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 sábado, 25 de agosto de 2007  
Estrés: señales para prestarle atención

Cuántas veces hemos dicho en los últimos meses “tengo estrés, estoy estresado” como sinónimo de “estoy cansado, no aguanto más, estoy agotado, tengo preocupaciones”. El estrés tiene un significado preciso, ya sea para la medicina, la psicología, la psiquiatría y hasta para la física. Si nos sentimos estresados deberíamos tratar de ver qué es lo que realmente nos está sucediendo. Tal vez sea estrés, tal vez no, pero no tenemos que restarle trascendencia.

Técnicamente estrés es el nombre de un sindrome que se traduce en una serie de síntomas psicofísicos producidos por una tensión a la que estamos sometidos en forma constante hasta que el organismo empieza a dar señales: problemas cardiovasculares, trastornos sexuales, afecciones músculo esqueléticas, problemas gástricos, dérmicos, trastornos del sueño, cambios en el humor, y principalmente estado de fatiga. Esto sucede cuando se llega al límite que el organismo puede soportar.



Vivencias de amenaza

Tensiones, presiones y exigencias agotan la estabilidad anímica de un sujeto cuando son vivenciadas como una amenaza. Siempre hay tensión.

Vivir no es gratis. Vivir cuesta vida. La utopía de una vida totalmente armoniosa y relajada no existe. Lo que sí existe es la posibilidad de permitirnos el relax, el disfrute y el placer aun ante las diversas exigencias, y de esa forma sentir que recuperamos lo que hemos invertido.

La cuestión toma otra gravedad cuando no encontramos los recursos simbólicos para poder hacerlo, de manera tal que no hay forma de alejarse del tema que nos agobia (en el trabajo, en el estudio, la familia, las finanzas) Si esto sucede, no hay vacaciones que valgan.

También hay un aspecto subjetivo. Y esto depende de cómo el sujeto se posiciona ante los problemas que lo tensionan.

Si los acontecimientos que lo tensionan son vivenciados con una magnitud superlativa y la persona “se ahoga en un vaso de agua”, tal vez no sea el hecho en sí lo que la tensiona sino lo que representa.

Una preocupación, un malestar, un problema no necesariamente producen estrés, pero si se insiste con esto de “estoy estresado”, se puede presumir que algo más está pasando. En general le ponemos el rótulo de estrés, minimizamos el asunto y suponemos que ya pasará. Usamos la palabra como una muletilla, decimos algo sin decir nada. La nombramos sin definir un diagnóstico diferencial de lo que nos pasa. Con este vocablo se intenta cerrar las significaciones de un malestar. Si sentís estrés no vayas al diccionario, algo está sucediendo.

La oportunidad de hacer algo es sólo de uno, de interrogarnos, de actuar sobre aquello que nos impide continuar. Es en este punto donde comienza a aparecer un conocimiento propio del que podremos ver parte o quizás sólo acercarnos. Nuestro yo no puede controlar todo. Esta es la barrera psíquica a la que Freud denominó inconsciente y con la cual los psicoanalistas nos encontramos a diario en el consultorio.

La realidad es que hay un mundo inmenso de ideas, sensaciones y pensamientos al que solamente podemos comenzar a aproximarnos si lo indagamos.

Se ha transformado casi en una costumbre eso de que a cualquier malestar o enfermedad que no tenga una constatación orgánica se le pone el nombre de estrés. A la mayoría de las personas esto los deja aliviados, cuando en realidad deberían saber que si después de hacer todo tipo de estudios médicos, no existe nada en el cuerpo, algo está pasando a otro nivel. Es el tiempo de averiguarlo.



María Soledad Cimadoni

Psicóloga


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