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domingo,
19 de
agosto de
2007 |
[Investigación]
Entre el mito y la historia
El libro “Mate Cosido, el bandido de los pobres” obtuvo el premio "Dr. Juan Alvaez". Un personaje sin final conocido
Gustavo Alvarez
Con Mate Cosido, uno de los bandoleros sociales más conocidos por los sectores populares de las provincias del Chaco, Santa Fe, Corrientes, y de prácticamente toda la zona noreste de la República Argentina, nos encontramos sin ninguna duda ante una historia sin epílogo conocido.
Pero su historia no es única en este género. En estas mismas tierras del litoral, por ejemplo, otros se ganaron también la lealtad, el afecto y —luego de su muerte— hasta la devoción de los sectores populares más necesitados.
En Corrientes, muy venerados por la gente, destacaron el Gaucho Lega (su verdadero nombre era Olegario Alvarez) y El Gauchito Antonio Gil. Aunque ninguno de ellos puede ser denominado un bandolero social, sus historias se tocan con la de nuestro bandido: los sectores populares del siglo XIX los habían calificado como Gauchos buenos, porque podían confiar en ellos y los consideraban defensores de los pobres y vengadores de las injusticias.
Quien sí era un bandolero social en el sentido fuerte del concepto fue Juan Bautista Bairoleto —El Pampeano. Más próximo a nuestros días, también pueden ser considerados como bandoleros sociales los Hermanos Velázquez, personajes que actuaron en la zona del Chaco entre 1962 y 1967. Todos ellos se encuadran en este arquetipo del rebelde social que practicaba el robo a los ricos para repartir y redistribuir el producto de sus “hazañas”, de sus “actos de justicia” (que las autoridades calificaban de “fechorías”) entre los pobres. Nunca asesinaron a nadie, salvo en legítima defensa, o, como ellos mismos solían afirmar, por “justa venganza”.
Lo que se dijo peyorativa o críticamente, en su momento, desde los medios oficiales de información, forma hoy parte de la leyenda. La vida de estos personajes, y sobre todo la manera en que aquellas vidas terminaban, dio lugar a la elaboración de toda una serie de hipótesis, la mayoría de carácter infundado, donde la verdad muchas veces resultaba superada por la ideología de los sectores dominantes de nuestro país. En las páginas que siguen pretendo ofrecer un humilde aporte para hacer justicia con todos aquellos y aquellas que se ganaron un pequeño capítulo en la historia oral que hoy se cuenta en el noreste argentino: un capítulo de vencedores y vencidos.
Generalmente, los vencidos son parte de la historia no escrita, aquella que se trasmite de generación en generación, preferentemente de abuelos a nietos, frente a una taza de mate cocido humeante. Esto es así al menos en una gran parte del norte de la provincia de Santa Fe, y toda la zona del noreste de nuestro país, y muy especialmente el Chaco. No obstante, el fenómeno de las migraciones internas desde las regiones rurales hacia los grandes centros urbanos como Buenos Aires, Rosario, Córdoba, no sólo consistió en la llegada de importantes sectores de la población, temática generalmente cuantificable en términos demográficos. Con la gente, también llegó un gran bagaje de historia viva, no escrita, de transmisión oral. Este trabajo se inscribe, por ende, en la recuperación de las voces de quienes no escriben ni leen muchos libros. Muchos fueron analfabetos y muy pocas veces son conocidos por sus propios nombres, excepto por sus amigos. En general, se los recuerda por sus apodos.
Mate Cosido, desde mi perspectiva, puede dejar de ser sólo un mito, es decir, un claro exponente de la vida romántica que luchó por la libertad con afán de justicia, tanto para sí como para quienes le rodeaban, para pasar a ser parte de nuestra historia, una historia que se ha nutrido, en gran medida, de violencia. Este trabajo pretende mostrar la importancia de lo que muchos han decidido llamar Historia oral. Se trata de testimonios que, por alguna razón, no han quedado asentados en ningún documento escrito. Al desaparecer físicamente los propietarios de esa porción de recuerdos vivos, se corre el riesgo de perder información vital para la Historia.
Resulta interesante destacar la situación existente en el entonces territorio nacional del Chaco, cuando todavía no se había convertido en las provincias de Chaco y Formosa y que incluía el norte de la actual provincia de Santa Fe. En este espacio, la estructura social y laboral llevaba implícitos algunos resabios que podríamos calificar de “feudales”, presentes particularmente en las grandes empresas de capitales extranjeros. En los obrajes del Alto Paraná, por ejemplo, se mantenía en un régimen de expoliación inhumano a miles y miles de criollos e indígenas, a los cuales no se les tenía ni el más mínimo respeto, pues se los podía matar ante la vista impávida de gran parte de la clase dirigente argentina. (...)
La gente que trabajaba en la zona ganaba un mínimo e insuficiente salario, si es que lo percibían realmente, que además de limitado era pagado en moneda ilegal o mediante vales extendidos por las grandes compañías. Era un sistema que nos recuerda la famosa tienda de raya de propiedad de los patrones. El trabajador solía quedar endeudado, ya que todas las provisiones se adquirían, obligatoriamente, a la propia empresa contratante o a los representantes de la misma, pagando precios muy altos para su obtención, práctica que era habitualmente implementada con total impunidad por La Forestal.
Existen documentos históricos que enumeran las vicisitudes que sufrieron aquellos “empleados” de un “próspero” sistema capitalista basado en la agro-industria. Además de las tiendas de raya, propiedad de los patrones, el trabajo se pagaba en forma de vales o en especie, generalmente mercaderías que hubiesen resultado baratas si se hubiesen comprado en el mercado, es decir, fuera de los obrajes o ingenios, pero que se pagaban el triple o hasta seis veces más cuando se adquirían en ese círculo de explotación. Los patrones y “capangas” se llenaban los bolsillos. Las únicas diversiones en estos parajes, especialmente organizadas para dar un corolario turbio y triste al despojo, eran el alcohol, el juego y la prostitución.
Gran parte de esta reconstrucción no se hubiera podido realizar sin las entrevistas que realicé a diferentes protagonistas de la época y de los hechos que aquí se relatan, y que directa o indirectamente estuvieron en contacto con algunos de los miembros de la banda. Fueron amigos, encubridores, simples admiradores, familiares de las personas secuestradas.... Estas personas ayudaron a aclarar las lagunas que brindaban los documentos escritos que nos dejaron las personas encargadas de la represión. A diferencia de la prensa, que presenta a Mate Cosido como un delincuente común o un “romántico bandolero que aterroriza al Chaco”, según reza uno de los titulares periodísticos, las entrevistas mantenidas con los testigos de la época nos llevan al plano social.
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Huellas. El popular Mate Cosido.
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