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domingo,
30 de
septiembre de
2007 |
Amantes del vino
Gabriela Gasparini
Desde hace varios años, domingo a domingo escribo en esta columna sobre temas relacionados con el vino.
A veces mis textos tienen que ver con lo técnico, otras con lo anecdótico, con poemas o recortes literarios, pero sobre el mar de afectos y emociones que atraviesan las relaciones vinícolas nunca navegué. Voy a explicar a qué me refiero.
El vino es mucho más que una bebida. Es la posibilidad de percibir sensaciones diferentes, de descubrir aromas y sabores y atesorarlos como valiosos recuerdos; les aseguro que difícilmente se olvida cuándo y dónde se probó un vino que nos impresionó. Y por sobre todas las cosas es una manera más de hacer amigos como parafraseando el viejo chiste que dice “probando vinos se conoce gente”.
Un grupo conformado por amistades que hice a partir de esta incomparable bebida inaugurará el jueves próximo la quinta versión de la Expo Sabores del Vino. Cada uno de nuestros encuentros está signado por la alegría (dirán, y claro con el alcohol que toman, pero no, las carcajadas comienzan antes de abrir siquiera la primera botella). Porque el vino, como ya dije, tiene que ver con todo, con la gastronomía por supuesto, el cine, la pintura, la literatura y la fotografía. ¿O acaso una de las más famosas fotos de Cartier Bresson no es la del nene que lleva muy sonriente una botella bajo el brazo? Bueno, de todo esto tratan las charlas en nuestras mesas, además de los chismes.
Al pensar en la feria que se avecina recordaba comentarios que decían que no es el mejor lugar para degustar. Es mucho más que un lugar para probar. Es un espacio para compartir. Una llega y se da una vueltita registrando la ubicación de las bodegas, y en ese caminar va eligiendo entre tanta oferta la que resulta más atractiva.
Un amante del vino es un recopilador de percepciones. Eso es lo que hace, guardar para sí un sinnúmero de experiencias sensoriales, no sólo de las buenas por cierto, y las retiene pero no las esconde, las comparte como si se tratara del propietario de interesantes obras de arte que las quiere gozar en conjunto. Esto es tan así que cuando uno va pasando de un stand a otro probando y por los pasillo se encuentra con conocidos, casi antes del saludo la frase que se escucha es “no te pierdas el Merlot de tal bodega que está por ahí, o probá tal Syrah que te va a gustar”. Y eso pasa con todos, dispuestos a confiar sus descubrimientos con el mismo entusiasmo con el que darían una primicia para la primera plana de un diario o el noticiero de las ocho.
Esa camaradería nace del placer que brinda una copa. Más de una vez me enfrenté con quienes asocian indefectiblemente al vino con el alcoholismo, y no hay nada más alejado de nuestra realidad, porque con demasiado alcohol se pierden los registros, y nosotros somos “apasionados coleccionistas de sensaciones”.
Por eso, si usted todavía no comenzó una colección propia, la Expo es una buena excusa para dar los primeros pasos o para incrementar su colección si ya la tiene. Estoy segura que nos veremos por ahí, tratando de sumar emociones en una copa.
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