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 sábado, 25 de agosto de 2007  
El gobierno replicó las críticas que le formuló la Iglesia
Fernández le enrostró a la curia no haber fustigado a la dictadura. “Prefirieron callarse”, disparó

El gobierno nacional, a través del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, salió ayer al cruce del duro documento dado a conocer el jueves por el Episcopado en el que advirtió sobre “dádivas”, “clientelismo político” y dependencia de la Justicia, en el marco de la campaña electoral.

“En otros tiempos, la Iglesia pensó de otro modo. En este tiempo entiende importante sacar una declaración, en otro tiempo entendió importante callarse. Es la opinión de la Iglesia y así hay que tomarlo”, ironizó Fernández.

El jefe de Gabinete aludió —igual que anteayer lo hizo el diputado kirchnerista Carlos Kunkel— al silencio de buena parte de la Iglesia sobre los crímenes cometidos durante la última dictadura militar, en momentos en que el ex capellán Christian von Wernich enfrenta un juicio oral por su cooperación con el terrorismo de Estado.

Fernández salió así al cruce del documento dado a conocer el jueves por la Comisión Permanente del Episcopado, en el que una veintena de obispos, encabezado por el cardenal Jorge Bergoglio, calificó de “trascendentes” las elecciones de octubre y reclamó “dejar atrás las prácticas demagógicas y presiones indebidas, como el clientelismo y la dádiva, que desvirtúan y degradan la cultura cívica”.

La advertencia episcopal se dio en medio de la crisis política y social en Santa Cruz, la provincia del presidente Néstor Kirchner, donde el obispo Juan Carlos Romanín denunció “amenazas a la paz social y a la institucionalidad”, después de que el ex ministro kirchnerista Daniel Varizat atropellara con su auto a una veintena manifestantes.



Primera estocada. El primero en responder a la Iglesia fue el diputado Kunkel, quien vinculó a Bergoglio con “la derecha peronista” y la agrupación Guardia de Hierro y advirtió que “el Episcopado todavía no se ha pronunciado sobre los casos de violación de los derechos humanos”.

Ayer se sumó también el vicepresidente y candidato a gobernador bonaerense, Daniel Scioli, quien buscó poner paños fríos al enfrentamiento. “Hay que escuchar, y el que gobierna tiene que resolver los problemas y gestionar. Se ha bajado la pobreza y la indigencia. Nadie va a gobernar un país procurando que haya más desocupados, más pobreza”, agregó Scioli.

No obstante, Scioli admitió que “puede haber un problema puntual de desencuentro” entre sectores de la Iglesia y el gobierno.

Por su parte, el obispo emérito de Puerto Iguazú, Joaquín Piña, negó que Bergoglio sea el líder de la oposición: “Lo niego rotundamente, lo conozco muy bien, y no es así”.

“El problema es que el gobierno no quiere escuchar algunas verdades, la Iglesia las está diciendo, y es su obligación decirlas”, subrayó el prelado.

Piña —quien a principios de este año encabezó un movimiento político y social que echó por tierra la reelección indefinida del gobernador misionero Carlos Rovira, apoyada por el propio presidente Kirchner— advirtió sobre “la situación de la gente, de las injusticias, de la corrupción, de los engaños que nos quieren meter con la cuestión del Indec”.

Piña también expresó su apoyo a la posición del obispo Romanín en la crisis santacruceña y coincidió en sostener que “no se debe abusar de la paciencia del pueblo”. Insistió en que el gobierno no quiere escuchar “la realidad social” del país y señaló que “aunque hubo una mejoría en la economía”, existe “un alto porcentaje de desocupación encubierta”. “Lo malo es cuando no se quiere reconocer eso”, advirtió luego.

El obispo alertó, además, que “se van repitiendo” hechos de corrupción en funcionarios del gobierno nacional y señaló que “con poner la basura debajo de la alfombra no solucionamos nada”.



Historia repetida. El enfrentamiento entre la Iglesia y el Ejecutivo nacional se repite cada vez que el Episcopado emite un documento, casi siempre crítico hacia la clase política en general y al gobierno de Kirchner en particular.

La tirria, incluso, comenzó desde el arranque de la administración kirchnerista, basada fundamentalmente en el fuerte contenido ideológico que le imprimió a la política, sobre todo reivindicando la violenta década del setenta.

Las críticas de la Iglesia Católica, aunque solapadas, siempre hicieron centro en ese eje ideológico.


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El cardenal Bergoglio rubricó el documento crítico. Alberto Fernández cruzó luego a la Iglesia.



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