor camino de un poema a otro”.

Los poetas coinciden en destacar la importancia del Festival en cuanto lugar de encuentro. “Es una fiesta de la palabra, sirve para crear espacios de coexistencia, placer y enriquecimiento. Después de asistir a tanta poesía uno queda como impregnado y con nuevos bríos y con nuevas ideas y con ganas de escribir más y de difundir más lo que hace”, agrega Casar González.

“Creo que los encuentros de poetas —interviene Mercedes Gómez de la Cruz— son lindísimos y muy importantes para alimentar la producción propia, para entrenar el oído, para aprender a escuchar, para conocer gente que escribe en otros lugares. De ese modo incide en mi producción, a veces por afinidad y a veces por diferencia”. El impulso de escribir se renueva, advierte Alicia Genovese: “Siempre me voy con una energía impresionante, muy cargada, escuchando cosas que no conocía o que no había leído bien”.

“No puedo dejar de citar a Paco Urondo —comenta al respecto Graciela Cros—, él decía «La amistad, lo mejor de la poesía». Los encuentros sirven, entre otras cosas, para reencontrarse con amigos, conocer lo que están haciendo en la actualidad. También para conocer nuevas voces lejanas o cercanas, tomarle el pulso a la poesía. Más allá de la exterioridad propia de una reunión de estas características, lo que se juega en el orden del «para afuera», me parecen momentos de una gran riqueza, estimulantes, renovadores”.

Un punto de llegada y, en el mismo sitio, nuevos lugares de partida. “Cuando uno se siente a oscuras, perdido y solo en el trabajo —sigue Cros—, ir a un encuentro de poetas es muy nutricio, vivificante, opera como una suerte de renacimiento, de reencuentro con la poesía y con uno mismo. Un encuentro de poetas abre nuevos campos de lectura y conocimiento, establece contactos, genera proyectos. Es una ocasión magnífica para renovar la apuesta poética de quienes participamos”.
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El Centro Cultural Bernardino Rivadavia será la sede central de las actividades del Festival.

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