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domingo,
30 de
septiembre de
2007 |
“La amistad es la riqueza de la vida”
Silvia Carafa / La Capital
Una amistad de niños que nació en el barrio Arroyito, resistió al tiempo, a la distancia y derrotó al olvido. Mark y Norma jugaban juntos mientras la década del 50 marcaba a fuego la historia argentina. Eran tiempos de veredas amplias, bolitas y fantasías. Cuando él cumplió 8 años, se radicó en Canadá. Un poco más tarde, ella se instaló en Buenos Aires. Para ambos, Rosario se quedó con la magia y la nostalgia.
Días atrás, a La Capital llegó un llamado de Toronto, Canadá, que buscaba hacer pié en aquellos afectos de la infancia. Mark Starowicz, ahora director de la Cadena Nacional de Televisión Canadiense, viajaba a Brasil y aprovecharía su primer regreso a América latina en 50 años para ubicar a Norma. Jorge fue el encargado de responder y echó a andar la rueda del destino comprobando que la mujer ya no vivía en Rondeau al 600.
Pero como escribió Mallarmé, una tirada de dados no abolirá el azar. Mark volvió a probar suerte con un par de avisos clasificados en diarios porteños y una persona de apellido González, ajena a la historia, se involucró en la búsqueda. Buscó el nombre de Norma Balduzzi en los padrones electorales y respondió al mail que figuraba en el aviso. Más aún, un amigo de la mujer también había visto el anuncio y la alertó. La suerte estaba echada, dos días después los amigos de la infancia se reencontraban.
“La hubiera reconocido entre muchas”, dijo Mark sobre la mujer menuda, locuaz, rubia y de ojos cálidos que tenía ahora frente a él y que había olvidado al compañerito de juegos de la calle Rondeau. “Mi alma gemela”, la definió el hombre que hoy tiene 61 años, trabaja en la producción de documentales sobre la cultura y la gente de distintos países, y que se llevó grabada su sonrisa de niña.
“Para mí es un milagro inesperado, me parece estar en un cuento de hadas”, contó Norma que ayer viajó a Rosario con su esposo y Mark, para recorrer el barrio y cenar junto a Esmeralda, la profesora de piano que aún vive en el barrio. Las calles de la ciudad encendieron la mirada y el corazón del canadiense que no pudo olvidar el bulevar, los tranvías y la estación de policía que entonces lo llenaba de miedo.
“Los amigos son la riqueza de la vida”, aseguró Mark mientras observaba con Norma una foto sepia donde la niña que grabó en sus ojos posaba frente a la que fue su casa. En el medio de la historia hubo una coincidencia: años atrás ella viajó a Canadá pero ignoraba la existencia de Mark. ¿Un ensayo del destino que ayer los reencontró venciendo obstáculos?
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