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domingo,
19 de
agosto de
2007 |
Lenguaje: cuándo preocuparse frente a la dificultad
El lenguaje no es algo que viene desde afuera: el ser humano trae desde su nacimiento la capacidad de desarrollarlo y lo aprenderá en función de lo que escucha. Lo que sí viene desde el exterior son las palabras y dependen del contexto (país, época y factores socioculturales). La estructura, que viene desde adentro es como el teclado de un piano: la experiencia determinará qué melodía se tocará.
Uno de los temores más frecuentes entre los padres es que los chicos desarrollen trastornos en el lenguaje si se les habla poco o mal. Esto no es así. Un niño al que se le habla poco probablemente adquiera un lenguaje pobre en cuanto a palabras, pero no un trastorno del lenguaje. Prácticamente todas las patologías del desarrollo infantil —el autismo, los trastornos neurometabólicos, genéticos, los retardos mentales y las encefalitis, entre otros— tienen un componente relacionado con trastornos del lenguaje. Pueden también estar agregadas a una determinada enfermedad, como a la encefalopatía o a un trastorno perinatal como la anoxia del parto.
A medida que el chico crece, entre el nacimiento y los diez años, se da un desarrollo exponencial del lenguaje. “Los trastornos pueden caracterizarse por algo que tiene que pasar en un momento y que no pasa, por algo que sólo tiene que ocurrir en un momento y perdura en el tiempo o algo que pasa, desaparece y luego reaparece”, señaló Florencia Salvarezza, una de las especialistas integrantes del Departamento de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
La especialista explicó que entre los ocho meses y los tres años los niños repiten sonidos y luego, durante un período que va desde los 12 a los 24 meses, repiten palabras que escuchan de manera inmediata porque es una forma de aseverar y de incorporar vocabulario (ecolalia). Esto es normal porque la repetición tiene un sentido. El problema es cuando perdura, cuando el chico no sólo repite una palabra de manera inmediata sino que la repite todo el tiempo, se queda como “tildado” en esa palabra. Es lo que se denomina ecolalia diferida. Esta es una característica de muchos trastornos del lenguaje. Pasados los 30 meses del niño si esta situación persiste hay que hacer una consulta.
Otro de los síntomas de trastornos del lenguaje es la falta de concordancia. Cuando los chicos por ejemplo dicen: el mesa y la papá. “Ante la aparición de esto, donde no concuerdan género y número, después de los tres años, hay que estar atentos y hacer la consulta”, señaló Salvarezza. Este tipo de dificultad en general no acompaña una enfermedad y es muy común que sean las maestras quienes notan el problema cuando el chico empieza el jardín de infantes.
Según Salvarezza los trastornos específicos del lenguaje como la falta de concordancia son infrecuentes, pero cuando ocurren acompañan dificultades en la lectura. “No todos los chicos con trastornos del lenguaje desarrollan problemas en la escritura, pero casi todos los niños con problemas en la lectoescritura tienen trastornos del lenguaje muchas veces sin diagnosticar”, enfatizó la especialista.
Signos de alarma
Algunos chicos parece que estuvieran hablando pero no dicen nada. Si se los escucha sin demasiada atención aparentan estar ejecutando otro idioma (jerga): “Están con una entonación propia del lenguaje, con sonidos más o menos parecidos a los de la lengua, pero haciendo ruido y sin decir nada. Pueden hacerlo con intención de comunicarse o no y constituye una señal de alerta para realizar la consulta”, explicó Salvarezza. El primer signo de alarma se da cuando la madre no entiende al niño ya ella es la que siempre lo comprende.
Otros niños no usan el lenguaje para comunicarse, tienen palabras pero no las utilizan y cuando se les habla no contestan. Si los chicos tienen deseos de relacionarse con el mundo se está siempre en el terreno de la normalidad. El problema es cuando la relación con el mundo está frenada, algo característico del autismo. Ante un chico que no entiende el lenguaje hay que hacer una consulta urgente. Muchas veces parecen sordos porque no responden ante una consigna (buscar algo de la casa, por ejemplo). “La falta de comprensión puede estar vinculada a un desarrollo madurativo o retardo mental con un trastorno del lenguaje asociado, o ser simplemente un trastorno del lenguaje. Los más severos son los que están acompañados por los trastornos de la comprensión del lenguaje. Si la comprensión está conservada, si el chico entiende, siempre es más fácil de tratar. Cuando no hay comprensión los tratamientos son más prolongados y el trabajo es más complejo porque el chico que no entiende no habla”, manifestó Salvarezza.
Los docentes y padres pueden no reconocer esta falta de comprensión y para los chicos, en este caso, será más fácil de aceptar el reto del docente por no hacer nada que la vergüenza por no entender. “Esto significa que hay conductas que vienen asociadas y que son secundarias a un trastorno del lenguaje. Es el caso de los chicos que no prestan atención en clase, no porque tengan un déficit de atención sino porque no entienden las consignas. Para otros, el mundo es divino, lleno de sonidos y colores, pero difícil de decodificar”, explicó la lingüista.
En general lo más directo que se ve afectado en niños con trastornos del lenguaje es la autoestima. Sienten que les pasa algo que a los demás no y que son tontos. Esto es devastador para el chico.
“El riesgo con los trastornos del lenguaje es que si no se tratan a tiempo luego tienen consecuencias en lo social. Son los chicos que no tienen amigos porque nadie los entiende cuando hablan”, concluyó la especialista.
Carolina Stegman
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