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sábado,
28 de
julio de
2007 |
Imágenes del novecientos
A principios de siglo, una de las consignas más ineludibles para participar de los corsos rosarinos era la de salir disfrazados. Por esto, los comerciantes se apuraban en sacar los artículos de carnaval amontonados en sus depósitos, los papás rezongaban porque los chicos les pedían plata para comprar caretas y serpentinas, y las mamás, que veían cómo se gastaba la plata del presupuesto familiar en esas fiestas, se vengaban hablando mal de Momo y de su corte. Y así, la fiebre de la locura iba infiltrándose en todos los espíritus.
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Los comerciantes se apuraban en sacar los artículos de carnaval.
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