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 domingo, 19 de agosto de 2007  
Agro. Cadena por cadena, qué se dijo en el congreso de Aapresid
El mercado impulsa nuevos cultivos y la diferenciación de los tradicionales
Piden segregar el trigo por calidad y sumar proteínas a la soja. Llega la colza

Fabiana Monti / La Capital

Que la Argentina viene batiendo récords en materia de producción agrícola nadie lo discute. El tema es qué se produce, cómo se produce y las consecuencias que generan. Por eso, el XV Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) fue el espacio para repensar los desafíos que se le presentan a los distintos cultivos vía la revisión de las prácticas agrícolas guíadas por las demandas tanto internas como la de los mercados internacionales que favorecen a los los precios de los commodities agrícolas.

Por eso piensan en planes estratégicos que permitan planificar a largo plazo y en manejos que implican abordajes tecnológicos cada vez más sofisticados, que incluyen cada vez más.

Para el trigo, el cereal de invierno por la excelencia, el desafío principal pasa por lograr más volumen y calidad. Pero según Sean Cameron, miembro de la recientemente formada cadena Argentrigo, la barrera de las 6 millones de hectáreas que se siembran en el país se quebrarán en la medida que “aumente la demanda genuina vías la exportación”.



El mercado

“Está cambiando la demanda y aquí solo importa sólo el precio, cuando lo que lo que se exige es calidad grado 2 para la industria, para diversos usos, como las galletitas, el pan, el trigo que producimos no sirve para todas esas posibilidades” indicó el productor y agregó: “Argentina no tiene demasiados tipo de trigo a pesar de las diferentes regiones agroecológicas y además no es homogéneo”.

Si bien Cameron reconoció que el productor invirtió mucho en materia de tecnología, todavía se puede mejorar, sobre todo en nutrición a partir de fertilización.

Pero desde su perspectiva, lo que falta es que la cadena se ocupe de “la tranquera en adelante”, es decir de la comercialización. “Lo que hay que hacer es encargarse de lo que cada uno produce, segregar, saber lo que uno tiene, no mezclar y a partir de eso ver cómo comercializar, juntarse con otro para lograr que se pague ese lote, que se pueda obtener un plus, por la calidad”, indicó.

Allí aparecen algunos cuellos de botellas, como los enlances entre el productor, el acopiador y “el que hace el marketing del trigo en el exterior”, señaló el también titular de Argentrigo. “Tenemos que diferenciarnos de los grandes vendedores de volumen, que son los países del Mar Negro”, dijo.

Por otra parte, el trigo “es un cultivo bárbaro para incorporar a las rotaciones, especialmente en el norte del país”. Desde la perspectiva del empresario, en esa región la soja de primera puede equipar a la de segunda. “Podemos sacar valor al trigo para agregar sustentabilidad por el rastrojo”.

En ese sentido, David Hughes, presidente de Argentrigo, coincidió en señalar que el precio del trigo no “es todo, lo importante es agregarle valor”.



La soja y el maíz

Para la soja, que en esta campaña pareciera ceder algo de protagonismo frente al maíz, también hay todo un trabajo por hacer. La masificación del cultivo en las últimas décadas le pone otro piso a los desafíos, que básicamente pasan por evaluar y controlar las consecuenciales ambientales de su expansión, y avanzar en la producción de granos atendiendo a las demandas más específicas del mercado.



Proteína

De ahí que, en función de la consigna del congreso de “Reinvención y prospectiva”, se enfatizó la necesidad de trabajar para lograr un mejor contenido de proteína, ya que es lo que la demanda mundial está pagando más. De todos modos, esta prima a nivel local todavía no llega al productor. Este será otro desafío que se tendrá que encarar.

“Nuestra soja se caracteriza por tener un buen contenido de aceite pero es baja en proteína, gracias al mejoramiento genético se está intentando quebrar esta tendencia y generar variedades en ese sentido”, afirmó Héctor Baigorrí, asesor privado.

El especialista agregó que “también hay nuevos nichos de mercados, en cuanto a especialidad, donde hay un sinnúmero de demandas, que son muy pequeños, pero para ello hay que asegurar volumen, calidad, continuidad, y son desafíos muy difíciles todavía”.

La estrategia es continuar buscando variedades que aumenten rendimiento pero sin sacrificar la proteína. Por eso, desde su perspectiva la clave es caracterizar el ambiente. “Ahí se tiene todo, el cultivo más indicado, el modo de elegir el tipo de cultivar, el espaciamiento y la fertilización, es el corazón del plan de siembra”, dijo Baigorrí.

En ese sentido, el especialista sostuvo que hay un montón de tecnologías disponibles, (cartas de suelo, pronósticos de clima, etcétera) que no son debidamente aprovechadas por el productor, y por eso instó a utilizarlas no sólo para la soja.



Enfermedades

En cuanto al maíz, los desafíos vinieron de la mano de revisar las prácticas agrícolas de alta productividad. Quienes apuestan a este cultivo buscan híbridos de alto rendimiento y ponen todo para lograr altos rindes. Eduado Teyssandier, presidente de PSSI, empresa de investigación para la industria de semilla, advirtió que de ese modo se generan consecuencias no deseadas, como enfermedades (podredumbre del tallo) o las micotoxinas, que si bien pueden ser consideradas barreras paraarancelarias de algunos países que importan el cereal grueso, son una de las grandes trabas para el acceso a mercados. Por otra parte, las empresas suelen “no invertir demasiado” en este tema, porque es muy costoso, así que instó a revisar las prácticas, como manera preventiva.

Por otra parte, si bien la adopción de cultivares genéticamente modificados es una realidad instalada en el campo argentino y ha generado beneficios también provocó cambios no deseados en los cultivos como la no resistencia a microorganismos que son benéficos para los mismos.

Entonces según los panelistas del congreso, las limitantes del cereal grueso vienen por el lado de las enfermedades, tales como la roya, el tizón y el mal de Río Cuarto, aunque también el desafío tiene implícito el acceso del mercado de los biocombustibles a través de calidades específicas, además de nichos especiales para la industria alimenticia.



La nueva estrella

Finalmente, de la mano de los combustibles apareció con fuerza en el horizonte, después de varios intentos frustrados, la colza. Más que un desafío, presenta una encrucijada en Argentina. La gran pregunta es si podrá sostenerse en el tiempo. Según los especialistas, la demanda está tanto en el mercado interno (aceite y biodiesel) como en el mercado de exportación (Japón y Europa). La cadena se está aceitando.

La cuestión es cómo lograr su mayor superficie, mayores rendimientos— la idea es duplicar los 2.500 kilos por hectáreas que se logran a 5.000— y que los productores pierdan el miedo de experiencias anteriores frustradas cuando sembraron, y luego no pudieron comercializar lo obtenido.

En síntesis, los recursos para los distintos cultivos están, la cuestión es cómo se combinan, con qué objetivos, y cómo se preservan para lograr la añorada agricultura sustentable y un dato más. La posibilidad de una mayor rotación da un plus extra para este fin último.


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