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 sábado, 25 de agosto de 2007  
Yo Creo.
Opinión: “¿El amor sigue siendo más fuerte?”

Rodolfo Bella / Escenario

La esencia del reality show es vital y directa. Claro que, aunque apela a los sentimientos, tiene distintos matices. Los protagonistas pueden patinar, bailar, haraganear en una casa o directamente buscar novias y novios ante las cámaras. Pero en todos los casos resulta la idea de que “el amor es más fuerte”. Los solos y las solas tienen su propio programa que se encarga de orientar a hombres y mujeres en la búsqueda de una pareja, y es un buen ejemplo sobre cómo reparar públicamente algunos baches odiosos de la vida privada. Pero las relaciones que se construyen bajo la mirada pública tienen reglas propias. La ficción, a pesar de supuestos riesgos, repite la fórmula. Una de las series más exitosas de la televisión, “Sex and The City”, sólo trataba de eso, en última instancia. Con o sin zapatos de Manolo Blahnik, a las cuatro chicas más glamorosas de la televisión estadounidense, Charlotte, Samantha, Miranda y Carrie, sólo las domesticó el amor. En “Gran Hermano” los integrantes del ciclo se debaten por ver quién los ama más. Dentro y fuera de la casa. Afuera, porque su permanencia depende de las simpatías que generen entre los televidentes. Y adentro porque cuando hay señales de vínculos personales el rating trepa y el programa y ellos mismos se promocionan. Bailar y patinar está muy bien cuando, además del espectáculo que valoran millones de televidentes, tiene un objetivo solidario que impulsa todo el show, aunque el famoso sueño a cumplir pasa a un segundo plano cuando se pone en juego la medición o cuando los soñadores revelan supuestos romances. El efecto final causa perplejidad: con la misma rapidez que sucede todo en un reality, lo que naturalmente hubiese quedado encriptado en el ámbito de lo privado pasa a ser público y se transforma. El amor sigue siendo “más fuerte”. Sólo que de esa forma, además, puede generar algún rédito.


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