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sábado,
15 de
septiembre de
2007 |
Tiempos de transición y cambios en los sistemas de enseñanza en América latina
Pablo Gentili: “La utopía educativa llega con las incertidumbres”
Ante las reformas de los 90, el pedagogo cree que hoy hay espacios para el cambio
Matías Loja / La Capital
El desencanto y la resignación fueron algunas de las huellas más profundas que sembraron las transformaciones en la enseñanza implantadas en América latina entre las décadas del 80 y 90. Pero para el especialista en educación, Pablo Gentili, no hay que dejarse vencer, por eso propone que en períodos de transición como los actuales “hay que apostar a esos espacios y fisuras que tiene el sistema y por donde se cuela la utopía de cambio”. Aunque advierte que esa esperanza llega con incertidumbres y miedos.
Doctor en educación, profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro e investigador del Laboratorio de Políticas publicas (Lpp) —dependiente de esa institución—, Gentili es autor de numerosos libros y artículos referidos a las reformas neoliberales en la región, así como uno de los críticos más rigurosos sobre este período de la historia reciente del Cono Sur.
Estuvo esta semana en Rosario, para dictar una de las conferencias centrales del X Congreso Nacional y VII Internacional de Aula Hoy, organizado por Homo Sapiens Ediciones. Editorial que publicó recientemente el nuevo libro del educador: “Desencanto y utopía. La educación en el laberinto de los nuevos tiempos” (ver aparte).
En diálogo con La Capital, Gentili indica que a la educación se le exige la solución de todos los males, incluso aquellos que no pertenecen a su ámbito. Una exigencia que “hará que los actores del sistema educativo vuelvan a ser criminalizados y culpabilizados por el fracaso, como lo son hoy”.
—¿Qué respuestas debe dar la educación entonces?
—Esas respuestas están relacionadas con la pregunta del para qué sirve la escuela. Que es un gran tema del debate educativo —y siempre lo fue—, pero que ahora gana relevancia en función de que a la educación hoy se le ponen unas metas y exigencias muy altas en la resolución de la crisis. Esto es lo que en el libro menciono como una aparente esquizofrenia sobre una educación de la cual no se espera nada en sus condiciones actuales, pero sí que en el futuro sea la llave del cofre de la felicidad que permita superar todos los problemas. Si creemos que de la crisis educativa se derivan, por ejemplo, las dificultades en el mercado de trabajo, ello generará nuevas frustraciones si no logra resolver este tema. Y en la medida que la educación se estructura sobre la base de un trabajo humano, la sensación de decepción tiene un papel muy grande. Las metas no cumplidas llevan a que los actores del sistema vuelvan a ser criminalizados y culpabilizados por el fracaso, como lo son hoy, donde muchos les echan en cara a los maestros ser responsables del desempleo y de la crisis de valores.
—¿A qué le atribuye este fenómeno?
—Entre otras cosas este es un síntoma de debilidad de la escuela, que no se puede defender ante esto. Se elige una institución débil para depositar en ella absolutamente todas las cargas del fracaso de una sociedad, cuyo origen está en realidad en los modelos económicos y sociales. Incluso en la educación, en donde los maestros han tenido bastante poco que ver en la definición de estos modelos impuestos y no participativos. Ahí es en donde aparece la creatividad que uno ve en el sistema escolar, y que explica cómo es posible que en América latina las escuelas abran todos los días sus puertas. Este es el milagro.
Contra el neoliberalismo
—¿Qué vigencia tiene la crítica tal como se la hacía en los 90?
—Tiene vigencia para hacer un balance de lo que pasó. Buena parte de las consecuencias de esto que llamamos crisis educativa es el resultado de las políticas educativas que se aplicaron en los 80 y los 90 en América latina por nuestros gobiernos. Por imposición de los organismos internacionales pero con una gestión nacional que aplicó ese modelo. Ahora, debemos tener capacidad para reconocer los cambios y las transformaciones que han ocurrido en los últimos años en nuestros países. Primero, existe una crisis de legitimidad muy grande de las políticas neoliberales. Se puede analizar por qué un gobierno como el de Kirchner se posiciona hoy contra las políticas neoliberales. Uno puede calificar eso como oportunismo, si se quiere, pero eso también evidencia que hay una crisis —muy regular en toda América latina— acerca de que el neoliberalismo fracasó.
—Sumado a las transformaciones en Chile y Venezuela...
—Claro, hay evidencia de cambios efectivas en la movilización popular, como en Chile con los estudiantes secundarios y universitarios, o de procesos políticos más amplios todavía como en Bolivia y Venezuela. Y con todos los límites en la Argentina, Brasil y Uruguay. En todos estos países no podemos decir que hay políticas neoliberales. Por lo tanto, criticar la política educativa de Kirchner por representar una continuidad de lo que se hacia en los 90 me parece que es una marca de desinformación y falta de conocimiento. Hoy tenemos que tener capacidad para entender qué es lo que está ocurriendo.
—¿Cómo define entonces estos modelos que rigen hoy en Latinoamérica?
—Podemos decir que estamos en un proceso de transición, inclusive en países como Venezuela, donde Chávez hace las llamadas “misiones educativas”. Es evidente que ante los avances tímidos de los gobiernos posneoliberales en América latina nos sintamos deprimidos. (Paulo) Freire decía que la esperanza no es el optimismo ingenuo, por eso es justamente que ante este desencanto hay que anteponerle la necesidad de la reflexión critica. Decir que el gobierno de Lula es igual al de Fernando Henrique Cardoso es falso. Decir que es una revolución socialista que transformará el futuro también. Lo que se están construyendo son alternativas, y hay que apostar a esos espacios y fisuras que tiene el sistema por donde se cuela la utopía de cambio. La utopía no entra por arriba, se mete por abajo, en la dudas, miedos e incertidumbres de los que van construyendo la historia.
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Pablo Gentili dice que en América latina es "un milagro" que las escuelas abran sus puertas todos los días.
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