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 sábado, 25 de agosto de 2007  
“Soy psicoanalista, pero en la radio sólo juego”
Gabriel Rolón lanzó “Historias de diván” y ya va por la 6ª edición. Hoy las presenta en la Feria

Laura Vilche / La Capital

que trabaja a la medianoche junto a Alejandro Dolina en el programa radial “La venganza será terrible”. También se enterará que compartió el aire con Petinatto y Karina Mazzoco en “Todos al diván”, que por las tardes escucha los conflictos de los oyentes del programa de la Negra Vernaci en la Rock & Pop y que participa del RSM (Resumen de los Medios) de Mariana Fabbiani en la tele. Y entre otros datos, leerá en alguna página que su segundo nombre es “Atilio”.

“No, eso fue un error que apareció en la web y del que siempre se rió Dolina. Yo soy Gabriel Felipe Rolón”, aclara. “¿Quién lo escribió, algún enemigo?”, le preguntó La Capital.

“Y, tal vez algún sistémico”, contestó con ironía el psicoanalista que acaba de escribir su primer libro con los casos clínicos de algunos de sus pacientes. “Historias de diván. Ocho relatos de vida”, es un verdadero éxito editorial. Su primera edición, que salió en junio de este año, ya se reimprimió seis veces. Hoy, a las 19.30, entre él y la gente se invertirán los roles. El público será quién oficie de escucha cuando Rolón presente su ópera prima en la IX Feria del Libro, en el Patio de la Madera (Cafferata y Santa Fe).

—¿Sos criticado en el ambiente psi por ser mediático?

—Creo que en el imaginario de los colegas hay mucho dogmatismo y dificultades para transmitir cuestiones teóricas en un lenguaje corriente.

—Pero la psicoanalista de niños Françoise Doltó contestaba las preguntas de los padres a través de la radio y nadie dudaba de su absoluto profesionalismo...

—Justamente (Jacques) Lacan rescataba a Doltó, decía sobre ella que había logrado llamar a la encopresis “hacerse caca encima”. Creo que hay que aprender a comunicar, cuando hablo en los medios tengo claro que no estoy dictando una cátedra en la facultad; si me meto en la casa de la gente a través de la radio o de la televisión soy yo el que debe adaptar su lenguaje. No ha sido bueno para el psicoanálisis no poder comunicarse fácilmente con la gente, hemos construido un estereotipo por el cual se desconfía de nosotros los analistas.

—Rescataste a Lacan pero en tu texto no te describís como esos lacanianos que dan la mano y se quedan prácticamente mudos en toda la sesión.

—Una vez me analizaba con un profesional a quien le dije, “claro usted es lacaniano como yo”; él me detuvo y me dijo: “Yo era lacaniano cuando era estúpido como usted, el problema suyo es que por ser lacaniano no llegará nunca a ser roloniano”. Tenía razón, mi base teórica es lacaniana pero no lo tomo como dogma.

—Al primer capítulo del libro lo introducís con una frase de Jorge Luis Borges que dice: “Ya no es mágico el mundo. Te han dejado”. ¿Hay algo más doloroso de entender que a uno no lo quieran más?

—Es uno de los dolores más grandes para atravesar, es un dolor parecido al de la muerte de un ser querido; pero agravado por la falta de deseo del otro. Porque la muerte justifica de algún modo que alguien ya no esté a tu lado.

—En otra historia, la de Mariano, un hombre casado y con una amante, hablás de él como un paciente aburrido. Los pacientes suelen tener miedo a que ustedes los analistas se duerman mientras ellos están en el diván. ¿Eso hacés cuando te aburrís?

—No, con razón cogotean y nos miran (se ríe). Estuve por abandonar ese caso que relato en el libro porque sentía que él tiraba la plata y yo no tenía por dónde entrar. Pero luego cuento cómo se destrabó la historia y se volvió apasionante. Sucede que algunos pacientes no le tienen miedo al inconsciente y se sumergen más en sus aguas oscuras; otros no son tan valientes y preguntan como si uno fuera un maestro: “¿Qué hago?”.

—¿Por qué si uno va al psicoanalista por problemas laborales, de amor o sexuales termina siempre hablando de los padres?

—Porque en los primeros 5 ó 6 años de vida se constituye la psiquis y es propio de neuróticos que se hable de los padres, los viejos están adentro interiorizados; hay que pelear con ellos desde adentro de uno, no afuera. Cuando la problemática de alguien no pasa por cuestiones edípicas, por ende sexuales o no pasa por angustia de castración, es decir, algo ligado con la muerte y el duelo, yo no trabajo con él. Sencillamente porque soy analista y les explico que es como si yo fuera un otorrinolaringólogo y vinieran a verme por un infarto. Ahora bien, como dice Dolina, después de los 25 años uno es responsable de su cara, si tenés cara de estúpido ya no es culpa de tus padres.

—Decís que enfrentar un análisis es amar la verdad.

—El psicoanálisis es apasionante, más allá de que implique desgarrarse, reír, llorar, frustrarse y enojarse cada semana. Es lo único que me seduce de la psicología porque al analista y analizante los mueve un sentimiento grande y profundo: el amor a la verdad, esa única y personal verdad que trae cada paciente y que no puede terminar de decirse; que aparece disfrazada en un sueño, un chiste o un lapsus. La verdad es el único instrumento para destrabar el dolor. A mí no me gusta tomar tests, hacer psicodiagnósticos, seleccionar personal o trabajar en orientación vocacional. Este es un texto para quienes se interesan en el dolor y buscan la posibilidad de superarlo.

—¿Qué diferencia hay entre un neurótico que va a tu consultorio y uno que es famoso en la televisión?

—Las diferencias están en sus niveles de estrés y exposición, y cómo esto impacta en el narcisismo, no siempre se creen lo más, expresan mucha angustia. Es como analizar a un cirujano que todo el tiempo está operando a gente que se puede morir. En los medios me divierto, tengo una escucha que me permite agarrar a alguien como Tortonese por algún lado que otro no puede y hacerle una devolución ridícula, en la tele y la radio juego. Parece innecesario aclararlo, pero te aseguro que muchos artistas famosos y productores se lo toman en serio.




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