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 domingo, 19 de agosto de 2007  
Reflexiones
De debates y debatidos

Por Carlos Duclos
En el tapete político se halla hoy el proyecto que contempla el debate en Santa Fe al menos entre los candidatos a gobernador de los distintos partidos. La idea es buena y sólo podría ponerse reparos sobre si el momento elegido para la presentación del proyecto es el adecuado. La presentación y confrontación de ideas de los candidatos a través de las cámaras de televisión es una figura que se viene imponiendo. El gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota, impulsó también la oficialización del debate televisivo. Pero al referirse al proyecto del oficialismo santafesino, un analista sostuvo que “presentado en esta instancia, cuando faltan días para las elecciones, parece una acción dirigida a obligar a Binner a debatir con Bielsa, en la confianza de que un debate dejaría mal parado al socialista”. Y es en este punto donde parecería quedar una zona oscura en el marco santafesino: ¿el momento para la legalización del debate obligatorio es oportuno? Esto en virtud de que hay quienes, como el analista en cuestión, interpretan que el proyecto supone una forma de llevar a Binner a un terreno donde no se siente a gusto o en el que no desea incursionar. La verdad es que este argumento no parece tener asidero por varias razones. Primero: supondría, de parte del oficialismo, menoscabar la inteligencia social y la capacidad de reflexión del ciudadano. Es decir, supondría que al impulsar el proyecto, sus hacedores no han sopesado la lectura que del mismo hará el electorado en el sentido de que puede ser coactivo. Nadie lanza una idea de estas características sin haberlo reflexionado seriamente y sin medir las consecuencias. Si las consecuencias se han medido bien, pues ese es otro cantar. Segundo: quienes sustentan lo del analista suponen que en una confrontación de este tipo Binner podría perder frente a Bielsa y ello dirimiría todo. ¿No es un juicio apresurado? Parecería que se han perdido de vista algunas cuestiones que tienen que ver con la emoción y el sentimiento de los argentinos, que ya no miden las circunstancias políticas con la misma regla de los dirigentes.

Suponer que un debate televisivo puede determinar el rumbo de una elección, hoy y en estas circunstancias puntuales por las que atraviesa la Argentina, es bastante dudoso, porque el debate televisivo es apenas una ínfima parte del debate electoral que la sociedad pide y que se da también por otros medios de comunicación como las ediciones de plataformas de gobierno, los comunicados en la prensa escrita, radial y televisiva, el discurso de los candidatos en actos o reuniones reducidas, sus comportamientos. Y sin contar que, dentro del debate, juega un rol preponderante el antecedente en la acción de gobierno. Es decir, hay un debate pasivo o tácito que el electorado ha percibido y ha hecho suyo a través del tiempo y merced al cual, fundamentalmente, emite un juicio o elige.

Pero por lo demás, un ebate televisivo, aun cuando es indicativo, no parece determinante para la mente argentina de hoy que ha descubierto lo siguiente: el don para el discurso, la facilidad de palabra oral no necesariamente está vinculada a la capacidad para gobernar. Y esto no implica considerar aquí los atributos ni de Bielsa ni de Binner. Por ejemplo: Raúl Alfonsín era y es aún un orador de primera categoría, fue candidato pletórico de oratoria y de propuestas. Tuvo la capacidad de cautivar al electorado y ganar las elecciones, pero debió abandonar el puesto antes de tiempo en medio de un país incendiado. Estas cosas la ciudadanía las percibe más claramente que nunca y la percepción ha sido acuñada en una frase célebre y popular: “Hablan muy lindo, prometen mucho, pero cuando llegan de lo que dijeron ni se acuerdan”. Los referentes para el voto son otros en este momento.

Un debate recordado.
Un debate que debe ser recordado y que sirve de ejemplo para flexibilizar su contundencia y a la vez mostrar sus bondades, es el que protagonizaron en 2003 Miguel Lifschitz, Norberto Nicotra y Horacio Usandizaga, entre otros. Hubo un claro ganador, porque se manejó mejor en tal circunstancia: el actual intendente. “Tenía a su favor los años de función pública”, dijo un avispado observador. Y es cierto, Lifschitz accedió al debate y supo, en ese momento, manejar mejor la circunstancia, pero ello no empaña ni a Usandizaga ni a Nicotra en cuanto funcionarios, pues recuérdese que el primero fue aplaudido por la ciudadanía mientras fue intendente (entregó el poder por un capricho), el segundo realizó una revolución en el Concejo Municipal recortando gastos y puestos y en su momento apenas si perdió las elecciones frente a Lifschitz. Lo que se quiere significar es que un debate es una referencia, pero de ningún modo lo sustancial. ¿Podría asegurarse acaso que Mauricio Macri ganó en el debate frente a Telerman y Filmus? Si ganó, la verdad es que lo hizo, más que con verborragia, con silencio y palabras medidas.

Por lo demás, los debates en la Argentina, salvo excepciones, están teñidos de esa ausencia de confrontación de ideas, e invitan a la tentación de entregarse a la humillación grosera del adversario, con lo cual se transforman en verdaderas guerras de insultos y diatribas, que para lo único que sirven es para dejar más por el piso el ánimo de los argentinos. Es decir, el debate debería ser reglamentado minuciosamente y concedérsele un marco en donde se respete no sólo a sus protagonistas sino, sobre todo, al pueblo que lo sigue.

El otro debate.
Y hay, por último, otro debate que es determinante y sin el cual ninguno puede prosperar: ¿qué hacer en el seno de los gobiernos de modo que lo que se dice en el debate televisivo cuente con el respaldo de lo actuado? Y en esto, el Frente para la Victoria de la Argentina nada por dos aguas: el agua de los que hacen cosas buenas y el agua de los se la pasan haciendo macanas y que flaco favor le hacen a sus candidatos. Sin lugar a dudas, la gestión de Jorge Obeid ha sido determinante en muchos aspectos para que el Frente para la Victoria santafesino alcanzara tal grado de adhesión en las primarias. Sin embargo, este frente carga con la mochila nacional que permanentemente se encarga de hacer la vida difícil a cuanto candidato provincial anda en el ruedo político: dos escándalos más, sucedidos en las últimas horas, se suman a la cuenta. Un dirigente y ex ministro kirchnerista santacruceño llevó por delante a unos manifestantes mientras el matrimonio realizaba el acto en Río Gallegos. Mandó a varias personas al hospital y una de ellas está en terapia intensiva. Y otro funcionario nacional, santafesino, acaba de ser echado en las últimas horas del Ministerio de Economía.

Por eso entre debates y batidos, hay una ambulancia opositora en todo el país que anda recogiendo heridos, estresados y malhumorados. Sin ir más lejos, en Rosario hace pocas horas quedó demostrado que el servicio de primeros auxilios del médico socialista y candidato a gobernador está a full y manifestó, con hechos y no con palabras, que ni él ni el socialismo son antiperonistas, pues se reunió con varios militantes y dirigentes de ese partido en el marco de un ambiente muy cordial. Es esa, también, otra forma de debate.


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