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sábado,
25 de
agosto de
2007 |
“No quiero morir sin oír a la gente riéndose en un teatro”
La actriz, que se presenta hoy y mañana, destacó la vigencia de la obra
Rodolfo Bella / Escenario
China Zorrilla dice que no es una marca registrada ni un seguro de éxito, pero reconoce que podría ser más o menos así, aunque no lo busque ni dependa de ella. La actriz, a sus confesados y nada evidentes 85 años, dijo a La Capital que se sigue entusiasmando con cada nuevo proyecto. Zorrilla regresa a Rosario con “Camino a la Meca”, la pieza que protagoniza junto a Carolina Papaleo y Tony Vilas, hoy, a las 21 y mañana a las 20, en el teatro Broadway, San Lorenzo 1223.
—¿Piensa en las despedidas de sus obras o el entusiasmo es eterno?
—¿Quién dijo la palabra despedida...? (risas) Yo nunca me despido, porque uno nunca sabe cuándo va a ser la verdadera despedida. Con “Camino a la Meca” debutamos a principios de enero de 2003 y ya vamos por el quinto año.
—¿China Zorrilla es una marca, un seguro de éxito?
—Uno nunca sabe qué gancho tiene una obra. Cuando uno no le apuesta mucho, resulta que sí había que apostarle. Yo no voy a decir que a mí no me conoce nadie. A mí la gente me conoce y me ha visto hacer muchas cosas y supongo que mi nombre en un elenco pesa mucho.
—¿Por qué las apuestas siempre son inciertas?
—Es un clásico apostarle todo a una obra porque tiene todos los ingredientes de un buen autor, elenco, director, y no va nadie. Se van todos los ahorros y el contrato con el teatro sigue corriendo. Y traen cualquier obrita de cuarta, la ensayan y está en cartel dos años. O sea que es para morirse...
—Hace poco hizo una publicidad. ¿Qué la lleva a aceptar ese tipo de propuestas?
—Me llevó la plata... y me parece que no está mal. Siempre que hago un aviso, estoy segura que lo que estoy recomendando es bueno. Una vez en Montevideo me llamaron para una publicidad de jugo de naranja. Les dije que no puedo recomendar algo que no me gustó o no probé. Fue tal el asombro de los fabricantes que me dijeron: “Pero qué importa, China”. A mi sí me importa. Bueno, me mandaron 2.500 litros de jugo de naranja, me encantó e hice el aviso (risas). Esa es una de las ventajas de ser conocido. Además de ganarse la vida en el teatro, que es una profesión tan insegura, uno se consuela con un aviso.
—¿Por qué no está más seguido en televisión?
—Porque no me llaman; me gustaría... Aunque ahora me han llamado, así que estoy feliz. Suar lo llamó a Marcos Carnevale (“Elsa y Fred”, “Tocar el cielo”) y ahora entra a Pol-ka con un gran laburo para organizar un teleteatro. También me llamó Lito Cruz para una aparición en Canal 7. Se llama “200 años” y son textos de varios autores. A mí me gusta la tele, pero combinar tele con teatro es muy cansador. Cuando salís del canal para hacer una obra decís: “Ay... no puedo más!” (risas).
—Además le quedó tiempo para hacer “Tocar el cielo”...
—Por suerte me quedó tiempo porque estoy muy orgullosa. Primero que me llamó Carnevale. Me gusta la historia, es como una película de aventuras. Es como en la vida, que uno no sabe de quién se va a enamorar, a quien voy a dejar de querer y otro día puedo tocar el cielo. No tiene que ver con un héroe con la cara de James Bond. Todos queremos ser felices y tocar el cielo. A veces no nos dejan y otras nos dejan pero no es fácil. Me parece que es un linda historia, esperanzada, a través de la cual festejamos el encuentro de dos personajes que los conocemos desde hace 20 minutos. Uno se encariña con ellos.
—¿Qué opinión tiene de lo que hace unos años llaman “nuevo cine argentino”?
—No veo todo lo que quisiera, pero hubo películas estupendas. Hace poco vi “Tiempo de valientes”, que es una genialidad total. Pero acá, como somos un poco solemnes, le restó votos que era cómica y si es cómica dirán “ah, bueno, pero es cómica...”. Y no. Lo más difícil es hacer una comedia.
—Y usted tiene ganas de hacer humor...
—Yo hago mejor el humor. La solemnidad tiene que ver con esto. A mí me saludan distinto cuando hago una cosa u otra. Yo soy una buena comediante y es muy difícil hacer reír. ¡Yo nací con eso y no puedo hacerlo! (ríe). Pero no me quiero morir sin oír a la gente riéndose en el teatro.
—¿Le pegaron la etiqueta?
—Yo qué se... yo odio las etiquetas, pero Chaplin fue uno de los que hizo pensar más al mundo mientras lo hacía reír. Le dieron el Oscar a sus 83 años. Antes nadie pensó que ese payaso se lo merecía, y se lo merecía desde la primera hasta la última película.
—¿Qué va a hacer cuando finalmente decida descansar?, ¿o eso no va a pasar nunca?
—Yo no puedo despedirme porque no soy rica, que debería serlo, pero yo todavía lleno un teatro y tengo 85 años. Mientras pueda seguir llenándolo voy a seguir trabajando porque me sigue gustando. Tengo esa suerte.
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“Tengo la suerte de poder seguir trabajando".
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